La lejía es un gran desinfectante que no falta prácticamente en ningún hogar. Tal es su poder de desinfección que incluso algunos líderes políticos, como Donald Trump, han llegado a preguntarse si podríamos usarlo para combatir enfermedades. Al fin y al cabo, si desinfecta superficies, ¿por qué no iba a desinfectar nuestro organismo? En su momento todo esto nos pareció muy gracioso, pero no se aleja de la realidad de algunas personas. Y es que durante las últimas décadas el uso de sucedáneos de la lejía, como el MMS o el CDS, ha cobrado gran fama para el tratamiento de todo tipo de enfermedades. Incluso se han llegado a crear grupos en plataformas como Telegram, en los que enfermos de patologías tan graves como el cáncer intercambian consejos sobre estos remedios milagrosos.
La historia de uno de estos grupos de Telegram la destapó recientemente en Twitter Luis Santamaría, investigador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). A través de capturas de pantalla, mostró algunos mensajes que hielan la sangre de cualquiera. Personas con tumores en estadios muy avanzados preguntando cómo tomar lejía. Porque el MMS y el CDS no dejan de ser eso. Y es importante contarlo. Es importante darlo a conocer porque esas personas no tienen culpa de nada. Solo tienen miedo al sufrimiento y a la muerte, uno de los miedos más viscerales y humanos que existen. Aprovecharse de ese miedo para hacer negocio es inhumano y es precisamente lo que hacen muchos naturistas y gurús de estas sustancias que todo lo curan.
¿Pero en qué consisten exactamente el MMS y el CDS? ¿Por qué decimos que es lejía si no es exactamente la misma sustancia que usamos para limpiar? Y, más importante aún, ¿qué pasa si una persona con cáncer o con cualquier otra enfermedad prueba a tomarlos? Esto y mucho más es lo que vamos a tratar en este artículo.
¿De dónde salieron el MMS y el CDS?
Tanto MMS como CDS son, en realidad, formas diferentes de llamar al dióxido de cloro (ClO2). El término “suplemento mineral milagroso” (MMS por sus siglas en inglés) lo acuñó en 2006 Jim Humble, en su libro The Miracle Mineral Solution of the 21st Century. Según cuentan tanto él como sus seguidores, Humble fue un ingeniero de la NASA, que llegó a trabajar en algunos proyectos secretos, relacionados también con bombas atómicas. Harto de su trabajo, decidió dar un giro de 180º a su vida para dedicarse a la minería. Y fue así como se supone que descubrió este gran remedio.
Ocurrió en 1996, cuando estaba trabajando en una prospección minera en busca de oro en Guyana. Varios de sus compañeros enfermaron gravemente de malaria. Él, sin saber qué hacer, optó por darles agua con dióxido de cloro. Llevaba este compuesto encima para desinfectar el agua que bebían y pensó, siguiendo la analogía del ex presidente estadounidense, que a lo mejor les desinfectaba a ellos. Y lo logró. Poco después estaban todos sanos y salvos.
Así, supuestamente, cuando volvió a casa comenzó a investigar diferentes dosis y formatos en los que se podía administrar el dióxido de cloro. Y nació el MMS. Pero no curaba solo la malaria. De repente era tan todopoderoso que podía curar casi cualquier cosa, fuese o no una enfermedad infecciosa. Ahí la analogía de desinfectar el organismo dejaba de tener sentido, pero las incoherencias nunca vienen solas. Casi paralelamente nació también el CDS, pues vienen a ser básicamente lo mismo, aunque este último es un poco menos puro.
Sí, son lejía
La lejía que usamos comúnmente en nuestros hogares para limpiar es hipoclorito de sodio (NaClO) disuelto en agua. Por este motivo, los férreos defensores del MMS y el CDS aseguran que es un error decir que se trata de lejía. Sin embargo, sí que hay motivos para considerarlos como tal. “No se encuentra una definición oficial de lo que es una lejía (bleach) en la IUPAC, ya que se trata de un término que es muy amplio, y puede englobar a un elevado número de substancias”, explica a Hipertextual la catedrática de química inorgánica de la Universidad de Cádiz Ginesa Blanco. “Sin embargo, de una forma más genérica, una lejía sería una substancia química que actúa como blanqueante y que suele tener capacidad biocida y esterilizante. Por ejemplo, así se define en medios más generalistas, como la Encyclopaedia Britannica.
