Elon Musk ha formalizado una oferta hostil para comprar el 100% de las acciones de Twitter por $54,20 cada una. Quiere hacerse con el control de la compañía como sea, y está dispuesto a pagar un 40% extra por acción del valor que tenían éstas antes de que se anunciara la compra del 9,2% de la compañía hace unas semanas.

«He invertido en Twitter porque creo en su potencial para ser la plataforma de la libertad de expresión en todo el mundo, y creo que esta debe ser un imperativo social para que la democracia funcione», ha dicho el empresario al Presidente del Consejo de Twitter. «Pero desde que realicé mi inversión, me he dado cuenta de que la compañía nunca buscará o cumplirá este imperativo social operando como lo hace en la actualidad».

Es una oferta hostil, ya que la visión y objetivos de Musk son radicalmente diferentes a los que ha tenido hasta ahora la directiva.

¿Libertad o más moderación?

Para Twitter, como para el resto de plataformas digitales estadounidenses, uno de los grandes desafíos es moderar más contenido, y hacerlo más rápido. Lo hemos podido observar ante la invasión rusa, pues no se han demorado en bloquear los medios propagandísticos del Kremlin e, incluso, numerosas cuentas simpatizantes o escépticas con la información que procede de medios occidentales por desinformar. También durante la pandemia de la COVID-19, donde el discurso antivacunas se promovió en Internet suponiendo un riesgo para la salud pública.

Pero para Musk el problema de las redes sociales, y de Twitter, que es la única que utiliza, es justo el contrario: que se censura, modera u oculta contenido que no es ilegal y que, por lo tanto, viola la libertad de expresión, un derecho fundamental recogido en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. El popular millonario creé que es nocivo que una compañía decida qué se puede decir y qué no o qué es verdad y qué no lo es. Es un debate de especial importancia tras el caso de Joe Rogan y sus comentarios escépticos sobre algunos mandatos y posibles efectos de las vacunas.

A Musk solo le quedaba la vía hostil

Hemos de tener en cuenta que Twitter es una empresa, y que como tal tiene el derecho de decidir qué contenido quiere permitir y cuál no bajo sus propios criterios. Puede censurar todo lo que ésta crea más beneficioso para sus intereses o el de sus usuarios. Hasta aquí no hay problema, pero el alcance de Twitter es global y casi único: es lugar donde las noticias antes llegan y donde se concentra gran parte del discurso de la opinión pública. Por eso, Musk entiende por tanto que es un pilar de la sociedad, y que como tal ha de protegerse.

Él se define como «absolutista de la libertad de expresión», y varios medios de comunicación lo definen como un «radical». Lo cierto es que todos esos epítetos son absurdos: o hay libertad de expresión o no la hay. No existe el concepto de mucha o poca en libertad de expresión, y ésta sólo existe cuando es el juez el que decide si lo que se dice vulnera la ley o no. La libertad de expresión no es libertad para decir lo que se quiera sin ningún tipo de límite, y nunca lo ha sido. La diferencia radica en si el límite lo justifica sólo la ley, promulgada para proteger los derechos de los ciudadanos, o también el criterio de una empresa acorde a sus ideas o intereses.

«Mi oferta es definitiva, y si no se acepta reconsideraré mi posición como accionista. Twitter tiene un potencial extraordinario, y yo lo voy a liberar»

Elon Musk a Bret Taylor, Presidente del Consejo de Twitter

Twitter ha respondido alegando que «el Consejo de Administración revisará cuidadosamente la propuesta para determinar el curso de acción que tomar para el interés de la Compañía y de todos los accionistas de Twitter»

Esta tajante sentencia es un claro ataque a la directiva de Twitter y sus empleados, que no comparten la visión de Musk. Estos creen que hay que moderar más, él que hay que moderar menos e innovar más rápido. Debido a esta diferencia, la compañía le ofreció un asiento en la directiva a cambio de no comprar más del 15% de las acciones. Era un dardo envenenado para las verdaderas ambiciones de Musk: de haber aceptado ese sillón tendría prohibido hablar mal de Twitter, que últimamente es su afición favorita en Twitter, y quedaría sin la opción de una toma hostil de la compañía a base de billetes. Musk declinó la oferta, y ahora pretende imponer su idea por la fuerza. O liberarla, según se mire.

¿Libertad de expresión o ambición personal?

Sería ingenuo comprar el discurso de Musk tal y como este lo vende; al fin y al cabo, es un empresario, y pese a que sus empresas tengan objetivos como promover el uso de energías renovables o convertir al ser humano en una «especie multiplanetaria» el fin de éstas o de cualquier otra es ganar dinero. Nadie monta o compra una empresa para perderlo.

