Los viajes al espacio pueden provocar daños en el cerebro. En realidad, no son daños graves. Al menos no si la estancia no se alarga demasiado. Sin embargo, un nuevo estudio, publicado recientemente en JAMA Neurology por científicos de varios centros de investigación alemanes y rusos, muestra un dato que debemos tener muy en cuenta. Sobre todo si siguen en marcha los objetivos relacionados con el turismo espacial o la colonización de nuevos lugares en el espacio.
Los datos para esta investigación se tomaron de cinco cosmonautas que permanecieron en la Estación Espacial Internacional durante 169 días. Se les tomaron muestras de sangre, tanto antes como después, y se analizaron diversos marcadores asociados al daño en el cerebro.
Así, pudieron ver que, efectivamente, las células cerebrales habían sufrido las consecuencias de este ambiente tan diferente al terrestre. ¿Pero por qué fue? Eso es algo que todavía no se sabe, aunque estos científicos ya tienen algunas teorías.
Los peligros de los viajes al espacio
En 1972, los astronautas de la misión Apollo 17 se encontraban de vuelta en la nave espacial cuando uno de ellos, Harrison Schmitt, respiró algo de polvo lunar que habían arrastrado accidentalmente hasta allí. Inmediatamente empezó a estornudar, mientras sus ojos se humedecían y un fuego ardiente subía por su garganta. Fue una de las primeras personas en sufrir en sus carnes los peligros tangibles de caminar por la Luna.
Pero no solo nuestro satélite entraña riesgos. En general, los viajes al espacio pueden afectar a la salud a muchos niveles. Se ha visto que producen problemas de visión, alteraciones de la microbiota intestinal, cansancio y pérdida de masa muscular y ósea, entre otros efectos. Todo eso sin contar los problemas psicológicos que puede llevar esta reclusión si se alarga mucho en el tiempo.
Lo que no se había estudiado hasta ahora es la forma en la que los viajes espaciales pueden provocar daños en el cerebro. Y sí, también existen estos riesgos.
¿Qué daños en el cerebro se producen?
Para la realización de este estudio, se tomaron muestras de sangre a los cinco cosmonautas veinte días antes de su viaje al espacio y de nuevo un día, una semana y tres semanas después de su vuelta a la Tierra.
El objetivo era comparar los niveles de cinco biomarcadores cuya relación con los daños en el cerebro son bien conocidos. De hecho, algunos están involucrados en el transcurso de enfermedades como el alzhéimer o el párkinson.
Los marcadores en cuestión eran los neurofilamentos ligeros (NFL), la proteína ácida fibrilar glial (GFAP), la tau total (T-tau) y dos proteínas beta amiloides.
Así, comprobaron que para tres de ellos, NFL, GFAP y la proteína beta amiloide Aβ40, los niveles aumentaron mucho tras su estancia en la Estación Espacial Internacional.
No lo hicieron en todos los cosmonautas simultáneamente, pero a lo largo del tiempo pudo verse en cada uno de ellos. Era la primera vez que se observaban signos de daños en el cerebro causados por viajes espaciales, por lo que serán necesarios más estudios para saber nuevos datos, como el motivo que los origina.
Podría ser por la ingravidez, pero también por cambios en los líquidos del cerebro o incluso por factores estresantes asociados a los riesgos que entrañan el despegue y el aterrizaje.
Saber todo esto es importante para intentar prevenirlo. Estos cosmonautas han estado 169 días en la Estación Espacial Internacional, pero en el futuro, sobre todo cuando se logren hitos como llevar a los humanos a Marte, los periodos de tiempo podrían ser mucho más largos. Y en unas condiciones bastante hostiles. Antes de llegar ahí, es necesario controlar los pasos previos. Como suele decirse, no se puede aprender a correr antes de salir andando.