Sobre el año 545 dC, los Mayas construyeron una pirámide en un enclave conocido actualmente como San Andrés, en El Salvador. Nada de esto sería raro si no fuese porque aquella pirámide maya se construyó apenas unos años después de la erupción de un volcán, aprovechando algunos de los materiales que habían sido expulsados por él.
Es algo totalmente inusual. Como desgraciadamente comprobarán en breve los habitantes de La Palma, los terrenos que han sido engullidos por las coladas de lava se convierten en lugares inhóspitos. Y también las zonas cercanas. Nada se puede sembrar o criar allí. Por eso, lo lógico sería pensar que quienes sobrevivieron a la erupción se marcharon de allí durante un tiempo.
Pero no, un estudio publicado recientemente en Antiquity por Akira Ichikawa, de la Universidad de Colorado Boulder, demuestra que al menos volvieron para construir la pirámide maya conocida como estructura de Campana. Y, como a veces es cierto que si no puedes vencer al enemigo lo mejor es unirte a él, decidieron resignarse ante lo perdido y aprovechar los materiales que había expulsado el volcán para, literalmente, resurgir de sus cenizas.
La mayor erupción de volcán en 10.000 años
La erupción del volcán Ilopango, en Tierra Blanca Joven (TBJ), tuvo lugar en lo que hoy es El Salvador, hacia el año 539 dC.
Se expulsaron hasta 18 kilómetros cúbicos de piroclastos, que son esos fragmentos sólidos de material volcánico que salen despedidos tras la erupción. La lava se extendió por decenas de kilómetros y la ceniza cubrió 10.000 kilómetros cuadrados, en algunos lugares dejando capas de 50 centímetros de grosor.
En aquella época no existía la posibilidad de predecirlo, o al menos intuirlo, como ha ocurrido con los avisos sísmicos del volcán de La Palma. Por eso, la erupción, que se considera una de las más grandes de los últimos 10.000 años en El Salvador, debió pillar desprevenidos a los habitantes de la zona. Se calcula que pudieron morir todas las personas que vivieran en un área de 1.000 kilómetros cuadrados y que multitud de ciudades mayas serían arrasadas y sepultadas por la lava.
Ante esta situación, lo lógico sería pensar que quienes quedaron con vida se marcharon lejos, durante mucho tiempo. Pero no fue así.
Piroclastos para una pirámide maya
La pirámide maya de Campana se encuentra a 40 kilómetros del volcán Ilopango, en el valle de Zapotitán. Está construida sobre una plataforma de 6 metros de alto, 80 metros de largo y 55 metros de ancho. En cuanto a la pirámide, tiene unos 13 metros de alto. Además, consta de cuatro terrazas y una gran escalera central.
Es una estructura colosal sobre la que puso su atención Ichikawa. Quería analizar su estructura, los materiales de los que estaba compuesta y, por supuesto, su antigüedad. Y al hacerlo se llevó algunas sorpresas.
Para empezar, que los constructores mayas emplearon para su construcción una mezcla de piedra tallada, tierra y bloques tallados en piroclastos. Algunos de estos materiales se sometieron a la datación por radiocarbono, dando lugar a la segunda sorpresa: la pirámide maya se construyó entre los años 545 y 570 dC. Podría haber sido solo 6 años después de la erupción del volcán. O, como mucho, en unas pocas décadas.
Esto se sostendría mucho mejor con la teoría de algunos científicos de que en realidad la erupción del Ilopango tuvo lugar sobre el 400 dC, o incluso antes. No obstante, según declaraciones de Ichikawa recogidas por Live Science, la reciente datación por radiocarbono de árboles de El Salvador indica que fue más tarde, en la fecha antes señalada.
Todo esto explicaría por qué los volcanes gozan de un gran significado espiritual en la cultura maya. Porque su ira incontrolable es capaz de sacudir cualquier rastro de vida en miles de kilómetros a la redonda. Pero a su vez pueden poner los cimientos para la construcción de un nuevo templo.