Poner el punto digital a cualquier elemento de nuestra vida ha sido una constante del sector emprendedor. Clinpify ha hecho lo propio con un sector que había recibido poca atención: el del lavado de coches. Funcionando como una suerte de Glovo del sector del lavado, esta pequeña compañía ha conquistado a una Lanzadera de Juan Roig en su última remesa. ¿Su objetivo? Ir al siguiente nivel de un negocio que puede correr la misma suerte que el delivery –principalmente el de última milla, que no pasa por su mejor momento– o centrarse en un modelo rentable.

En el caso de Clinpify, el modelo se lanzaba hace casi 4 años. Antes de la pandemia. El tío del fundador se mudaba de Moratalaz, barrio de toda la vida de Madrid, a Boadilla del Monte, con un poder adquisitivo mayor. Por el camino, además del cambio de localización, se dejó un servicio de confianza: un lavadero de coches de toda la vida que por 10 euros hacía su trabajo. En Boadilla la historia era muy diferente. Alberto Zarco encontró, entonces, un nicho que aún no había explotado. Con 1 millón de lavados diarios de media en el país y más de 29 millones de vehículos circulando, no había ningún elemento tecnológico para la sección de lavados.

Fue después de la pandemia –durante los confinamientos la idea se quedó a la espera– cuando Zarco se puso con el modelo de negocio. Conociendo a su socio tecnológico en Meetup, Clinpify nacía en agosto de 2021 con un modelo sencillo: contratar un lavado de coche a través de una aplicación.

El Glovo de los lavados de coche

Normalmente, ponerle el apelativo de Glovo o Netflix a una empresa trae malas consecuencias. En este caso es que, literalmente, emplean un modelo similar al del unicornio del delivery.

A través de su propia aplicación, el usuario reserva el tipo de lavado. Interior, exterior y completo. Mismo precio (25 euros) para todos los servicios independientemente del tamaño del coche o del estado en el que se encuentre. Según su fundador, "es para agilizar todo el proceso". También la barrera de pago es importante para un negocio que compite con los precios de derribo de un sector analógico que aún tiene mucho tirón.

Después surge la magia. Un rider –o washer– acude al punto en el que se encuentra el coche. Se lo lleva, lo lava y lo vuelve a dejar donde lo ha encontrado. El usuario solo tiene que dar y recoger la llave del vehículo. Dicho de otro modo: es un servicio a domicilio de lavado de coches.

El modelo de acudir a centros de terceros

Alberto Zarco fundador de Clinpify

Uno de los problemas que acusan las compañías del sector del delivery de última milla de entrega rápida es precisamente su necesidad de estar presentes en todo el territorio. Esto implica contar con las llamadas dark kitchens en una larga lista de puntos de la ciudad para poder llegar a todas partes. Eso, por supuesto, aumenta el gasto de inversión. Precisamente lo que ha requerido un uso intensivo de las rondas de inversión y su poca rentabilidad. Clinpify solo tiene una ronda de financiación de Seedrocket y prepara una nueva para este verano de 500.000 euros, pero solo como ayuda. Su idea es ser rentables con lo generado por su volumen de negocio.

En el caso de Clinpify, han decidido simplificar el modelo. Para llegar a todos los puntos de la ciudad –ahora mismo solo operan en Madrid, pero su objetivo es ampliar a todo el país– usan puntos de lavado ya establecidos. Gasolineras o centros de autolavado. Simplemente llevan el coche al más cercano. Si es un punto recurrente sí llegan a un acuerdo con la compañía.

Bajo el modelo de autofinanciación operativa, huyen de las estrategias seguidas por Glovo, Gorillas o Getir con un gasto intensivo en marketing. Apuntan a nuevas aperturas en Valencia, Sevilla o Barcelona durante los próximos meses –principalmente después de su ronda de financiación–. Para 2023, apuntan a un cambio del negocio de forma sensible: no descartan tener centros de lavado propios. "Principalmente para mejorar la experiencia de usuario", apunta Zarco.

Y también para aumentar el volumen de negocio ampliando la cantidad de coches que pueden atender. Porque aunque operen para toda la ciudad –o ciudades llegado el momento de su expansión– la realidad es que sus puntos de operaciones están muy bien delimitados. El poder adquisitivo marca la diferencia. Con preferencia por los coches nuevos y clientes de entre 25 y 35 años, su mayor actividad se centra en el norte de la ciudad y el suroeste. Coincidiendo con los barrios con mayor poder adquisitivo de la capital. Esto, a la hora de poner un punto propio de lavado, acota su presencia en el mapa de una forma considerable.

Clinpify, nacidos bajo el modelo de la Ley Rider

Cuando se habla de la Ley Rider se suele apelar a Glovo, Uber Eats –a la lucha que mantienen ambos por las diferentes lecturas de la normativa acuñada por Yolanda Díaz– y, en general, a todo el sector delivery. No son los únicos. Clinpify nacía a la vez que la nueva normativa respecto a los riders. Ellos, apuntan, se han ajustado al texto. ¿La diferencia con Glovo? Aún son pocos como para que la contratación de cientos de riders suponga un problema para las arcas del negocio.

En cualquier caso, cuentan con 4 riders o washers en plantilla. En vez de motos con mochila que lleven comida, portan productos de limpieza por toda la ciudad. Si aumenta la demanda, recurren a la letra pequeña de la Ley Rider: empresas ETT o de trabajo temporal para asumir el pico de trabajo que se les viene encima. Es decir, a día de hoy, Clinpify cumple estrictamente la nueva normativa. A largo plazo, y en caso de querer aumentar el negocio, esto puede suponer un problema para la compañía.

El crecimiento tiene que venir acompañado de una estrategia. La necesidad de contratar washers allá por donde quieran tener operativa obliga a estos modelos de negocio a tener que pensar, y muy bien, dónde quieren poner la siguiente piedra.

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