Hay dos razones principales por las que **nos gusta que nos cuenten las aventuras de delincuentes y, sobre todo, de estafadores**: Podemos experimentar la transgresión de la ley de los estafadores ingeniosos en el cine y la literatura
la primera es que son sujetos que se limpian las botas con las leyes, y esa es una transgresión que nosotros no cometemos pero que podemos experimentar en su nombre a través de las narraciones que protagonizan, en el cine o en la literatura; y la segunda, que aquellos que se dedican a estafar y que parecen merecedores de una película y una novela, normalmente, poseen un ingenio digno de admiración. Un ingenio para engañar, sí, pero ingenio a fin de cuentas; y eso, por lo visto, lo valoramos al margen de si es empleado para lo que se considera bueno o para dañar a nuestros semejantes.
Uno recuerda al falso conde italiano Alessandro di Cagliostro, el mayor charlatán de todos los tiempos, y al joven estadounidense Frank Abagnale Jr., inmortalizado en Catch Me If You Can, la película de Steven Spielberg. Y otro del que deberíamos acordarnos es compatriota de Abagnale, y responde al nombre de Steven Jay Russell. Esta es su historia.
Por el amor de Phillip Morris
Steven Russell, que nació en septiembre de 1957 en Elizabeth City, pequeña localidad de Carolina del Norte, estaba infelizmente casado y era padre de una niña cuando decidió confesar que era homosexual, y ese fue el motivo de que, a comienzos de 1990, le despidieran en la empresa de servicios alimentarios en la que contaba con un puesto ejecutivo. Y según él, fue entonces cuando se vio abocado a la criminalidad. Abandonó a su familia, se mudó a Miami y comenzó a salir con un tal Jimmy Cambell.La primera condena de Russell fue por fraude, al haber fingido un accidente de un resbalón en un supermercado
Un tiempo después le condenaron por fraude a seis meses de cárcel en el texano Condado de Harris por fingir un accidente, como había hecho en otras ocasiones, de un resbalón en un supermercado. Pero en mayo de 1992, después de sólo cuatro semanas de internamiento, se escapó haciéndose pasar por un guardia tras cambiarse de ropa y conseguir un walkie-talkie.
Fue a cuidar de Cambell, enfermo de sida, pero este falleció tres semanas después de que volvieran a arrestar a Russell para restituirle a prisión, donde conoció a otro recluso gay llamado Phillip Morris, con una ele más que la mayor tabacalera del mundo. Morris se convertiría en su pareja y en un auténtico sino para él; aparte de la propia cárcel, quiero decir. No en vano, la película que Glenn Ficarra y John Requa rodaron sobre su vida en 2009, protagonizada por Jim Carrey y Ewan McGregor, no pudo titularse de otra forma que I Love You Phillip Morris.
Cuando ambos terminaron sus respectivas condenas, Russell falsificó su currículo y se hizo pasar por supuestos antiguos jefes suyos al teléfono para tomar una vacante de director financiero en la North American Medical Management o NAMM, una gran empresa estadounidense dedicada, entre otros negocios, a administrar redes de proveedores médicos. Allí deslumbró a todos con su impostura y malversó 800.000 dólares, pero su conducta ostentosa levantó sospechas y le cazaron. Así que Morris y él fueron llevados de regreso a su querida cárcel del Condado de Harris, y como Russell ya era visto como un recluso con riesgo de fuga, le impusieron una fianza de 150.000 dólares superior a lo que había robado.En su segunda fuga, se hizo pasar por un juez al teléfono, se rebajó la fianza y falsificó el documento de la libertad
Pero no fue una precaución suficiente: hizo una llamada telefónica a la oficina correspondiente del Condado desde la cárcel y, como un juez, se rebajó la fianza a 45.000 dólares y, para rematar, falsificó el documento con el que le concederían la libertad bajo fianza disminuida y se las arregló para que pareciese un envío real a la prisión. Cuando el sistema se hubo percatado de su estratagema, Russell ya se encontraba muy lejos.
