La erupción del volcán de La Palma está dejando multitud de daños materiales a su paso. De momento, miles de personas han sido evacuadas de sus hogares. Además, más de cien viviendas se han visto afectadas, algunas de ellas literalmente engullidas por la lava. ¿Pero qué pasa con la salud de los seres vivos? Los daños que puede causar la lava, a más de 1.000ºC de temperatura, o los fragmentos de roca que salen despedidos del volcán están más que claros. Sin embargo, tampoco debemos olvidarnos de los gases tóxicos que se han liberado a la atmósfera.
En declaraciones a la cadena SER, el alcalde de la localidad de El Paso pedía recientemente a sus vecinos, ya evacuados, que se mantuvieran a cubierto, para evitar inhalar los gases. También el director del Grupo de Geociencias de Barcelona, Joan Martín, recordaba en La Vanguardia los peligros que suponen estas sustancias tóxicas.
Es peligroso para las personas, pero también para los ecosistemas circundantes, tanto los acuáticos como los terrestres. La peligrosidad de todo esto depende de muchos factores, algunos de los cuales apenas han empezado a cuantificarse. Sin embargo, está claro que, en mayor o menor medida, suponen un riesgo al que se debe prestar mucha atención.
Gases tóxicos tras una erupción
Tras una erupción como la del volcán de La Palma se liberan a la atmósfera multitud de gases. Los hay de todo tipo, desde dióxido de carbono hasta sulfuro de hidrógeno, pasando por cloruro de hidrógeno, sulfuro de carbono, metano o hidrógeno gaseoso. Algunos, como el dióxido de carbono o el metano son gases de efecto invernadero, con todo lo que eso supone para la atmósfera. Pero, además, algunos gases tóxicos afectan gravemente a la salud de las personas y los animales. Sobre todo algunos, como el dióxido de azufre.
En un estudio de 2007, se analizaba cómo influyen estas sustancias, tanto en la salud como en el medio ambiente y se concluía que, en realidad, esto es algo que depende de cada volcán. Especialmente hay tres parámetros que se relacionan con la gravedad de estas emisiones. Estos son la distancia a la que se encuentra el volcán de los ecosistemas y las zonas pobladas, la viscosidad del magma y la concentración de los gases.
De cualquier modo, aunque haya unos más peligrosos que otros, en general todos afectan a los mismos niveles. Según la Red Internacional de Peligros para la Salud Volcánica (IVHHN por sus siglas en inglés), está claro que los principales síntomas serán a nivel respiratorio. Por ejemplo, un estudio publicado en 2009 sobre la influencia en la salud de las erupciones del Kilauea señala que estas están vinculadas a un aumento de síntomas como tos, flema, rinorrea, dolor y sequedad de garganta, congestión sinusal, sibilancias, y bronquitis. Lógicamente, el efecto es más grave en personas con enfermedades como el asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Pero también, por ejemplo, en fumadores.
Más allá de los efectos respiratorios, desde la IVHHN señalan que en las zonas cercanas a los volcanes también pueden aumentar los casos de enfermedades cardiovasculares, enfermedades cerebrovasculares y patologías oculares. Además, el gran estrés que supone puede afectar a la salud mental de los vecinos. Todo esto puede minimizarse propiciando las medidas de seguridad que ya se están empleando con el volcán de la Palma. Por ejemplo, manteniendo a las personas evacuadas en lugares resguardados y facilitando ayuda psicológica a quien lo necesite. Hay medidas, pero es importante seguirlas para estar a salvo.
También afecta al medio ambiente
Junto con los gases tóxicos se liberan otras sustancias, como determinados compuestos orgánicos o metales pesados, como el mercurio, el oro y el plomo.
Todo esto puede afectar muy negativamente a los ecosistemas, especialmente a los acuáticos, si se liberan en masas de agua. Por eso, es importante recurrir a medidas como el uso de matrices poliméricas, capaces de retirar estas sustancias de las aguas contaminadas.
Otro dato curioso que se ha estudiado en otras erupciones volcánicas ha sido la disminución de las precipitaciones en unos lugares y el aumento en otros. Esto se debe a que los sulfuros liberados se transforman en las capas altas de la atmósfera en partículas de sulfato capaces de desviar la radiación solar. Esto supone un gran enfriamiento que ha generado fenómenos como el famoso año sin verano. Se le dio este nombre al año 1816, pues varias erupciones volcánicas en años anteriores, como la del Mayon de Filipinas en 1814 y la del monte Tambora en 1815, propiciaron un largo invierno, incluyendo los meses de verano en el hemisferio norte. Aquel lóbrego clima inspiró a Mary Shelley para escribir su famoso Frankenstein. No obstante, no fue una situación agradable.
Mucho después, los científicos han comprobado que algunas grandes explosiones volcánicas podrían haber generado también un desplazamiento de las precipitaciones, provocando fenómenos extremadamente secos o húmeros. Esto se debe a que al bajar la temperatura hay menos evaporación de agua en la atmósfera y, por lo tanto, menos lluvias en los lugares de los que se desvió la radiación.
Sin embargo, esto solo se aplicaría a las erupciones más explosivas de la historia. Por lo que posiblemente no sea el caso del volcán de La Palma.
¿Qué sabemos del volcán de La Palma?
Desde que tuvo lugar la erupción del volcán de La Palma la prioridad ha sido poner a salvo a los vecinos. Por eso, aún es pronto para tener cifras concretas sobre los efectos de los gases tóxicos.
Aunque ya tenemos algunas. Por ejemplo, hoy mismo el Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN) ha anunciado que las primeras estimaciones sobre la cantidad de dióxido de azufre liberado se encuentran entre 6.000 y 9.000 toneladas diarias. Un motivo más para no cesar en la recomendación a la población de mantenerse alejada y a cubierto.
La vista del volcán de La Palma es fascinante a la par que terrorífica. No obstante, acercarse para verla mejor puede ser una temeridad por muchos motivos. Mejor conformarse a base de fotos y vídeos.