Ya está aquí la segunda temporada de Raised by Wolves, la serie de Ridley Scott para HBO Max después de que la primera sorprendiese a la audiencia. La que se había anunciado como una serie de ciencia ficción de alta factura, terminó por ser un recorrido oscuro y brillante sobre el género. Pero también una experiencia emocional. Scott usó sus mejores ideas sobre la distopía y la relación de la inteligencia artificial con el hombre. En realidad, el argumento abarca mucho más que eso. Y de hecho, está interesado  – y se hace preguntas de extrema crueldad – sobre el origen de la vida y la condición de lo humano. Todo desde el punto de vista de una cierta frialdad existencialista. ¿Estamos destinados a sobrevivir en cualquier circunstancia? ¿Es esa supervivencia algo más que un instinto? 

Como otras tantas historias semejantes, Raised by Wolves reflexiona sobre la pérdida de la civilización, la muerte y al final, la búsqueda de la esperanza. Pero lo hace desde el mismo punto de vista de la singular Prometheus (2012) del director. Al igual que la película, la serie intenta profundizar en el hecho que el destino humano está atado a sus creaciones. Que de una u otra manera, hay un lazo casi de violenta dependencia con androides y criaturas construidas para sustituir la inteligencia humana. Pero también a una idea perenne más antigua sobre lo atávico, lo religioso y la necesidad de humanizar el poder.

En especial, la serie está más interesada que cualquier otra producción al estilo en los engranajes que empujan a la mente humana hacia regiones complicadas. El cuestionamiento sobre qué nos hace humanos y que nos aleja de esa percepción, fue una constante en la primera temporada. Raised by Wolves encontró su siniestra respuesta en el hombre mismo. 

No hay monstruos al acecho fuera del módulo que los androides Padre y Madre (Amanda Collin y Abubakar Salim) cuidan con celo. Hay seres humanos enfurecidos y aferrados a la idea de la religión, la creencia y un tipo deformado de fe. De nuevo, es el dilema de la ciencia en contra de lo simbólico (esta vez llevado a una dramática dirección), lo que sostiene el argumento. Fue esa batalla a ciegas, entre lo que sobrevive y las tinieblas de un temor atávico, el punto más alto de la primera temporada. 

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De regreso al hostil mundo prometido en la segunda temporada de 'Raised by Wolves'

Para la segunda temporada de Raised by Wolves, el conflicto central se mantiene. Solo que ahora se analiza con una nueva profundidad y desde terrenos novedosos. Por supuesto, la idea de los supervivientes de la raza humana vuelve a estar presente desde sus primeras escenas. Pero esta vez ya no se trata de la lucha por mantener el ADN de una nueva colonia. Ahora el peligro llega desde una idea cada vez más dura. ¿Quiénes son los sobrevivientes? ¿Por qué ahora Kepler -22 b es más peligroso que nunca? 

El planeta fue un mero escenario por descubrir en la primera temporada. Pero en la segunda temporada de Raised by Wolves toma proporciones de misterio y también de amenaza peligrosa que envuelve a los personajes poco a poco. La serie toma el riesgo de cambiar el tono y el sentido de lo que Kepler -22 b puede ser. Eso permite a sus personajes comprender que más allá de la idea de la supervivencia y del deber orgánico son expedicionarios.

Si en la primera temporada Scott había reformulado preguntas existencialistas sobre la vida como punto originario, en la segunda temporada de Raised by Wolves las responde. El mundo es algo más que un lugar que habitar y por tanto, la experiencia de Kepler- 22 b, no es un batalla por la vida. Es una por la permanencia. Una que además, elabora y sostiene una consciente consideración sobre el bien y el mal que habita a los seres vivos. 

El hombre contra el hombre en paraje desconocido

¿Necesitamos creer en dioses, en esperanzas rotas o recién nacidas? Mientras el grupo de seis sobrevivientes y sus “padres” avanzan por el planeta, es más evidente que nunca que Scott juega con las expectativas. Kepler 22 b ha cambiado. De ser una promesa, en la segunda temporada de Raised by Wolves ahora hay toda una biodiversidad y espacios peligrosos.

Es la tierra, sin duda, una versión primitiva y recién nacida. Es la promesa para los que quieren repoblar y asumir la raza humana puede sobrevivir. Pero ahora el problema es más complicado: apenas seis personajes van a luchar por encontrar su lugar en este nuevo mundo. Un lugar que pondrá a prueba la idea de lo biológico, de lo nacido por la propia fuerza de la naturaleza y lo creado. Para Scott, en esta ocasión la idea sobre la moral es algo menos elemental y sí más relacionado al dolor. Pero en especial, a la esperanza que se rompe poco a poco. 

Ya los niños y sus padres no son colonos. Están en la búsqueda de un lugar en la historia de un planeta que conquistar. Y eso es la premisa de una serie que acaba de encontrar su tono y forma. Una notoria concepción de lo esencial de la vida reconstruida hacia ciertos espacios de oscuridad total.