La última escena del episodio “Power Broker” (1x03) de Falcon y el Soldado de Invierno (The Falcon and the Winter Soldier, desde 2021), la segunda serie con la que Disney Plus está expendiendo el Universo Cinematográfico de Marvel tras WandaVision (Jac Schaeffer, 2021), mete inesperadamente en la misma a Wakanda, el reino africano que conocimos más a fondo en Black Panther (Ryan Coogler, 2018), como trama secundaria.
Así, para el comienzo del capítulo 4, “The Whole World is Watching” (1x04), deciden tirar de ese hilo; y profundizan en el modo en que Bucky Barnes (Sebastian Stan) logró sacar de su mente torturada la programación de Hydra, que tantos males le había empujado a ocasionar y que supone la razón comprensible del remordimiento que le atenaza.
Uno, como espectador, de veras agradece que el showrunner Malcolm Spellman (Empire), la directora Kari Skogland (El cuento de la criada) y compañía, tras la antorcha del productor ejecutivo Kevin Feige (X-Men), hayan optado por ofrecernos una secuencia de flashback semejante.
Porque ayuda a hacer más inteligible y verosímil la evolución de este protagonista de Falcon y el Soldado de Invierno; porque nos brinda una parte de su historia, la del tiempo que pasó en Wakanda, que solamente habíamos entrevisto en la segunda escena poscréditos de Black Panther y en otra de Avengers: Infinity War (Joe y Anthony Russo, 2018); y porque le procuran a Sebastian Stan (El diablo a todas horas) una oportunidad estupenda de lucirse con una interpretación de gran intensidad.
La ambigüedad de los personajes de ‘Falcon y el Soldado de Invierno’
A continuación, confirman que Ayo (Florence Kasumba), una de las guerreras Dora Milaje de Wakanda, se ha presentado en Riga para echar el guante a Helmut Zemo (Daniel Brühl). Un inquietante individuo que todavía puede sorprendernos por los recursos que demuestra tener para conseguir sus fines, cosa que hace en este episodio de Falcon y el Soldado de Invierno (Falcon and the Winter Soldier) en más de una ocasión.
Como Sharon Carter (Emily VanCamp), de la que nos gustaría que nos explicasen en qué consiste el tinglado que ha construido en la peligrosa isla de Madripoor; e incluso si esto esconde un secreto mayor. Y lo que entraña un mérito indiscutible es que logren que John Walker (Wyatt Russell), el nuevo Capitán América, tan distinto al afable Steve Rogers (Chris Evans), nos caiga bastante peor que el barón sokoviano.
Hasta el punto de que la lección imprescindible que le dan las Dora Milaje con Ayo a la cabeza nos resulta muy satisfactoria; tanto como la injusta actitud de la misma con Bucky Barnes nos entristece.
Pero, en cualquier caso, uno no puede negar que le agrada que los guionistas se esfuercen para mostrarle al público en Falcon y el Soldado de Invierno a unos personajes ambiguos, ni del todo heroicos ni hasta las trancas en la perversidad, algunos de ellos atrapados en una tesitura compleja y confusa por la que deben afrontar decisiones difíciles y otros que se mantienen ambivalentes por enigmáticos o que se debaten al borde de la villanía.
Desde Karli Morgenthau (Erin Kellyman), el propio John Walker, Helmut Zemo, Sharon Carter y, sí, Sam Wilson (Anthony Mackie) y Bucky Barnes en cierto sentido.
Un clímax adelantado para el conjunto de la trama
La secuencia final, para la que se reserva la acción más sostenida y alejada de toda la necesaria discursividad previa, es un buen ejemplo de tensa elaboración que asciende hasta un clímax terrible.
Y en las implicaciones de este último se unen todos los hilos de la trama de Falcon y el Soldado de Invierno: la triste legitimación de la lucha de los Sin Banderas ante la brutalidad obvia que los oprime, las dificultades en el empeño de los superhéroes para intentar solucionar el conflicto, la razón de Helmut Zemo sobre los supersoldados, la ruptura de los diques mentales que retrasaban el definitivo descenso a los infiernos de un lamentable sustituto y, claro, la caída de un símbolo planetario ante la mirada del mundo entero. Y qué estómago nos deja el plano contrapicado de cierre.