Cabe destacar que la IUPAC es la Unión Internacional de Química Aplicada, una sociedad encargada del desarrollo de los diferentes estándares para nombrar productos químicos. Por lo tanto, no hay una definición oficial para la lejía dentro de estos estándares. Ni una que afirme que el dióxido de cloro es lejía, ni una que descarte que lo sea. Sí que se corresponde con la definición de la Encyclopaedia Britannica, pues cumple todos los requisitos que menciona. No olvidemos que en su historia, fuese real o no, Humble lo llevaba para desinfectar el agua.
Por otro lado, Blanco hace referencia a la relación que tiene el término lejía con la presencia de cloro en su fórmula:
“Habitualmente, las lejías han estado ligadas a la presencia de cloro. De hecho, la primera substancia que se utilizó como lejía fue el Cl2 , aunque debido a su peligrosidad (es un gas muy corrosivo), se descartó su uso directo en cuanto se tuvo disponible una alternativa. Una clasificación que se suele usar para este tipo de substancias se basa en el hecho de producir (o ser) cloro libre, Cl2, no producirlo aunque contengan átomos de cloro, o estar totalmente libre de cloro en su composición”.
Ginesa Blanco, catedrática de química inorgánica.
El dióxido de cloro y, con ello el CDS y el MMS, se incluiría en aquellas que contienen cloro, pero no lo producen en reacción. De hecho, según nos cuenta la catedrática de la Universidad de Cádiz, este es el motivo por el que se usa ampliamente. Que no genere cloro gaseoso es una ventaja, pero también cuenta con desventajas, como que es un gas muy explosivo que, por razones de seguridad, debe generarse in situ.
De todos modos, con tecnicismos o no, si se alerta tanto de que se trata de lejía no es por inconveniencias de la RAE. Es porque su consumo es tan peligroso como el de la lejía que tenemos en casa. Si nadie se toma un chupito de desinfectante del hogar, tampoco debería hacerlo con MMS o CDS. Y en esto, de nuevo, la clave está en la química. “Habitualmente la capacidad blanqueante y biocida viene ligada al hecho de que las lejías suelen ser compuestos fuertemente oxidantes, aunque no es necesario”, señala Blanco. “También existen substancias que pueden ser clasificadas como lejías y son agentes reductores”.
Una sustancia oxidante es aquella que oxida a otra al reaccionar con ella. Esto quiere decir que arranca electrones a sus átomos. La sustancia reductora, en cambio, hace lo contrario, cediéndole electrones.
Sea como sea, esto supone un desequilibrio poco saludable para nuestras células. En el caso del dióxido de cloro, es mucho más oxidante que el hipoclorito sódico al que comúnmente llamamos lejía. Nos pasamos la vida hablando del peligro de los radicales libres, pues su capacidad oxidativa juega un papel clave en el envejecimiento celular. Y también en la aparición de enfermedades como el cáncer. Si vemos esto como algo perjudicial, ¿qué puede tener de beneficioso beber un compuesto químico famoso por su gran capacidad oxidante? Ese es el problema de que el MMS y el CDS sean lejía.
Telegram como altavoz de la desinformación
La ciencia en general y la medicina en particular tienen la gran ventaja de que pueden salvarnos la vida. Pero también el inconveniente de que a veces no pueden. Es triste, pero es cierto. Hay enfermedades para las que la medicina aún no ha encontrado una cura. O, si lo ha hecho, no logra el éxito en el 100% de los casos. Por eso, a veces los seres humanos preferimos aferrarnos a las certezas. A algo que nos prometa la salvación por encima de todas las cosas. Eso nos hace alejarnos de la ciencia, incluso de la verdad y la coherencia. ¿Pero qué más da si con ello alargamos nuestra existencia?
Es una reacción de lo más normal, fruto de la desesperación. Pero por desgracia también es un pretexto del que se han aprovechado muchas personas sin corazón a lo largo de la historia, lanzando remedios que prometen lo imposible. Y entre ellos, por supuesto, se encuentran el MMS y el CDS.
