Memes, sesgados artículos de opinión a favor o en contra, visiones fatalistas, mensajes de victoria… Pudimos encontrar de todo en la noche del lunes. Twitter tiene nuevo dueño y ese es Elon Musk. No hay más debate en este punto, pero sí muchas críticas. La primera de ellas ha venido de la mano de Jeff Bezos. Enemigo acérrimo del fundador de Tesla y ahora casi propietario de Twitter.

Mientras un bando celebrara eufóricamente la liberación de la red social y la defensa de la libertad de expresión en ésta, el otro se llevaba las manos a la cabeza porque ha llegado la Anarquía, y el acoso y los insultos serán la norma. Entre tanto ruido —y pocas nueces—, Jeff Bezos aprovechó para compartir una observación del periodista Mike Forsythe en la que señalaba que el Partido Comunista de China podría beneficiarse de la compra de Twitter por Elon Musk.

Forsythe no solo recalca la importancia de China para Tesla al ser su segundo mayor mercado, sino que también la alta dependencia que ésta tiene de sus proveedores de baterías, la mayoría chinos, o la vital importancia de que su gran fabrica de coches en Shanghái pueda seguir operando con relativa normalidad.

La dependencia de Tesla con China

Jeff Bezos compartió la reflexión, y preguntó públicamente con cierta ironía, si el Gobierno de China acaba de ganar un poco de influencia sobre el “discurso de la plaza pública”. Musk dijo que compró Twitter para proteger la libertad de expresión en la red social, que califica como la plaza pública del debate y las ideas en Internet.

El tuit de Jeff Bezos es solo un episodio más en la larga batalla dialéctica que llevan disputando los dos millonarios durante meses debido a sus ambiciones aeroespaciales. Cuando la NASA contrató a SpaceX, la empresa aeroespacial de Elon Musk, Bezos presentó una demanda para disputarlo. Y cuando Jeff Bezos presentó su plan de lanzar satélites para dar cobertura de Internet a más lugares del planeta, Musk lo ridiculizó diciendo que era una copia de su proyecto Starlink.

¿Quién tiene la cartera y el ego más grande? La observación es lícita no obstante. La semana pasada Tesla logró reanudar la producción en su fabrica de Shanghai en plena crisis por la propagación de la COVID en China permitiendo que los empleados viviesen dentro de la fabrica para no exponerse a contagios que pudieren paralizar la producción. Esta medida excepcional la permite el Gobierno, y no sería sorprendente que un Gobierno autoritario pretendiese ganar influencia o controlar el discurso a cambio de favores.

La hipocresía de Jeff Bezos

La realidad es que todas las empresas agachan la cabeza en China. Apple vende pulseras con la bandera del arcoíris en Estados Unidos pero elimina aplicaciones de citas gay en la App Store china. Y Musk insinuó que las medidas de contención que implantó Estados Unidos para contener la pandemia eran casi fascistas, pero sin embargo no ha realizado comentario alguno de las políticas de contención que está usando China que parecen sacadas de un episodio de Black Mirror.

Todos los empresarios son adalides de las más nobles causas mientras no les toquen la cartera. Chirría no obstante que Bezos, que compró The Washington Post, uno de los medios más grandes de Estados Unidos, hable de influencias. Siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

A las dos horas de publicar esta pregunta, se contestó a sí mismo diciendo que «probablemente no» gane influencia el Gobierno chino tras la adquisición. Pero estima que aunque no se censure por petición del Partido Comunista, las cosas se van a complicar para Tesla en China. «Ya veremos. Musk es muy bueno a la hora de navegar en este tipo de escenarios tan complicados», afirmó Jeff Bezos elogiando a su rival.

El discurso de la plaza

La adquisición de Twitter reabre un debate que parece irresoluble en una sociedad claramente divida en dos bandos donde las decisiones que se toman son juzgadas no por los posibles beneficios o perjurios que estas puedan ejercer en la sociedad, sino por quién las toman. Los que hace meses decían que Twitter podía controlar el discurso como quisiera al ser una empresa privada , ahora se escandalizan porque Musk no censure como ellos quieren. Y los que se escandalizaban por una fotografía de unos pechos o videojuegos violentos, ahora abogan por la libertad de expresión. Se han cambiado las tornas, pero la naturaleza del poder y el hombre no han cambiado ni un ápice a lo largo de la Historia.

Jack Dorsey, fundador de Twitter, que durante las últimas semanas ha mostrado sus tristeza por el rumbo que tomó su creación por culpa de la directiva, celebró este martes la adquisición diciendo que, pese a que cree que Twitter debe ser un protocolo ingobernable como el email, sólo ve a Musk como la única solución posible para llevar a cabo su visión de plataforma de discurso libre.

Desde el Partido Demócrata y los medios de comunicación, el problema está en moderar poco, no mucho. Y temen que la desinformación carcoma las confianza en las instituciones y acabe hiriendo la esencia de la democracia. Barack Obama dio un discurso sobre los «peligros de la desinformación» en la Universidad de Standford rogando que las redes sociales dejen de estar protegidas por la Sección 230 y pasen a estar reguladas por el Gobierno para evitar lo que, a su juicio, es un peligro para EE.UU.