Uno de los problemas de salud pública más graves a los que se enfrenta la humanidad son las crecientes resistencias a antibióticos que muestran cada vez más bacterias. De seguir la actual tendencia, las bacterias resistentes podrían ser la primera causa de muerte en el mundo para 2050 según la OMS. En la actualidad, se calcula que más de 700.000 personas fallecen cada año por infecciones que no responden a antibióticos. En España, se estima que son más de 35.000 las muertes provocadas por esta razón.
Urge, por tanto, investigar y desarrollar nuevas terapias eficaces contras las bacterias multirresistentes. Sin embargo, existe un escaso interés económico en este campo: en 2018, 15 de las 18 farmacéuticas más grandes del mundo habían abandonado la investigación en este terreno para dedicarse a medicamentos más rentables.
Las grandes recomendaciones
Más allá de la investigación científica para buscar nuevos tratamientos frente a bacterias multirresistentes, las autoridades sanitarias han establecido una serie de medidas y recomendaciones para retrasar la aparición de nuevas resistencias antibióticos. En primer lugar, nunca deben consumirse estos fármacos para infecciones virales como gripes o resfriados.
Los antibióticos son completamente inútiles contra los virus y abusar de ellos para estos casos solo lleva a un mayor riesgo de provocar nuevas resistencias. Además, para garantizar el uso racional de estos medicamentos, su dispensación a pacientes en las farmacias debe ser única y exclusivamente con receta médica. Por otra parte, los antibióticos sobrantes deben devolverse a la botica para evitar una posterior automedicación o la administración a otras personas sin respaldo del médico. En cuanto al ámbito de la ganadería, se han establecido medidas para reducir el uso descontrolado de antibióticos en la cría de ganado.
Entre las diversas recomendaciones sanitarias para minimizar el riesgo de resistencias bacterias existe una ampliamente repetida a la población general: hay que finalizar el consumo de antibióticos según los días prescritos por el médico y no antes, aunque nos encontremos bien. Si se dejan de tomar antes de tiempo, se incrementa el riesgo de que la infección vuelva a aparecer y de que la bacteria a tratar genere resistencias. Esta idea se encuentra ampliamente extendida en la cultura popular de todo el mundo. La realidad, sin embargo, es más compleja que esta simple recomendación y no está justificada en bastantes ocasiones. ¿Qué nos dice la ciencia sobre esta cuestión?
La mayoría de duraciones se establecieron arbitrariamente y no a partir de estudios
7, 10 o 14 días de tratamiento con antibióticos... ¿En qué datos clínicos se basan estos periodos de tiempo para "garantizar" un tratamiento adecuado frente a infecciones bacterias?
Pues, como han ido demostrando recientemente múltiples ensayos clínicos, gran parte de estas duraciones se establecieron hace tiempo de forma arbitraria y no se evaluaron en su día, de forma comparativa, cuáles podían ser las duraciones óptimas para el tratamiento de diferentes tipos de infecciones. Las farmacéuticas responsables de la comercialización de antibióticos tenían un escaso interés en averiguar si tratamientos antibióticos más cortos podían ser igualmente efectivos, ya que, de ser así, esto implicaría una disminución importante de las ventas de estos medicamentos.
¿Qué datos nos muestran los ensayos clínicos en los que se evalúa la eficacia de diferentes duraciones de tratamientos con antibióticos? En primer lugar, se observa que en la mayor parte de los casos las personas que sufren infecciones no complicadas en el ámbito cotidiano (no en hospitales) los tratamientos antibióticos más cortos eran igual de efectivos a la hora de curar y evitar la reaparición de la infección que aquellos más largos y tradicionalmente establecidos como los recomendados.
En un artículo publicado en la revista científica Canadian Pharmacists Journal se recogen los resultados de múltiples ensayos clínicos. Así, por ejemplo, se detectó que para tratar celulitis, 5 días de uso de antibióticos eran tan buenos como 10, para neumonías, 5 días de antibióticos eran tan efectivos como 7 o 10 días, para infecciones en el riñón (pielonefritis), 7 días de consumo de antibióticos aportaban los mismos beneficios que 10 o 14. Sí que había ciertas excepciones donde el tratamiento largo era el recomendable como en el caso infecciones crónicas o complicadas (de válvulas cardíacas o de huesos) o en pacientes con faringitis por estreptococos o en niños menores de 2 años con otitis media. En la actualidad, sigue habiendo pocos datos sobre la duración óptima de tratamiento con antibióticos en pacientes con inmunodepresión.
Los tratamientos más cortos no llevan a más resistencias, sino lo contrario
Una de las principales consecuencias de que gran parte de los tratamientos con antibióticos se hayan establecido con una duración arbitraria es que su uso es más largo de lo recomendable. Esto implica por un lado, una exposición más prolongada a los antibióticos que incrementa la presión selectiva sobre las bacterias. Lo que, a su vez, potencia las resistencias a antibióticos. Cuanto más tiempo tome una persona antibióticos, más posibilidades hay de que alguna bacteria desarrolle, por azar, resistencias a los antibióticos consumidos. Por otra parte, con una duración más larga del tratamiento con antibióticos también incrementa el riesgo de efectos adversos.
Entre los riesgos más graves destaca la posibilidad de padecer una infección por la bacteria Clostridium difficile, que tiene una elevada mortalidad asociada. Este microorganismo se encuentra, de normal, en el tracto intestinal de muchas personas sin causar ningún problema. Sin embargo, determinadas circunstancias como el consumo de antibióticos pueden mermar la microbiota intestinal (mal llamada "flora intestinal") haciendo que esta bacteria prolifere sin control y provoque graves problemas de salud. Además, los tratamientos con antibióticos innecesariamente largos suponen un gasto importante e inútil para los sistemas sanitarios.
Antibióticos: a por más investigación
La investigación científica sobre antibióticos debe seguir averiguando cuáles son las duraciones óptimas para tratar infecciones y los médicos deben actualizar sus pautas de tratamiento basándose en las nuevas evidencias y en las características del paciente y su infección. Los antibióticos son un recurso natural extremadamente valioso y no renovable para enfrentarnos a las bacterias y debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para hacer un buen uso de ellos.
No debe haber lugar para dogmas simplistas, sino para la ciencia. Como explican investigadores en enfermedades infecciosas en la revista médica The BMJ: Ya es hora de que las autoridades sanitarias y los médicos dejen de repetir el mensaje de que acortar el tratamiento de antibióticos contribuye a potenciar las resistencias a antibióticos porque multitud de ensayos clínicos nos están diciendo justo lo contrario.