Hay quien lo ofrece por puro negocio. Pero también quien cree firmemente en su eficacia. Muchas veces ocurre como con la homeopatía o las flores de Bach. Es una cuestión de fe. Si durante años tomas unas gotas de MMS con el desayuno y rara vez enfermas, posiblemente lo achaques a eso. No a que haces ejercicio físico, no fumas, tomas una dieta adecuada y tienes una buena herencia genética. En ese caso, posiblemente comenzarás a darle difusión, primero entre tus personas más cercanas. Pero después también a través de altavoces como el grupo de Telegram del que habla Luis Santamaría en su cuenta de Twitter.
Según ha explicado a este medio el experto en sectas, se trata de un grupo con más de 5.500 miembros. En este se aconseja el consumo de CDS y MMS de forma específica para el cáncer. No obstante, recuerda que existen multitud de grupos de este tipo más generalizados, dirigidos a cualquier afección. Menciona concretamente uno con 40.700 personas, otro con 30.800, otro con 13.500 y otro con 13.300. Aun así, como bien recalca Santamaría, todos ellos “responden a una pequeña parte de esta realidad”.
Negocios que se alimentan del miedo
Como ya hemos visto, la búsqueda de certezas cuando nuestra salud peligra es muy humana. Nos hace vulnerables y es una situación de la que se aprovechan los vendehumos. Y esto, en el caso de los pacientes de cáncer, es algo muy común.
“Muchos de ellos pasan por tratamientos complejos y en ocasiones largos, con efectos secundarios severos y todos, en mayor o menor medida, se enfrentan a la incertidumbre y las diversas amenazas que una enfermedad como el cáncer representa”, relata Miguel Mediavilla, psicólogo experto en psicooncología y cuidados paliativos de la Asociación contra el Cáncer de Cantabria. “No solo en cuanto a la salud, sino, por ejemplo, en lo relacionado con el trabajo, la economía, la sexualidad, la vida social… Amenazas que se extienden de una u otra forma, con frecuencia, a la familia”.
Por eso, el experto añade que “no es difícil que la persona busque o pruebe presuntas alternativas que prometen certezas y soluciones milagrosas que además en muchas ocasiones están al alcance de un simple clic en internet”.
Es una vulnerabilidad tangible. Se ve, está muy clara, y por eso las personas que promocionan pseudoterapias como el MMS o el CDS saben que pueden ser buenos clientes. “Se aprovechan de la vulnerabilidad y eso es mezquino”, sentencia Mediavilla. “Algunas de esas personas pueden creer que el producto, la técnica o la terapia que venden es adecuada, pero eso no les exime de culpa. No basta con creer, tiene que haber una evidencia, un control y una seguridad y nadie debería ofrecer un remedio que no cumpla esos criterios”.
Pero, por supuesto, también hay vendedores que saben que aquello que promocionan no es inocuo. “Son personas que conocen perfectamente el contexto de vulnerabilidad del enfermo y que utilizan de manera perversa y espuria su empatía para sus propios intereses, la mayor parte de las veces puramente económicos”.
Y eso es algo que podemos ver en grupos como los que cuenta Santamaría. Muchas veces son los propios pacientes los que se aconsejan entre ellos, confiados de que realmente funcionará. Otras, en cambio, aparecen personas que se promocionan como naturistas o practicantes de otras pseudoterapias, pontificando sobre el tema. Y, por supuesto, dando una falsa sensación de fiabilidad. “He podido ver la autopromoción de gente que practica la naturopatía, homeopatía, magnetoterapia, acupuntura, ozonoterapia, flores de Bach, etc.”, ejemplifica el especialista en sectas.
Además, cuenta que en estos grupos es común encontrar a personas que defienden pseudoterapias o corrientes que niegan la propia existencia del cáncer, como la biodescodificación. En definitiva, estos grupos de Telegram son dañinos a muchos niveles. Y es algo que puede verse en mensajes textuales como “a mi madre le detectaron cáncer en los conductos biliares, ¿existe algún protocolo para esto?”. O “tengo cáncer, me han realizado dos cirugías, estoy a punto de terminar la radioterapia… ¿podría ser candidata para el uso de CDS?”.
