Año nuevo, vida nueva. Ha llegado el momento de hacerse esos propósitos de año nuevo que se cogen con muchas ganas y que en más de una ocasión ya se han desechado a mediados de enero. Uno de ellos suele ser el objetivo de adelgazar, a base de dieta y deporte. Es un objetivo loable, pues tanto el ejercicio físico como la buena alimentación son esenciales para tener una vida saludable. Sin embargo, por lo que estos hábitos se suelen desechar tan rápido es porque a menudo se intentan conseguir a base de tácticas inadecuadas. Es, por ejemplo, el caso de las dietas basadas en alimentos con calorías negativas.
Se supone que estos son aquellos cuyo aporte energético es menor que la cantidad de calorías que se consumen para ingerirlos. No hacen falta muchos conocimientos de matemáticas para saber lo bien que suena eso. Si solo tomásemos alimentos con calorías negativas, nunca engordaríamos. ¡Todo lo contrario!
No obstante, como cualquier otra panacea relacionada con la alimentación, no es tan bonita como la pintan. Es más, puede llegar incluso a ser perjudicial si se toma muy a rajatabla. Ahora bien, dejando para más tarde si son o no apropiadas en una dieta para adelgazar, ¿existen realmente las calorías negativas?
De las calorías a las calorías negativas
Antes de hablar de calorías negativas, debemos entender qué son las calorías.
Se trata de un término que se usa para hacer referencia a la cantidad de energía que aporta un alimento con su consumo. También se puede hablar de gasto de calorías cuando nos referimos al consumo de energía que llevamos a cabo, por ejemplo, practicando ejercicio. Pero no solo eso. En realidad nuestro cuerpo consume energía con otras muchas funciones, como dormir o incluso digerir los alimentos.
Aunque popularmente se habla de calorías y, de hecho, existe una unidad de medida con este nombre, en realidad cuando hablamos de alimentos el término correcto es kilocalorías. Según ha explicado a Hipertextual el dietista-nutricionista deportivo Esteban Picón, esta energía se calcula a partir de una técnica, conocida como calorimetría indirecta. “Se miden los gases que se generan cuando se quema un alimento y a partir de esos gases se estiman sus calorías”. En realidad, la unidad con la que se realizan estos cálculos es la kilocaloría y por eso sería el término adecuado. De hecho, si miramos cualquier etiqueta alimentaria veremos que la energía viene indicada con la unidad Kcal. Sin embargo, popularmente se usa el término caloría y, en palabras de Picón, “todos nos entendemos”.
¿Qué pasa con las calorías negativas?
Una vez que tenemos claro lo que son las calorías en general, llega el turno de las calorías negativas.
Se conoce como alimentos con calorías negativas a aquellos en los que el proceso de masticación y digestión supone un gasto energético mayor que el aporte del alimento en sí. El apio es el más famoso de esta lista, con 14 kcal por cada 100 gramos. Pero en ella se incluyen también otras frutas y verduras como el brócoli, el pepino, el pomelo o las zanahorias. En general son alimentos con un alto contenido en agua que, ciertamente, aportan muy pocas calorías. Estrictamente incluso podría decirse que la definición es correcta. Sin embargo, no es algo tan sencillo, básicamente porque no podemos basar nuestra dieta en apio, pepino y pomelo. Y menos mal.
Son alimentos muy sanos, pero no aportan ni proteínas, ni grasas saludables ni otros muchos nutrientes necesarios. Incluirlos en nuestra dieta puede ser un acierto si van acompañados de otros alimentos, pero por sí solos no sirven de nada y, entonces, se acaba la gran ventaja de las calorías negativas. “Una dieta basada únicamente en alimentos con supuestas calorías negativas tendría un aporte energético extremadamente bajo, provocando que la persona esté constantemente cansada, con falta de concentración y probablemente de mal humor”, explica Picón. “Además, sería una alimentación monótona, insípida y, lo más importante, muy poco saludable”.
También hay quien habla de determinados trucos para aumentar el gasto energético de digerir ciertos alimentos. Por ejemplo, comer más deprisa o variar su temperatura. Sin embargo, el nutricionista consultado por este medio recuerda que para aprovechar bien los nutrientes es recomendable comer despacio y masticar bien los alimentos. Y, en cuanto a la temperatura, las conclusiones de los estudios que se han realizado sobre este tema “no son concluyentes” en ninguno de los casos.
También se habla del modo en que se obtiene el alimento. Por ejemplo, si para comerte un tomate vas tú directamente al invernadero a recogerlo, gastarás más energía que si lo sacas de una bandeja de plástico comprada en el supermercado. Pero aquí lo que entra en juego es el ejercicio físico. Centrémonos en eso y no en si los alimentos aportan o no calorías negativas.
Pongamos el foco donde procede
El principal problema de basar la dieta en las calorías negativas, además de todo lo ya comentado, es que seguimos obsesionados con contar calorías. Lo que hace una dieta más o menos saludable no es la cantidad de calorías que aportan los alimentos que la componen, sino la calidad nutricional de los mismos.
Generalmente los alimentos con calorías negativas son frutas y verduras, por lo que serán saludables. “No son importantes porque tienen pocas calorías, son importantes porque nos hidratan con su alto contenido en agua, nos sacian gracias a la fibra dietética y, además, nos aportan una gran cantidad de vitaminas y minerales que no podemos conseguir a través de otros grupos de alimentos”.
En cambio, un aguacate es un alimento muy calórico y eso no lo hace menos saludable. Está claro que si comemos más calorías de las que gastamos engordaremos, y al revés, pero la solución no es comer solo alimentos de los que tienen supuestas calorías negativas. Eso nos generaría una gran desnutrición.
Por eso, tanto Picón como el resto de expertos en nutrición lo tienen claro:
“Los dietistas-nutricionistas siempre hemos defendido que no se puede sostener una alimentación saludable si te obliga a estar permanentemente pensando en las calorías de cualquier alimento antes de comer. Las calorías son importantes, pero no se puede vivir contándolas”.
Esteban Picón, dietista-nutricionista
En definitiva, el gasto energético que nos interesa no es el que realizamos masticando. Sino el asociado al ejercicio físico. Es con ese balance con el que debemos jugar si necesitamos perder peso. Y siempre guiados por un especialista, por supuesto. Por lo demás, si solo queremos estar sanos, lo último que deberíamos hacer es abusar de las calorías negativas. Y es que, con gran seguridad, acabaríamos consiguiendo el efecto contrario.