SEGA confirmó que el próximo 23 de junio llegará Sonic Origins, una recopilación con los cuatro primeros juegos (remasterizados) del erizo azul para PC, PS4, PS5, Nintendo Switch, Xbox One y Xbox Series X|S. Hasta aquí, todo normal. Al fin y al cabo, este lanzamiento se había anunciado en mayo del año pasado y desde entonces las novedades habían brillado por su ausencia. Sin embargo, cuando se conocieron los precios no tardaron en aparecer las críticas, y con razón. Es que los packs estarán disponibles solo en formato digital, y para obtener la "experiencia completa" habrá que desembolsar 45 euros por la versión Deluxe. Así, la pregunta se hace inevitable: ¿Hasta qué punto tienen vía libre las empresas para lucrar sin tapujos con la nostalgia por los videojuegos clásicos?

Lamentablemente, en los últimos años esto se ha convertido en algo cada vez más común de ver. Lo que en un principio parecía el modo ideal —o la excusa perfecta— para celebrar el legado de títulos, personajes y consolas de antaño, rápidamente se ha convertido en la nueva gallina de los huevos de oro de la industria de los videojuegos. Y eso no es bueno porque no solo se juega con el bolsillo de los jugadores, sino principalmente con sus sentimientos.

No faltará quien diga que mi planteo es ingenuo o inocente, pero ¿qué es la nostalgia sin esa cuota de ingenuidad o inocencia? ¿Cuál es el punto de anhelar con revivir las experiencias que nos hicieron felices durante nuestra infancia o juventud, entonces? Está más que claro que cada quien hace con su dinero lo que le da la gana; y quienes consideran que no merece la pena pagar un monto importante por este tipo de relanzamientos tienen un punto tan válido como quienes sí optan por hacerlo, por más que sepan que lo que obtengan seguramente no difiera demasiado de lo que podrían experimentar con un emulador como el MAME en cualquier PC.

Lo que que el público busca es el valor agregado que —al menos en la teoría— solo el desarrollador original puede darle a la remasterización de un juego histórico. El problema está en que muchas veces ese valor agregado es escaso, está mal enfocado, o directamente no existe. Y cuando eso sucede ni siquiera la nostalgia como tal alcanza para evitar la desazón.

La nostalgia por los videojuegos clásicos es la nueva gallina de los huevos de oro

nostalgia | videojuegos clásicos
Imagen: Nintendo

Tomemos el caso de Nintendo, para analizar uno de los más recientes. En septiembre de 2021, la compañía japonesa anunció que sumaría títulos de la mítica N64 a Nintendo Switch Online, su servicio de suscripción. Entre los videojuegos había clásicos como Mario Kart 64, Super Mario 64, The Legend of Zelda Ocarina of Time y Star Fox 64, entre otros. No obstante, el gran impacto fue la inclusión de una selección de juegos de SEGA Genesis/Mega Drive —con Sonic 2 y Castlevania: Bloodlines a la cabeza—; así como el lanzamiento de nuevos mandos para la Switch inspirados en los de las citadas consolas.

Pero los precios de este denominado Expansion Pack no agradaron a muchos. Es que quienes querían disfrutar los juegos de Nintendo 64 y SEGA Genesis en la Switch debían pagar de 30 a 45 dólares por encima de su suscripción anual ya existente. Y a eso se le sumaban otros 50 dólares por cada mando alegórico que se deseara obtener.

Como indiqué anteriormente, está claro que esto es un negocio y que cada quien es libre de formar parte o no del mismo. Nintendo y SEGA, las empresas involucradas en este caso, tienen la libertad de cobrar lo que les parezca por su propiedad intelectual. Y si ponen precios tan elevados es porque saben que hay suficientes personas con hambre de nostalgia interesadas en pagarlos, independientemente de las críticas.

El problema aparece cuando la experiencia con el producto definitivo está severamente alejada de lo que se les promete a los usuarios. Ni bien se lanzó el Expansion Pack de Nintendo Switch Online, las redes sociales se plagaron de quejas porque la emulación era, sencillamente, un desastre. El apartado gráfico ni siquiera se asemejaba al de los juegos originales (el caso más emblemático fue el de la ausencia de la niebla en The Legend of Zelda Ocarina of Time, que disparó un debate aparte), y en algunos títulos era prácticamente imposible jugar sin los mandos que se vendían por separado.

Y lo peor de todo es que algunos de estos fallos recién se solucionaron en febrero de este año; es decir, cuatro meses después que Nintendo lanzara el recopilatorio. Así no hay nostalgia que valga para revertir la mala imagen inicial.

Precios difíciles de digerir

No todos los relanzamientos de juegos retro tienen problemas técnicos como los que quedaron en evidencia con el Expansion Pack de Nintendo Switch Online. Pero en muchas ocasiones ocurre que los precios son tan altos que impactan negativamente sobre el deseo de los jugadores de revivir la experiencia con algunas propuestas clásicas. Estamos hablando de remasterizaciones que pueden llegar a costar prácticamente lo mismo (o más) que un título nuevo de PS4 o PS5.

Lo que mencionamos al comienzo sobre Sonic Origins es una demostración cabal de ello; aunque también vimos un caso más extremo a principios de este año con el esperado desembarco de Kingdom Hearts en la Switch. El pack más completo de la franquicia se vendía por 90 dólares y no era un port nativo, sino una versión disponible vía streaming. Cómo no pensar, entonces, que editores y desarrolladores se han subido al tren de la nostalgia por los videojuegos clásicos solo por el dinero.

Si la economía se convierte en la variable de corte para volver a experimentar de forma oficial aquello que nos ha dado satisfacción durante años, es evidente que algo está muy mal. Más cuando son las mismas compañías que históricamente han perseguido a quienes desarrollaban emuladores gratuitos o compartían ROMs de títulos de 20 o 30 años de antigüedad.

Y si aún no queda claro que la nostalgia ya no es un instrumento de celebración, sino de lucro, el nuevo PlayStation Plus también cumple su parte. Los juegos clásicos de PlayStation, PS2, PS3 y PSP estarán disponibles solo en el plan Premium, que costará nada menos que 17 euros mensuales.

Queda claro que esto no va a cambiar en el corto plazo. Las principales compañías de la industria han hallado una veta comercial muy atractiva para explotar, nos guste o no, y tratarán de sacarle todo el jugo posible mientras sea redituable. Así, Nintendo sigue adelante con su plan de llevar sus videojuegos clásicos a la Switch bajo suscripción; y hasta Atari ha lanzado un costoso emulador por el que, incluso, cobra 100 dólares extra para incluir los mandos.

A pesar de todo, no perdamos la esperanza de que los nombres más importantes del ámbito gamer algún día vuelvan a ver la nostalgia como algo más que una oportunidad de negocios. No importa qué tan ingenuo parezca.

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