La lejía es muy peligrosa para pacientes con cáncer
El CDS y el MMS se toman generalmente en dosis muy bajas. Básicamente, por eso los consumidores no mueren en el acto. Aun así, no deja de ser peligroso para cualquier persona. Especialmente afecta al estómago, pudiendo causar vómitos y diarreas que continuados en el tiempo pueden ser muy graves. No obstante, muchos defensores de su consumo los venden como una señal de que todo va bien. Aseguran que el cuerpo se está limpiando. Esta es una atrocidad, sobre todo teniendo en cuenta que en algunas webs sobre el tema se recomienda tomarlo cada 15-30 minutos en pacientes con enfermedades crónicas.
Pero eso no es todo. En estudios con monos, se ha visto que el dióxido de cloro puede afectar a la función de la glándula tiroides. Y también reducir los niveles de los linfocitos T4, que son células clave en el funcionamiento del sistema inmunitario.
Todo esto demuestra lo grave que puede ser para pacientes con cáncer dejarse llevar por su consumo. Lo más grave sería que dejaran la quimioterapia, convencidos de que los remedios milagrosos serán más efectivos. Afortunadamente, al menos en los grupos de Telegram que ha visto Santamaría, no ha encontrado a nadie recomendando esto. No obstante, señalan que los tratamientos médicos oncológicos pueden ser algo complementario, colocando el MMS como el tratamiento principal. A veces, tratan la medicina de forma despectiva, con comentarios como “yo tomo CDS diariamente para disolver lo que los facultativos de la Seguridad Social llaman metástasis”.
Pero el dióxido de cloro es peligroso para pacientes con cáncer incluso si se mantiene la quimioterapia. “MMS y CDS pueden producir efectos adversos graves, como diarrea y vómitos, que pueden confundirse con efectos adversos de los tratamientos oncológicos y conllevar reducción de dosis, demoras de tratamientos e incluso suspensión de los mismos”, relata a Hipertextual el jefe de sección de oncología médica del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, David Vicente Baz. ”Además, desconocemos las interacciones que puedan tener con los medicamentos oncológicos, muchos de ellos con un rango muy concreto de seguridad”.
De hecho, el oncólogo recuerda que los pacientes de cáncer “deben consultar con su médico y farmacéutico todos los productos que toman, aunque para ellos puedan parecer inocuos”. Y es que, según cuenta, algunas interacciones pueden llegar a ser incluso mortales.
También Miguel Mediavilla ha comentado en este aspecto. “Los pacientes deben huir de cualquier práctica o remedio que no figure en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud”, advierte. “En caso de duda, hay que consultar con el oncólogo o con nuestra asociación, por ejemplo, a través del teléfono de INFOCÁNCER, el 900 100 036”.
¿Qué hacemos si un familiar con cáncer cae en las pseudociencias?
A veces puede ser el propio entorno del enfermo de cáncer el que le aconseja acudir a pseudoterapias como el MMS. ¿Pero qué hacemos si ocurre al contrario? ¿Cómo podemos explicar a nuestro ser querido que eso a lo que se aferra no le va a ayudar?
Para Mediavilla es muy importante ser asertivos con esta persona, “ponerle en alerta acerca de los peligros de la pseudoterapia en cuestión y pedirle que lo consulte con su oncólogo, el profesional de enfermería o psicooncólogo”. O también pueden pedir ayuda a asociaciones especializadas. En este punto, cita la asociación en la que él trabaja, así como la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas. En esos lugares pueden ayudarnos a manejar la situación con el tacto necesario.
“Tengamos en cuenta que muchas de estas pseudoterapias tienen comportamientos sectarios y tienden a provocar la separación de la persona de su entorno familiar. En este sentido, es fundamental no reforzar esos acercamientos ni mucho menos estimularlos. Pero, al mismo tiempo, mostrarnos cercanos a la persona, fomentar la confianza mutua desde la asertividad y mostrarnos dispuestos a acompañarle a buscar soluciones dentro de los márgenes de la medicina basada en la evidencia o las asociaciones reconocidas”.
Miguel Mediavilla, psicólogo experto en psicooncología
Esa puede ser un arma infalible para vencer a las pseudociencias. Contra los negociadores del miedo, el apoyo de las personas más cercanas puede ser vital. Tan vital como la ciencia.