La quimiofobia es un hecho. No importa cuántos expertos en nutrición y seguridad alimentaria insistan en que deberíamos poner el foco en ingredientes insanos, como el azúcar o las grasas saturadas. Aún son muchas las personas que siguen teniendo miedo a los aditivos. La era de los influencers tampoco ha ayudado mucho, pues no es raro ver a importantes instagramers o youtubers de la vida healthy explicando la importancia de vigilar que no haya muchos códigos con la letra E en las etiquetas de lo que nos comemos. Y lo peor es que todo esto es algo que viene de lejos. Concretamente, de una lista de aditivos alimentarios que cobró gran fama en los años 70.
En ella se podían ver de forma muy detallada los aditivos más peligrosos que podríamos encontrar en los alimentos. Según el encabezado, estaba respaldada por el hospital de la población francesa de Villejuif. De hecho, es así como se la conocía: la lista de Villejuif. A España también llegó, aunque con un aire más nacional, pues en nuestro caso la información provenía supuestamente del Hospital de Majadahonda.
Ni qué decir tiene que lo que decía aquella lista era totalmente falso. Pero veamos cómo se originó y si realmente tuvo algo que ver con el citado centro sanitario galo.
La lista de aditivos alimentarios que todos tenían en su frigorífico
La lista de aditivos alimentarios de Villejuif nació en 1973. En ella no solo se citaban las sustancias que supuestamente deberíamos evitar. También algunas marcas de productos en las que se encontraban.
Según cuenta el tecnólogo alimentario Miguel Ángel Lurueña en su libro Que no te líen con la comida, llegó a cobrar tanta fama que incluso muchas familias la tenían en la puerta de su nevera. Así, podían consultar las etiquetas en todo momento para asegurarse de no consumir nada peligroso. Se alertaba que muchos de esos aditivos podrían producir cáncer, entre otras enfermedades graves, por lo que la población entró en pánico.
Sin embargo, pronto el Hospital de Villejuif alertó que no tenía nada que ver con su contenido. Tampoco el de Majadahonda, en España, reconoció la autoría de su versión de la lista de aditivos alimentarios.
Que se desvincularan no es para menos, pues el documento en realidad era una sarta de incoherencias. Por ejemplo, señalaba como muy peligroso el aditivo E-330, más conocido como ácido cítrico. Sin embargo, esta es una sustancia totalmente inocua que se encuentra naturalmente en ciertas frutas, como el limón. En el lado opuesto está la ausencia de aditivos que sí deberían haber estado. Es el caso de algunos colorantes, cuyo uso terminó prohibiéndose por los riesgos que suponían.
Pero si no había científicos detrás de esta lista de aditivos alimentarios. ¿Quiénes fueron sus autores?
La parte más curiosa de la historia de la quimiofobia
Con el tiempo, se supo que los autores de aquella lista de aditivos alimentarios eran los trabajadores de una compañía fabricante de refrescos que acababan de ser despedidos. Como venganza a los que habían sido sus jefes, decidieron incluir en la lista la mayoría de aditivos de las bebidas de la marca. Así, sus ventas caerían a marchas forzadas.
Pero no solo afectaron a esa empresa. Ya había cierto recelo a los aditivos después de la Segunda Guerra Mundial, pero esta lista sembró la semilla de un miedo que aún sigue creciendo casi 50 años después. Dando origen, de esta manera, a una quimiofobia creciente.
Hoy en día se sabe que la lista de Villejuif no era más que un bulo, pero la quimiofobia está muy arraigada en la sociedad. Tendemos a confundir un alimento con aditivos con uno que no es saludable. Y, en realidad, muchas veces es así. Por lo general, los productos con cantidades altas de azúcar o grasas saturadas suelen tener muchos aditivos. Pero el problema no son los aditivos. Son los otros ingredientes. Por eso, debemos perder ya el miedo a esos códigos con la letra E. Gracias a los aditivos, los alimentos que comemos hoy en día son los más seguros de la historia. Y lo natural también te puede matar. Que no se nos olvide.