Aunque más le hubiera convenido mostrarse tan astuto fuera de la cárcel como dentro de ella, porque le atraparon de nuevo en Florida, en un hotelito de West Palm Beach, sólo una semana después de su fuga: había telefoneado a unos amigos para pedirles dinero y las autoridades policiales lo detectaron.Salió de la prisión por la puerta principal con apariencia de médico en su tercera fuga
Tras ser condenado a cuarenta y cinco años a la sombra por el caso de la NAMM, volvió a las andadas para escaparse de la prisión texana de máxima seguridad en Huntsville, a la que le habían enviado: tiñó su uniforme blanco de verde sirviéndose de marcatextos de ese color en el baño de su celda y traspuso la puerta principal con apariencia de médico.
Llegó a pie a una casa alejada y persuadió a un tipo para que le llevase hasta la ciudad y, una vez allí, un taxi le dejó en Houston, donde localizó a Morris, que aún no había sido juzgado por el desfalco a la NAMM y no tenía muchas ganas de verle y le convenció de que se marcharan juntos a Biloxi, metrópoli del juego de Misisipi. Allí reconocieron a Russell durante uno de sus lances en un casino y le arrestaron, como a Morris poco después. Y regresaron a la cárcel de máxima seguridad con la sentencia aumentada.
Y fue entonces cuando se le ocurrió su obra maestra de la impostura: fingió los síntomas del sida, utilizando laxantes y echándole cuento, falsificó unos análisis médicos con una máquina de escribir para que constara que padecía la enfermedad, por lo que le otorgaron la libertad condicional para ir a morir a un ancianato. A continuación, telefoneó desde allí a la propia junta de libertad condicional de la prisión pretendiendo ser un doctor especialista en sida que solicitaba reclusos interesados en participar en un tratamiento experimental, para el que posteriormente se ofreció.Su obra maestra de la impostura fue fingirse enfermo de sida, hacer que le sacaran de prisión para morir y luego confirmar su fallecimiento
Como había organizado su recogida, abandonó Texas y, al poco tiempo, envió a la junta su propio certificado de defunción. Pero debía ocuparse de Morris, así que llamó por teléfono a la prisión de Huntsville como juez y creó una orden de arresto con el propósito de que trasladaran a su novio a una cárcel de Dallas, donde le visitó con un disfraz y las credenciales falsificadas del abogado de Morris. Y no tardó en descubrirse el pastel, pero cuando los Marshals, que le habían detenido en Biloxi, se presentaron en Dallas, Russell ya se había ido.
No supieron nada de él hasta marzo de 1998, cuando trató de obtener un préstamo de 75.000 dólares en el NationsBank de Dallas como un ricacho de Virginia. Los empleados del banco se dieron cuenta de que apestaba, por lo que avisaron a la policía. Pero Russell no se rindió tan fácilmente: fingió un infarto, por lo que le ingresaron en un hospital, colocándole un guardia frente a la puerta de su habitación; y entonces telefoneó desde su móvil, haciéndose pasar por un agente del FBI, y les instó a que le liberaran, cosa que, ay, hicieron.Russell es tan peligroso que hoy sólo sale de su aislamiento en la prisión durante una hora diaria para asearse y hacer ejercicio
Si habiendo llegado hasta aquí no os ha entrado la risa floja por la increíble capacidad de engaño de Steven Russell, sabed que luego fue detenido a primeros de abril del mismo año en su querida Florida, tras lo que le cayó una pena de 144 absurdos años en la prisión texana de Tennessee Colony; y a día de hoy se le puede encontrar en la Unidad Allan B. Polunsky de West Livingston, a la que fue trasladado en 2010. Únicamente sale de su aislamiento durante una hora diaria para asearse y hacer ejercicio. Parece que su época de ingeniárselas como impostor y escapista ha llegado a su fin. ¿O no?