La guerra entre Rusia y Ucrania no le ha escapado al siempre candente debate sobre las criptomonedas. Desde que comenzó el conflicto bélico se ha instalado una nueva discusión sobre cuál es el papel que cumplen Bitcoin, Ethereum y demás criptoactivos en el mismo, especialmente después del repunte en los precios que se viene dando desde principios de la semana.

Desde el pasado 24 de febrero, cuando Vladimir Putin dio la orden de invadir Ucrania, el discurso en torno al uso de las criptomonedas ha sido deformado según necesidad. Y se apunta a la descentralización como la gran aliada o la más temible enemiga, de acuerdo a la conveniencia. Es lógico que una situación tan extrema como un enfrentamiento armado no dé lugar a los matices; o estás a favor, o estás en contra. Sin embargo, también abre la puerta a posturas extremas en relación a otros temas que usan la guerra entre dos países como excusa para invalidar los matices.

Y eso parece estar ocurriendo con el papel de las criptomonedas en el conflicto rusoucraniano. Su resistencia tecnológica a la regulación es un beneficio o una maldición, según quién lo mira y de qué manera. Así, por ejemplo, en estos últimos días se ha visto un mensaje muy claro contra la posibilidad de que el ecosistema cripto sea aprovechado por Rusia para evadir las sanciones internacionales, especialmente tras la exclusión de sus bancos del sistema SWIFT.

Criptomonedas, descentralización y un discurso según conveniencia

Bitcoin | criptomonedas | Rusia | Ucrania
Foto por Executium

"Las criptomonedas corren el riesgo de socavar las sanciones contra Rusia, permitiendo a Putin y sus compinches evadir el dolor económico. Los reguladores financieros de Estados Unidos deben tomar esta amenaza en serio y aumentar el escrutinio sobre los activos digitales", publicó la senadora estadounidense Elizabeth Warren, citando un artículo de The New York Times sobre el tema. No es muy difícil interpretar que el tuit pretende instalar dos cuestiones: que las criptomonedas son malas y que Estados Unidos debe regularlas para que sean buenas.

Por la misma línea estuvieron las declaraciones de Hillary Clinton. En una entrevista con la periodista Rachel Maddow, la exsecretaria de Estado de Estados Unidos le apuntó especialmente a las plataformas de intercambio de criptomonedas por considerar que no hacen lo suficiente para cortar los lazos con Rusia. "Me decepcionó ver que algunos de los llamados exchanges de criptomonedas, no todos, pero algunos, se niegan a finalizar las transacciones con Rusia por alguna filosofía de libertarismo, o lo que sea", expresó.

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Da la impresión que la guerra entre Rusia y Ucrania ha despertado una suerte de doble vara en la mirada hacia las criptomonedas. Queda claro que el dardo de Hillary Clinton se dirigía a empresas como Binance, que ha decidido bloquear a quienes se encuentran en la lista internacional de sancionados —políticos, en su mayoría— pero no a todos los usuarios rusos. "Muchos rusos no apoyan esta guerra y debemos separar a los políticos del resto de la gente", dijo Changpeng Zhao, fundador y CEO de Binance, a Bloomberg TV.

La postura de Binance es fácilmente criticable desde la óptica estadounidense porque otras empresas del rubro sí han bloqueado a todos los usuarios rusos. Pero no se menciona que la misma firma ha donado 10 millones de dólares para atender la emergencia humanitaria en Ucrania, ni tampoco que ha creado un fondo para que los usuarios envíen sus contribuciones y que ya supera los 6 millones de dólares en Bitcoin y BNB.

La doble vara

Y estas líneas no pretenden hacer la vista gorda sobre Binance, ni nada por el estilo. Solo estamos mencionando un ejemplo de cómo se tuerce el discurso en torno a las criptomonedas, según conveniencia. Pero para entenderlo mejor debemos ver también lo que sucede del lado de Ucrania.

Así como se pretende instalar la idea de que las criptomonedas son malas porque le permitirían a Rusia evadir las sanciones económicas internacionales, la "cara buena" de la historia es que Ucrania está repeliendo a sus invasores gracias a la colaboración internacional que llega a través de distintos criptoactivos.

