El fin del Mesozoico, marcado por la extinción de los dinosaurios, ha sido un gran misterio durante mucho tiempo. Poco a poco se han ido colocando algunas piezas del rompecabezas, como que el meteorito en cuestión procedía en realidad de un cometa, en vez de un asteroide. O que la desaparición de estos animales fue algo progresivo, que comenzó mucho antes del impacto. Un impacto que sabemos que ocurrió hace 66 millones de años, milenio arriba, milenio abajo. Lo que no sabíamos hasta ahora es la época del año en que ocurrió. Pero ya tenemos una respuesta, gracias a un estudio publicado en Nature por un equipo internacional de científicos. Todo ocurrió en la primavera del hemisferio norte.
En el estudio se habla de la estación del hemisferio norte porque los fósiles estudiados se hallaron en un depósito ubicado en Dakota del Norte, en Estados Unidos.
Y lo más interesante es que los fósiles en cuestión no eran de dinosaurios, como podríamos haber imaginado. Las respuestas sobre su extinción las dieron otros animales que también sucumbieron ante el desastre: los peces. Todo esto es lo que han contado a los científicos.
Las consecuencias del meteorito
Antes de hablar sobre la época en la que tuvo lugar el desastre, no está de más recordar cuáles fueron sus consecuencias.
Se sabe que un gran meteorito, de unos 10 kilómetros de diámetro, impactó sobre la península de Yucatán, en México, a una velocidad de unos 30 kilómetros por segundo. Como resultado dejó un gran cráter y sacudió con fuerza la placa continental, provocando grandes olas masivas en los cuerpos de agua.
Se calcula que la energía cinética del impacto (la que se asocia con el movimiento) fue equivalente a mil millones de veces la bomba de Hiroshima. En las inmediaciones del lugar de la colisión se generaron vientos de 1.000 kilómetros por hora y terremotos devastadores.
Además, el calentamiento resultante provocó incendios que se calcula que alcanzaron hasta el 70% de los bosques del planeta. Y, por si todo eso fuera poco, se liberaron a la atmósfera gases que la hicieron prácticamente irrespirable. Los dinosaurios no aviares, o al menos lo que quedaba de ellos, sucumbieron al desastre. Pero también lo hicieron muchas otras especies. Concretamente un 76% de las especies de animales y plantas que poblaban por aquel entonces el planeta.
Como es normal con el impacto de un meteorito, se formaron multitud de esferas de vidrio y otros materiales, conocidas como esférulas de impacto. Estas son habituales cuando se produce el calentamiento súbito de materiales compuestos por silicatos. De hecho, recientemente se han encontrado dos especialmente grandes y traslúcidas en la Luna y se está estudiando qué proceso pudo ser el que las originó. En la Tierra hay muchas. Y un impacto tan colosal como el del ya conocido como impactador de Chicxulub no podía ser menos. Esto puede parecer un dato sin importancia, pero ha tenido mucho que ver en las pesquisas de estos científicos sobre la época en la que ocurrió la extinción de los dinosaurios.
Primavera, la estación de la extinción de los dinosaurios
Los protagonistas de este estudio no han sido los dinosaurios, sino los peces. Concretamente esturiones y peces espátula que murieron de forma masiva 60 minutos después del impacto del meteorito. ¿Y cómo saben que murieron en ese periodo de tiempo? Pues, precisamente, por las esferas de vidrio, ya que se encontró una gran cantidad de ellas incrustadas en sus branquias. Esto es algo que pudo comprobarse gracias a una técnica conocida como análisis por rayos X de sincrotrón y que demostró que los peces murieron inmediatamente después de respirar esas esferas.
Sabiendo esto, se realizaron dos tipos de análisis. Por un lado, se sabe que los huesos de estos peces pueden dar información sobre su edad de un modo similar a como lo hacen los anillos en los troncos de los árboles. Según explican los autores en un comunicado, analizando la densidad y el volumen de las células óseas, llegaron a la conclusión de que “estaban en aumento, pero aún no habían alcanzado su punto máximo durante el año de la muerte”.
Por otro lado, se tomó el fósil de un pez espátula y se sometió a un análisis de isótopos de carbono estables. Esta técnica consiste en analizar los niveles de los diferentes isótopos de carbono, que son átomos de este elemento con masas ligeramente distintas.
Generalmente, el carbono entra en la cadena alimentaria de los animales a través de la fijación de CO2 que las plantas que se comen han realizado durante la fotosíntesis. O también las algas. Algunos de estos organismos fotosintéticos tienen una mayor composición de carbono-13 y otras de carbono-12. Y esto se extrapola a los animales que se las comen y los animales que se comen esos animales. En este caso, se sabe que cuando hay una mayor cantidad de zooplancton disponible, los esturiones y peces espátula se alimentan preferiblemente de él. Y este contiene una mayor cantidad de carbono-13. Pero esa disponibilidad es estacional. Por eso, comprobar qué cantidad de carbono-13 habían obtenido estos peces a través de su dieta nos puede contar en qué época del año se encontraban.
Ese momento de mayor disponibilidad de zooplancton tiene lugar entre primavera y verano, con su punto álgido en verano. Por eso, al comprobar que había un aumento de carbono-13, pero que no se había alcanzado el clímax, pudieron concluir que la muerte se produjo en primavera. En el hemisferio norte, claro, puesto que fue ahí donde se encontraron los fósiles.
Una peor recuperación en el hemisferio norte
Ya sabemos que el mesozoico acabó un día de primavera en el hemisferio norte. Y de otoño en el sur.
Esto también es importante, puesto que se ha comprobado que los ecosistemas saqueados por el impacto del meteorito se recuperaron mucho mejor en el hemisferio sur. Es algo que tiene sentido, ya que en primavera las diferentes especies se encontraban en pleno apogeo de su etapa reproductiva. Es una época mucho más delicada. En cambio, en el sur estaban preparándose para el invierno, por lo que, aun siendo igualmente devastador, coger impulso para levantarse no fue tan complicado. Estaban más curtidos allí abajo. Al fin y al cabo, se acercaba el invierno.