Puede que el anime esté atravesando una de sus mejores épocas de la historia. El género tiene audiencias en casi cualquier parte del mundo. Las historias están llegando a diversos públicos y, tecnología mediante, se cuenta con una serie de herramientas que permiten mejorar las adaptaciones de los mangas o las nuevas propuestas. Un boom

A esto se suma el auge del streaming, un cambio en los hábitos de consumos que se preveía a largo plazo y que la pandemia de la COVID-19 aceleró. Cada vez se ve más anime y hay mayor diversidad de historias. Sin embargo, esa demanda también es un arma de doble filo: los estudios trabajan a toda marcha y los animadores, exhaustos, "no le ven el queso a la tostada". 

Fenómenos como Demon Slayer (Kimetsu no Yaiba), Ataque a los titanes (Shingeki no Kyojin) o Death Note impactan en el manga y en el anime. El caso de Demon Slayer tiene una resonancia aún mayor. Su influencia en la industria ya no solo se asocia a las historietas y a Netflix, sino también con el cine, rompiendo récords y movilizando audiencias.

¿Qué dicen los números?

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Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba

De acuerdo con Parrot Analytics, empresa enfocada en el estudio de medios de comunicación y plataformas, la demanda de anime aumentó de forma significativa. El incremento no es sólo Japón, amo y señor del manga y del anime.  El estudio “Animation Landscape Update: Spotlight on Anime” indica que el interés hacia el anime aumentó a escala global. Entre mayo de 2020 y abril de 2021, la atención se incrementó de la siguiente manera: 

Estados Unidos: 100%
Brasil: 36,9%
Canadá: 32,5%
China: 30,5%
Reino Unido: 27,9% 
Alemania: 27,9% 
México: 26,6%
Rusia: 26,4%

Estos no fueron los únicos países evaluados y que también manifestaron un crecimiento. Sin embargo, los datos esconden uno más importante marcado en el informe: en Estados Unidos hay una brecha de más de 30% entre la demanda de anime de las audiencias y la oferta de contenido disponible.

La crisis del éxito

YouTube video

Esa brecha entre la demanda y la oferta, que quizá no solo se produce en Estados Unidos, representa una crisis en el sector. El auge del anime está reclamando más de lo que pueden ofrecer. En ese escenario influyen distintos factores. Durante la más reciente edición de “Ani-May”, un evento con distintas ponencias sobre el género y la industria, se detalló en relación con los motivos del crecimiento y, también, de su coyuntura actual.

De acuerdo con lo reseñado por Señal News, entre las razones expuestas por los especialistas destaca el desarrollo del streaming. A los canales tradicionales se suma el espacio que distintas plataformas, como Netflix o Crunchyroll, dan al género. Netflix está desarrollando contenidos propios mientras que Crunchyroll se dedica de forma exclusiva a la difusión de anime.

¿Qué genera esto? Los seguidores tradicionales cuentan con más opciones para ver anime y, a su vez, es más fácil captar nuevos fans. Durante “Ani-May” se planteó el caso de los padres que heredan a los hijos esos hábitos de consumo. Ese interés multigeneracional no se puede satisfacer con facilidad. 

De acuerdo a lo registrado por Señal News, el desarrollo de un nuevo anime desde cero hasta su etapa de difusión lleva, en promedio, dos años. Ese tiempo hay que ubicarlo dentro de las dinámicas de consumo actuales, marcadas por la inmediatez y una competencia agresiva para captar audiencias. Eso obliga a las productoras a establecer nuevas estrategias. 

MAPPA Studio, la empresa encargada de animar la temporada final de Ataque a los titanes (Shingeki no Kyojin), comenzó a producir la segunda parte del final mientras emitían la primera. Esa dinámica de trabajo hizo posible que, a los pocos minutos de estrenar el último episodio de la primera parte, anunciaran que habría una segunda y que llegará entre finales de 2021 y principios de 2022. 

El auge del anime, cómo no, guarda relación con el del manga. Uno y otro se retroalimenta porque, en no pocos casos, quien lee una historia luego quiere verla animada y viceversa. Sobre el manga, un detalle: 2020, pese a todas las limitaciones derivadas por la crisis sanitaria global, fue el año de más ganancias para la industria desde 1978.

A estas dinámicas, propias del universo de los medios de comunicación y la tradición manga-anime, se suma otro factor: las adaptaciones a los videojuegos. Si bien éstas escapan de los estudios de animación, contribuyen a generar nuevos seguidores, a sumar más gente en la fila que espera una nueva temporada o nuevas narrativas para seguir viendo. 

El otro lado del anime:
los animadores

Anime

Desde hace años la industria del anime genera millones de dólares a favor. La producción de historias involucra a distintas variantes, como el desarrollo de películas, la venta de derechos para adaptaciones a videojuegos o en plataformas más grandes, así como la música y el merchandising. La caja registradora se abre y cierra con frecuencia.

Sin embargo, hay una disparidad entre las ganancias totales de la industria y los beneficios que reciben los animadores. Ellos son los encargados de representar las historias, cuadro por cuadro, que luego son vistas por miles de personas. Son conocidos en el sector como “genga-man”. 

Este gremio, de acuerdo con la Asociación de Creadores de Animación de Japón, pasó de ganar un promedio de 29 mil dólares al año a percibir 36 mil dólares durante 2019. A simple vista, no parecen datos tan alarmantes. La sorpresa se presenta cuando se comparan con los ingresos de los trabajadores residenciados en Estados Unidos: su promedio de ganancias anual fue de 75 mil dólares.

Para llevar esas cifras a términos actuales y diarios, se denuncia que un animador puede ganar 200 dólares al mes. Por su parte, la industria registra ganancias anuales por sobre los 20 mil millones de dólares. A esto se suman otros factores, como las malas condiciones de trabajo, el nivel de exigencia que en varias ocasiones influye de forma negativa en la salud de los empleados y el acoso en redes sociales que algunos han recibido. 

Este contexto también fue abordado en “Ani-May”. Los analistas, teniendo en cuenta el volumen de la demanda y la exigencia que eso implica, resaltaron la necesidad de que las productoras y los creativos tengan más control sobre los contenidos.  Esto, en oposición a la práctica de ceder ante plataformas globales. ¿Será posible?