Si ingresan al perfil oficial de Ucrania en Twitter, verán que desde el último sábado ha compartido las direcciones a sus wallets para donaciones en Bitcoin, Ethereum, USDT y Polkadot. Es más, el gobierno de ese país hasta recibió un NFT de la colección CryptoPunk a modo de colaboración; y se estima que lo recaudado en criptoactivos ya supera los 35 millones de dólares.

Así, las criptomonedas se han convertido en una vía de escape inmejorable para un país que ha visto su sistema bancario afectado por los ciberataques. O para quienes debieron abandonar su hogar y se encuentran con que ya no tienen acceso a sus cuentas bancarias o tarjetas de crédito, pero sí a sus ahorros en Bitcoin, USDT, o la moneda que sea, porque no necesitan más que un trozo de papel con su frase semilla anotada en él.

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¿Frenar a Rusia sería mucho más complicado si las criptomonedas fueran el estándar?

Esta es una de las tantas grandes preguntas que se desprenden al tratar de poner las criptomonedas en uno u otro bando, el de los buenos y el de los malos. Si tratamos de responderla nos estaremos metiendo en un peligroso terreno de supuestos, más allá de lo que ocurra o no en la realidad. A pesar de ello, analicemos algunas cuestiones.

Si Rusia decidiera mañana hacer un all-in por el ecosistema cripto para evadir las sanciones internacionales, queda claro que no lo haría a través de exchanges centralizados. Ahora bien, eso supondría conseguir una gran cantidad de socios comerciales que operen monstruosos volúmenes de criptomonedas a través de P2P, así como otros tantos que estén dispuestos a comprar o vender productos y servicios de la misma manera. Hablamos de mover miles de millones a diario.

Hoy no parece ser un panorama demasiado factible, pensando a gran escala. Da la impresión de que ni siquiera "adueñándose" del mercado global de criptomonedas podría Rusia sacar adelante un plan tan ambicioso. Es más, antes que usar Bitcoin y demás criptoactivos para evadir sanciones internacionales, especialistas le apuntan a un guiño de China para sumarlo a su Sistema de Pagos Interbancario Internacional (CIPS) como alternativa a SWIFT.

El informe de The New York Times que citó la senadora Elizabeth Warren pone como ejemplo a Corea del Norte, que habría utilizado ransomware para robar criptomonedas y financiar su programa nuclear. Y también menciona a Irán, que con las ganancias del minado de Bitcoin habría logrado recuperar parte del dinero perdido al no poder vender aceite por las sanciones internacionales que le pesan.

Sin embargo, por millonarias que sean las sumas que se manejen en dichos casos en específico, no se comparan con las cifras que moviliza la economía rusa en importaciones y exportaciones. Por ello, sería más realista pensar que Rusia use las criptomonedas y mercados en la darknet como Hydra (o el ya extinto Alphabay) para financiar un brazo paramilitar que no para evadir sanciones económicas internacionales.

Conclusión

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Queda claro que la descentralización no elige un bando, pero las personas sí. Por eso, una misma tecnología hoy puede estar siendo utilizada en una campaña para combatir los incendios en el Amazonas, para darles comida y abrigo a quienes huyen desde Ucrania hacia otros países, para comprar rifles de asalto, y vaya uno a saber cuántos usos más. Qué tan morales consideremos esas acciones corre por cuenta de cada uno, pero la tecnología es la misma para todos, no tiene restricciones, y nadie necesita permiso para usarla.

Por ello, hoy es un grave error seguir enfrascándonos en discusiones sobre "lo bueno y lo malo" del blockchain y las criptomonedas. Al fin y al cabo, la clave de la descentralización es esa, que no exista una figura que imponga qué está bien y qué no, sino que sea la propia comunidad la que marque su camino. Eso no implica lavarse las manos, ser insensibles a lo que ocurra en tal o cual lugar del mundo, o que se deba estar de acuerdo con todos los casos de uso; pero sí que es necesario escapar de la lógica del debate regulatorio que proponen ciertas figuras políticas (de Estados Unidos o de donde sean) según lo que les conviene en el momento.

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