Solo las personas con útero saben lo que es el dolor menstrual y podrían saber en algún momento de sus vidas lo que es parir. Esta última es una de las situaciones más dolorosas que puede atravesar el ser humano. Sin embargo, por esos actos involuntarios que nos infunde el machismo, se suele considerar que las mujeres son más tendentes a exagerar el dolor. Tanto, que a menudo se les pautan tratamientos incorrectos, dando más importancia a los psicofármacos que a los analgésicos.
Es algo que ya se observó en un estudio publicado en 2016, en el que se analizaron las diferencias en la percepción de un dolor exagerado y uno real. Por lo general, los participantes confiaron menos en las declaraciones de dolor de las pacientes femeninas que se les mostraron, considerando que tendían a ser más exageradas.
Ahora, a aquellos resultados se unen los de otro estudio, publicado recientemente en The Journal of Pain por un equipo internacional de psicólogos. En él, se realizaron dos experimentos dirigidos a comprobar cómo evalúa un observador el dolor de una persona, simplemente por sus expresiones faciales. Los resultados, de nuevo, dejaron mucho peor paradas a las mujeres, demostrando que el machismo está más presente en estos ámbitos de lo que nos gustaría creer.
El machismo oculto en la infraestimación del dolor de las mujeres
Afortunadamente, algunas formas de machismo han disminuido mucho en los últimos años. No obstante, la discriminación a las mujeres sigue estando muy a la orden al día, a veces tan oculta que ni siquiera nos damos cuenta.
Ocurre por ejemplo con la investigación científica. Aunque cada vez se busca más la paridad en este aspecto, muchos estudios siguen realizándose mayoritariamente sobre una población masculina. Incluso los ensayos con animales en muchas ocasiones se realizan solo con machos.
Todo esto puede llevar, por ejemplo, a que a las mujeres se les pauten dosis de fármacos calculadas para pacientes masculinos. También es común que los síntomas que se dan a conocer de determinadas enfermedades sean los que normalmente afectan a los hombres. Por ejemplo, se suele contemplar que uno de los primeros síntomas de un infarto es el dolor en el pecho, que se extiende hacia el brazo izquierdo. Sin embargo, las mujeres suelen experimentar otros signos, como dolor en el estómago, la mandíbula y la espalda o las náuseas.
Por si todo esto no fuera suficiente, también hay machismo en el modo en el que se interpreta el dolor de las mujeres. Es algo que se ve, por ejemplo, con el dolor menstrual.
El dolor menstrual indica que algo no va bien
Aunque es normal tener algunas molestias durante la menstruación, el dolor menstrual intenso, a veces incluso incapacitante, es indicador de que algo va mal en el organismo.
Sin embargo, muchas personas menstruadoras siguen sufriendo que se las llame exageradas y que apenas se las revise cuando se quejan por ello. Esto a menudo retrasa el diagnóstico de multitud de patologías, como la endometriosis o los ovarios poliquísticos.
Todo esto se debe a que, quizás por ideas arraigadas por el machismo, muchas personas siguen pensando que los hombres son más resistentes al dolor. Y eso se puede ver claramente en estudios como el publicado recientemente.
Machismo, psicofármacos y analgésicos
Este último estudio consta de dos partes. En la primera, se mostró una serie de imágenes a 50 voluntarios, ninguno de ellos sanitario. En todas ellas se veían pacientes reales afectados por dolor crónico en el hombro.
Se le pidió a los participantes que puntuaran del 1 al 100 cómo de intenso consideraban que era el dolor de cada uno. A pesar de ser casos similares, los hombres obtuvieron de media 2’45 puntos más que las mujeres. Puede parecer poco, pero resulta significativo. Además, es digno de destacar que en la inmensa mayoría de casos se pusieran los hombres por encima. No es machismo premeditado, pero sí una consecuencia del mismo con la que seguimos batallando sin ni siquiera darnos cuenta.
A continuación, se repitió el procedimiento, esta vez con 197 participantes, entre los que ya sí se incluyeron sanitarios. Por otro lado, si bien antes no había personas que sufrieran dolor crónico, esta vez sí que formaban un 50% del total de voluntarios.
Se les volvieron a mostrar las imágenes, con resultados similares. Pero, además, se les pidió que se pusieran en el lugar de sus médicos y les pautaran un tratamiento. Al haber muchos no sanitarios, las dosis de fármacos también se adjudicaron entre 1 y 100. Curiosamente, se consideró que los hombres debían recibir más analgésicos, mientras que a las mujeres se les prescribió más psicoterapia. Concretamente, tuvieron un 4% más de probabilidad de recibir este tratamiento, en comparación con los hombres.
¿A qué se debe todo esto?
El último paso de este estudio consistió en un cuestionario, del que se puede extraer una explicación a los sesgos de género de los voluntarios.
Por lo general, estos contestaron que las mujeres son más propensas a informar de su dolor, porque los hombres lo resisten mejor.
Esto en realidad lleva a una de esas ideas equivocadas interiorizadas por el machismo: los hombres no lloran. Los hombres no se quejan. Es más común que las mujeres informen su dolor, no porque sean más quejicas. Porque no se les ha impuesto que deban esconder su vulnerabilidad. Además, existen estudios que muestran que las mujeres tienen un mayor riesgo de padecer patologías asociadas al dolor y un postoperatorio más doloroso que el de los hombres. Todo eso sin olvidar los padecimientos asociados al dolor menstrual.
Por ese motivo, tendemos a pensar que si un hombre llega a quejarse es porque lo está pasando realmente mal. Y que, en cambio, puede que la mujer en realidad solo esté ansiosa.
Todo esto es un gran error que al final acaba volviendo las tornas y llevando a que algunas mujeres eviten quejarse, por ejemplo, del dolor menstrual. Al fin y al cabo, lo más probable es que no se las tome en serio.
Por eso, debemos intentar deshacernos de todos estos sesgos. Es cierto que en este estudio se comprobó que los sanitarios se dejaban llevar menos por ellos. Sin embargo, aún quedan algunos que siguen haciéndolo, con todas las consecuencias negativas que esto conlleva.
Tanto los hombres como las mujeres tenemos aún mucho machismo que sacudirnos de encima. Por suerte, el más evidente es cada vez menos habitual, pero debemos concienciarnos con tareas tan sencillas como pensar que, si alguien se queja de dolor, sea cual sea su género, posiblemente sea porque le duele algo. Nada más y nada menos.