Las catástrofes suelen generar un miedo, unas veces más irracional que otras, a que algo parecido o peor pueda volver a ocurrir. Lo hemos visto con el coronavirus, por ejemplo. Desde que apareció en nuestras vidas, tendemos a temer que un caso aislado de cualquier virus de nombre exótico, más que conocido anteriormente por los científicos, pueda volver a convertirse en pandemia. Y por si fuera poco, algunos medios de comunicación no ayudan nada en ese aspecto. Ahora, llega el turno de los volcanes. Tras la erupción del volcán de La Palma, el miedo ante una nueva erupción ha comenzado a aflorar, tanto en las Islas Canarias como en la Península. ¿Pero qué probabilidad hay realmente de que esto último ocurra?
Hemos llegado a ver titulares que afirman que algunos volcanes peninsulares preocupan a los expertos; cuando, en realidad, los expertos bastante tienen con lo que tienen en La Palma.
Sí, es cierto que hay volcanes en la Península Ibérica. En la zona española de la misma, hay unas cuantas regiones volcánicas, en las que resulta inevitable pensar ahora. Pero, con la ciencia en la mano, generalmente no hay motivos para preocuparse por ellos. Veamos por qué.
Los volcanes de la Península
En la zona peninsular de España hay cinco zonas volcánicas: Cabo de Gata, en Almería, Cofrentes, en Valencia, el Campo de Calatrava, en Ciudad Real, las Islas Columbretes, en Castellón, y La Garrotxa, en Girona. La mayoría de ellas son zonas inactivas. ¿Pero a qué hacemos referencia al hablar de la actividad de un volcán?
Según fuentes académicas consultadas por Hipertextual, en este aspecto los volcanes se pueden dividir en tres grupos: activos, durmientes y extinguidos. “Los primeros tienen erupciones frecuentes (a escala histórica, cientos o miles de años), los segundos hace tiempo que no hacen erupción, pero no se descarta que en el futuro lo hagan (decenas de miles o incluso unas pocas centenas de miles de años) y los terceros son los que no han hecho erupción durante la historia humana (no hay un límite fijo, pero digamos que a partir de los 500.000-600.000 años)”.
Volviendo a los volcanes de la Península, de las zonas mencionadas anteriormente solo hay dos que no se consideran inactivas: La Garrotxa, ubicada en la localidad de Olot, y los Campos de Calatrava de Ciudad Real. No podrían enmarcarse en ese grupo porque son los únicos en los que, supuestamente, hay rastros de erupciones durante el Holoceno. Es decir, en los últimos 11.700 años. Sin embargo, el geólogo con el que nos hemos puesto en contacto nos cuenta que hay cierta discusión académica con respecto a los Campos de Calatrava. “Las dataciones más jóvenes, que probarían que está activo (unos 6.000 años), son muy polémicas, ya que están basadas en una datación indirecta de un material cuya relación con las lavas no está clara”, señala. “Hay investigadores que han obtenido dataciones más antiguas, de unos 700.000 años”.
Incluso los de Olot también generan cierta controversia. Estos están aceptados como durmientes. No obstante, no está claro cuándo tuvieron lugar las últimas erupciones. Se sitúan entre el Pleistoceno Medio y el Holoceno Temprano. El problema es que obtener edades jóvenes con métodos radiométricos suele ser muy controvertido, porque plantea múltiples problemas de interpretación, así que es complicado saber el periodo algo más exacto con seguridad. De cualquier modo, “la buena conservación de los edificios volcánicos en esta región sí que sugiere que son muy recientes”.
¿Podrían despertar de su letargo?
Vale, sí, la mayoría de volcanes de la Península llevan millones de años sin actividad. Pero estamos en 2021, todo puede pasar. O al menos eso tememos. ¿Podría alguno de ellos volver a la vida?
“Aquí depende de la escala de tiempo de la que estemos hablando”, aclara el experto. “A escala humana, digamos unos pocos miles de años, es poco probable que un volcán extinguido se active de nuevo. A escala geológica (millones de años), puede pasar cualquier cosa”.
Eso para los inactivos. ¿Pero qué pasa con los durmientes, como los de La Garrotxa? “No puede descartarse, pero por suerte, los volcanes suelen dar señales de vida antes de despertarse y es posible que se pudiera prevenir”. Con esto hace referencia a temblores de tierra, emisión de ciertos gases o cambios en la altura del terreno, por ejemplo. Incluso si no se estuviese haciendo una monitorización de la zona, la actividad sísmica sería tan importante que daría un toque de atención como el que dio la Cumbre Vieja en La Palma..
De todos modos, cabe destacar que, aun considerándose durmientes los volcanes de Olot, no se cree que vayan a erupcionar en un futuro cercano. “A ver, nunca se puede ser tajante en ciencia, pero no tiene pinta de que vaya a hacer erupción en un futuro próximo (en escala de tiempo humana)”.
En definitiva, nunca digas nunca. Unos pocos volcanes de la Península podrían despertar de su letargo, sí, pero es altamente improbable. Hay catástrofes y accidentes mucho más probables que nos preocupan mucho menos, por lo que deberíamos dejar a un lado el efecto mediático e intentar relajarnos al respecto. Porque no, los volcanes de la Península no preocupan a los expertos. Por lo tanto, tampoco deberían preocuparnos a nosotros.