Un grupo de ladrones intenta asaltar un banco. Y hacerlo con lo que parece un golpe impecable que por supuesto fallará. En cualquier heist movie que se precie, el conocido giro de argumento “el plan que sale mal” conduce de inmediato al caos. Pero en Los tipos malos de Pierre Perifel, la nueva producción animada de DreamWorks, el guion toma decisiones curiosas e impredecibles.
Varias que le llevan a lugares ingeniosos en una película de su estilo. Claro está, no tiene otro remedio. Se trata de la historia de cómo un lobo, una tarántula, una serpiente, un tiburón y una piraña tendrán que salir de un aprieto considerable. Una extraña fórmula que juega y plantea ideas casi experimentales sobre la premisa original basada la saga literaria para niños de Aaron Blabey.
Pero esta no es solo la adaptación del best sellers infantil sobre los animales considerados villanos en el mundo más allá del hombre. En realidad, la película de Perifel está más interesada en explorar los motivos del estereotipo. Lo logra cuando profundiza en esta curiosa sociedad entre mentes criminales sostenida por una rara tensión basada en la complicidad. El film mezcla la premisa de la saga Ocean’s Eleven con una versión emocional acerca de la redención. Pero también hace gala de un despreocupado humor que sorprende, porque a pesar de su falta de sofisticación es efectivo en varios niveles distintos.
Los tipos malos es consciente de que su argumento no es novedoso y mucho menos puede competir con maravillas ingeniosas como The Michelle contra las máquinas. Pero tampoco lo intenta: en realidad, uno de los puntos fuertes en Los tipos malos es su agilidad y manejo preciso de la acción. Con su argumento que luce pasado de moda entre mecanismos emocionales impecables como Encanto o Red, Los tipos malos es un juego tramposo. Uno que además desea dejar algo claro de inmediato: los villanos en esta historia son mucho más interesantes que cualquier otro personaje. Tanto como para invitar a recorrer su historia desde un ángulo nuevo. Y encontrar algunas sorpresas por el camino.
Érase una vez un lobo, una tarántula y una piraña
Los films animados de DreamWorks han tenido que luchar con la competencia despiadada de Disney, Pixar y Fox. Y a menudo, en condiciones desiguales. Pero de la misma manera que Shrek, Trolls, la saga Cómo entrenar a tu dragón y Madagascar, Los tipos malos rebosa buenas intenciones. También, una exploración de sus personajes mucho más precisa y elegante de lo que pudiera esperarse. Pero el estudio ha logrado que parte de la efectividad de sus películas se base precisamente en su cualidad para conmover, y hacer reír. Todo mezclado con cierto aire subversivo.
La película de Perifel es un compendio discreto de los puntos más altos del estudio, pero también es una idea más precisa sobre la maldad. Al estilo de la ya icónica Megamente, Los tipos malos comienza la historia por la idea del villano inevitable. Mister Wolf (Sam Rockwell) deja claro desde las primeras escenas que los lobos siempre son “los malos de la partida”. De modo que, ¿por qué no hacer lo que se supone debe hacer?
Lo mismo ocurre con Mister Snake (Marc Maron), experto en abrir cajas fuertes, que asumió sin más su papel de ladrón. Por otro lado, el ambiguo Mr. Shark (Craig Robinson), el chico rudo Mister Piraña (Anthony Ramos) y la hacker Misters Tarantula, (Awkwafina) se divierten como “alimañas”. La película basa sus fortalezas en el aire desenfadado de su grupo de personajes, pero en especial, en su curiosa humanidad.
Si en películas animadas reciente los personajes están en busca de sus espacios grises, Los tipos malos optan por un humor satírico sobre el mal. Es esa capacidad para construir un concepto nuevo sobre la incorrección y lo burlón, lo que se agradece. Mucho más, cuando el film entero elabora un recorrido rápido y funcional sobre géneros y premisas. De la heist movie a la acción, de la búsqueda del bien interior a la carcajada despreocupada. En Los tipos malos hay de todo para todos los gustos.
Los villanos que sonríen en Los tipos malos
Los tipos malos no apuestan a dar un paso adelante en historias de animación. Tampoco innovar en su premisa o crear algo que maraville al público. Quizá uno de sus puntos bajos es su falta de ambición. Pero por extraño que parezca, esta libertad sin compromisos es lo que la hace tan entretenida.
El film de DreamWorks está más interesado en hacer reír y traer la diversión a pantalla. En trepidantes recorridos al volante y al final, en recordar que los malvados (ya sea por necesidad o vocación), tienen mucho que decir. Sin duda, uno de sus giros de tuerca más audaces en una película llena de ellos.