Algo vería Shonda Rhimes, la responsable de series como la longeva Anatomía de Grey (desde 2005) o Scandal (2012-2018), ambas de la cadena ABC, en la historia de Anna Sorokin para querer convertirla en ¿Quién es Anna?, el segundo proyecto de Netflix con el que se ha involucrado tras su acuerdo para realizar contenido exclusivo de 2017 y su producción ejecutiva en Los Bridgerton (Chris Van Dusen, desde 2020). Un personaje al estilo de Alessandro di Cagliostro o los estadounidenses Frank Abagnale Jr. y Steven Jay Russell siempre resulta atractivo.
No por nada le ha pagado la compañía de streaming 320.000 dólares para contarla en su plataforma, más de lo que la delincuente nacida en Rusia estafó desde 2013 a los más acaudalados de la ciudad de los rascacielos, 200.000 billetes verdes con la cara del presidente George Washington para su inexistente Fundación Anna Delvey. Lo que incluye varios bancos y hoteles e instituciones de diversa índole, mientras se dedicaba a falsificar extractos bancarios millonarios de cuentas suizas y a eludir el abono de las de estancias y comilonas en restaurantes.
Anna Sorokin, de una cárcel a otra
Anna Sorokin fue detenida en una operación encubierta y encerrada durante dos años en la prisión de máxima seguridad de la Isla Rikers, entre Queens y el Bronx neoyorkinos, y juzgada en marzo de 2019 por un jurado popular de Manhattan. La condena fue cuatro a doce años de prisión, además de una multa de 24.000 dólares y restituir el capital que había estafado. Y no fue hasta febrero de 2021 que fue puesta en libertad condicional. Pero, una semana después, fue arrestada por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas por sobrepasar el periodo de su visa.
Ahora, se encuentra en el Correccional del Condado de Orange, en el norte del estado de Nueva York, a la espera de saber si la deportarán a Alemania. El pasado 2 de febrero, decidió publicar un artículo en Insider en el que explica cuál es su tesitura. “Mientras estuve en prisión, pagué la restitución de mi caso penal en su totalidad a los bancos de los que tomé dinero”, dice la protagonista de la miniserie de Netflix. “También logré más en las seis semanas que consideraron lo suficientemente largas para mantenerme libre que algunas personas en los últimos dos años”.
“La estadía de mi visa fue involuntaria y en gran parte fuera de mi control. Cumplí mi sentencia de prisión, pero estoy apelando mi condena penal para limpiar mi nombre. No rompí ni una sola de las reglas de libertad condicional del estado de Nueva York o de ICE”, prosigue Anna Sorokin. Algo de lo que, por supuesto, las autoridades estadounidenses no están seguras.
Preguntas desde una celda
“«El tribunal determina que, incluso si se le libera de la detención y se le ordena presentarse regularmente ante el ICE, la demandada tendría la capacidad y la inclinación de continuar cometiendo actos fraudulentos y deshonestos», dictaminó un juez de inmigración. «Ella claramente posee el conocimiento para hacerlo y no ha demostrado remordimiento». Lo siento, ¿estoy en juicio por esto otra vez?”, inquiere la presidiaria de actualidad por ¿Quién es Anna?
“No tiene sentido para mí seguir aquí mucho después de que hayan traído y liberado a numerosos delincuentes violentos (ladrones, violadores, posibles asesinos) y personas con una variedad de delitos graves de DUI [conducir bajo la influencia de sustancias] y hurtos mayores”, continúa Anna Sorokin. “¿No «poseen claramente el conocimiento» para volver a cometer los mismos delitos de los que han sido acusados antes, o se les aplican normas diferentes?”
Un capítulo que no veremos en ‘¿Quién es Anna?’
“Justo cuando pensaba que no podía empeorar, el 19 de enero, di positivo por COVID-19. Estoy segura de que viviré, pero no he estado tan enferma en años. La respuesta de la cárcel a una prueba positiva es encerrarte”, cuenta la estafadora sobre un capítulo que no se añadirá a ¿Quién es Anna? “La mayoría de las personas aquí se dieron cuenta rápidamente y dejaron de quejarse de los síntomas por temor a quedarse encerrados”.
“El personal insiste en usar las palabras «aislamiento médico», aunque no tiene nada de médico. A uno simplemente lo obligan a sentarse en una celda con un agujero en la puerta. Este lugar es como una placa de Petri para virus y bacterias. Lo único divertido es escuchar a los sargentos tontos inventar cincuenta formas diferentes de decirte que no”. Porque “no tienen suficiente personal y están cansados”.
Así, “no ha visto a un médico de verdad en más de cuatro años. Las enfermeras desdeñosas que sospechan que todos solo quieren drogarse y harían cualquier cosa para obtener medicamentos genéricos no cuentan”. Y Anna Sorokin termina preguntándose: “¿Seré juzgada para siempre por [lo que hice a] mis veinte años? ¿Hay algo más que podría haber hecho para cerrar este episodio? ¿Estaré atrapada para siempre en un pasado que no es del todo de mi creación sin tener la oportunidad de seguir adelante?” ¿Se siente como la mujer de la máscara de hierro?