Discutir que Seinfeld (1989-1998) es una de las comedias de situación televisivas más destacadas de cuantas se han producido al otro lado del charco resultaría francamente absurdo. No solo por su ingenio desbordante para ofrecer tramas muy divertidas en su disparate cotidiano, sino debido a que la influencia de la labor de Larry David y Jerry Seinfeld aquí se nota en las que vinieron después.

Pero, a pesar de su éxito artístico y de audiencia, el primero de sus creadores decidió abandonar la serie tras el fin de la séptima temporada. Que acabó por todo lo alto, no obstante, con el giro más bestia que uno pueda recordar haber visto en una sitcom para el episodio “The Invitations” (7x22), escrito por el propio Larry David y de estreno en mayo de 1996. Un gran triunfo justo antes de la pausa.

Las razones de su salida de Seinfeld, cuando uno está al tanto de ellas, no pueden sino recordarnos al estresado Boris de Si la cosa funciona, el personaje al que encarnó en la película de Woody Allen (2009). También se le puede considerar un trasunto del hipocondríaco neoyorkino porque, de hecho, lo es, claro, pero sirve para ejemplificar la actitud de Larry David en este tema.

La inseguridad de un comediante talentoso

seinfeld 7x22 the invitations larry david jason alexander
NBC

Tal como cuenta Jordan Williams en Screen Rant, con siete años de capítulos icónicos y alabanzas puras de la crítica profesional a sus espaldas, el comediante empezó a sentir presión entre bastidores. Al parecer y aun con su entusiasmo por la serie, le preocupaba mucho que la calidad de los libretos disminuyera debido al simple desgaste que suelen padecer las que se alargan demasiado en antena.

El ejemplo más obvio de este mal es Los Simpson, la veterana ficción televisiva animada de Matt Groening, James L. Brooks y Sam Simon y sus más de treinta años en emisión desde diciembre de 1989. Y Larry David no deseaba nada parecido, y temía que se les terminasen las buenas ideas para escribir y “se estresó por las presiones para producir mejor material para cada episodio nuevo”.

Sobre ello, el actor Jason Alexander, que interpreta a George Costanza y que últimamente ha encarnado a Asher Friedman en La maravillosa señora Maisel (desde 2017), dijo en una entrevista para el podcast WTF lo que sigue: “Él siempre vio la realización de Seinfeld como algo muy estresante. Si se rompía, iban a ser él y Jerry quienes lo rompieran, pero creo que asumió más esa responsabilidad”.

La gran paradoja de ‘Seinfeld’ sin Larry David

seinfeld 7x22 the invitations larry david jason alexander
NBC

“Él tenía un arco de toda la temporada en una pizarra en algún lugar, pero terminábamos todas las grabaciones y decía [con la voz de Larry David]: «¡No se puede volver a hacer! ¡Eso es todo! ¡No se puede hacer!”. Como si no tuvieran ninguna idea para la próxima semana”, continuó el intérprete estadounidense. “Pero tenían más que una idea. Tenían un borrador”.

Pese a ello, según Jason Alexander, “sentía una presión muy aguda, y después de siete años y del dinero que ganó, pensó que ya no podía hacer eso”. No obstante y según Jordan Williams, circulan rumores de que el guionista de Brooklyn, distrito en el que también nació Jerry Seinfeld, se descolgaba con su posible renuncia de vez en cuando y debían convencerlo cada temporada para que no se largase.

La gran paradoja en este asunto, de su inseguridad sobre el talento que posee y el de su colega neoyorkino para mantener la sitcom a flote, es que, cuando se escabulló finalmente, la crítica aseguraba que veía menor calidad en Seinfeld por su ausencia. Y el mencionado Jason Alexander, cuyo personaje se basa en el propio Larry David, lo notó mucho además porque ya no se le comprendía tanto.

Aun así, le puso su voz de nuevo en cuatro episodios más de las temporadas ocho y nueve al difunto George Steinbrenner, empresario real que poseía el equipo de los Yankees y para el que trabaja George Costanza, como había hecho desde “The Opposite” (5x22). Y escribió el último de la serie, “The Finale” (9x22). Lo que pudiera haber regocijado a críticos y espectadores, pero la otra paradoja es que no gustó.