Twitter siempre ha sido una plataforma que no ha sido valorada acorde a su importancia en la sociedad. Todo pasa en Twitter, pero nadie sabe cómo rentabilizarlo. Se ha acusado a la compañía de innovar poco y tarde, y los constantes cambios de dirección entre directivos que no usan la plataforma no han sido muy beneficiosos.

Para Musk, en cambio, Twitter es de suma importancia. Sin ese altavoz, su poder menguaría; gran parte de su fortuna y fama han sido logradas gracias a sus tuits. ¿Qué sería de Musk si Twitter le cerrase la cuenta? No puede consentir eso, se tiene que proteger. Él mueve el valor de las acciones y publicita mejor que nadie sus propios proyectos e ideas; agita las masas, crea debates cuando él quiere y causa polémicas especialmente molestas para sus críticos porque Elon Musk rompe todos los esquemas.

Es un agitador molesto, pero también es un empresario capaz de lograr lo que se pensaba imposible: reutiliza cohetes y aumenta la producción y ventas de sus coches eléctricos mientras la asentada competencia para líneas de producción porque les falta un chip hecho en China. Por eso polariza tanto la opinión, es un agitador que, a diferencia de los demás, realiza progresos de verdad.

Su polémica figura se sustenta a través de Twitter como lo hace parte de su éxito como comunicador. También lo fue para el expresidente Donald Trump, que supo sacar partido de la plataforma para transmitir directamente el mensaje apropiado a sus simpatizantes; un mensaje directo y agitador.

Empleando los términos «liberar» y «libertad de expresión», Musk justifica ante la opinión pública su toma de Twitter la fuerza. A lo largo de la Historia, todos los hombres ávidos de poder han justificado ante el pueblo su toma mediante cambios legislativos, promesas o defensa de alguna idea como la libertad.

Qué esperar si la adquisición prospera

Si prospera la adquisición, algo más que probable debido a la cuantía de la oferta y la difícil justificación por cualquier otra parte de una contraoferta, supondría un cambio radical para la plataforma. Pasaría a ser una compañía que no cotiza en bolsa, por lo que Musk podría decir lo que quisiera de ella, y emplearla como él crea conveniente.

Tal vez se restablezca la cuenta de Trump, y se deje de censurar medios de propaganda como RT a no ser que lo dictamine un juez.

Las redes sociales necesitan moderar contenido no por lo que se puede decir en éstas, sino por los algoritmos que se emplean. La libertad de expresión nunca constituyó un problema en Internet hasta que se instauraron los algoritmos para aumentar la interacción y el tiempo de uso de las redes sociales. En cuanto Facebook y Twitter empezaron a ordenar los “feeds” para hacerlos más atractivos los problemas de polarización, las teorías conspirativas y lo que llaman «problema de desinformación» comenzaron a surgir. Es un dilema que ellos mismos han generado en busca de mayores ingresos publicitarios.

Si Musk toma el control, y aboga por una restauración completa de la libertad de expresión, tendrá que reducir el protagonismo de los algoritmos sustancialmente para que a los usuarios no se les muestre constantemente el contenido que más le agrada o el que más le enfada según las creencias que éste tenga, que es lo que favorecen los algoritmos para que estés enganchado a la red social: reforzar tus ideas o mostrarte cosas opuestas para que te enfades y reacciones. Una cadena constante de aplausos o insultos que sólo beneficia al anunciante.

Los medios estadounidenses advierten del descontento de los trabajadores de Twitter ante esta posible toma hostil. Creen que su lucha es la justa, la de la moderación y crear un ambiente lo más sano posible. Sin embargo, los usuarios parecen estar divididos en dos bandos claramente identificables: los que defienden la libertad de expresión como máxima imperativa y los que abogan por la censura de contenido que creen perjudicial.

Sea cual sea el problema de Twitter según a quién se pregunte, hay algo claro: si Musk toma el control de la compañía habrá cambios e innovaciones drásticas por primera vez en su historia. El empresario ya ha planteado que además de la defensa de la libertad de expresión, el negocio de la empresa no puede depender principalmente de la publicidad. Quiere virar la compañía hacia el modelo de Substack o sustentarse en las últimas ideas de su fundador Jack Dorsey y descentralizar su poder y abrir su protocolo para fomentar el discurso abierto y libre.

Para bien o para mal, pero Twitter va a cambiar.