2020 no deja de sorprendernos. Airbnb tampoco. Su propuesta de salir a bolsa este 2020, el mismo año en el que ha visto caer su negocio en apenas unas semanas, va muy en serio. Tanto que, justamente esta semana, la tecnológica presentará su candidatura para comenzar a cotizar en el Nasdaq.
Sin una fecha confirmada, todo apunta a que Airbnb se verá las caras en los mercados públicos a principios de diciembre de este mismo año. Y también verá si sus resultados siguen la misma estela que los anteriores inicios en bolsa. Compartiendo panel con PayPal, Netflix, Apple o Microsoft, aún no está claro cómo reaccionará el mercado bursátil a la salida de la empresa más grande de turismo –sin ningún activo en el sector–.
Sin más detalles sobre la operación, que ya inició en agosto de 2020 con la presentación a la SEC de los documentos necesarios para la aprobación de su cotización, sobre la mesa hay ahora mismo algunas dudas a las que la propia Airbnb habrá de enfrentarse en un corto espacio de tiempo.
El efecto de una pandemia que no tiene fecha para terminar
En defensa de Airbnb hay que decir que la pandemia ha arrasado con su negocio, pero también con el del resto del planeta. Salvo algunas excepciones que se han mantenido a flote o incluso están saliendo beneficiadas por la crisis sanitaria –Netflix, HBO o Disney Plus viven su año dorado–.
El propio CEO y fundador de Airbnb, Brian Chesky, lloraba la pérdida de casi la totalidad del negocio que había construido durante 12 años. Basado en una concepción del turismo de masas buscando el mejor precio y nuevas experiencias, la estructura de Airbnb se dio cuenta de la fragilidad de todo lo que había dado por hecho con la llegada de un virus. No solo Airbnb, el grueso del sector turístico internacional ha visto como su actividad se desplomaba e, incluso, ya estudia cómo enfrentarse a la venidera crisis económica.
Ahora, con su salida a bolsa de por medio y un año duro a cuestas, el gigante de las viviendas vacacionales tiene por delante la dura tarea de solucionar este problema respecto a los agentes externos que afecten a su modelo de negocio base. Problema por el cual ha tenido que despedir a 1.900 empleados directos –más los indirectos que no contemplan– o al 25% de su plantilla.
A diferente de Uber, que también ha visto mermada su actividad de transporte de pasajeros en más de un 50% en lo que llevamos de año, Airbnb no cuenta con la misma diversificación en su actividad. Aun perdiendo dinero, UberEats ha funcionado como la tabla salvavidas de la compañía de movilidad incrementando sus operaciones en un 125% según los últimos resultados publicados.
¿Cuáles son las cifras de Airbnb?
Es la gran duda. La misma que sobrevolaba a Uber en su momento y a cualquier tecnológica que se precie de haberse convertido en un gigante en su sector. La última ronda de financiación de la compañía, de un total de 16 por más de 6.400 millones de dólares, ponía a Airbnb en la valoración de los 35.000 millones. Pero de los resultados de la compañía poco o nada se sabe más allá de estimaciones o valoraciones.
Según las últimas informaciones, Airbnb registró pérdidas de 295 millones de euros en los primeros meses de 2019, menos que en registros anteriores. 2020 no ha ido mejor. Se estima que el gigante se ha dejado entre 30.000 y 50.000 millones de dólares a nivel mundial por la paralización masiva de las reservas.
Airbnb es, por tanto y pese a su mejoría en 2019, una empresa similar a Uber en lo que a cuentas se refiere. Es de esperar que, una vez entre a cotizar, su largo listado de inversores comience a pedir con urgencia que todos sus esfuerzos vayan a lograr la rentabilidad y los números verdes.
Ahora, con su salida a bolsa, Airbnb quiere conseguir 3.000 millones aproximadamente para alimentar sus cuentas.
Adiós al turismo internacional y de masas
Chesky fue muy claro en sus declaraciones: el turismo tal y como lo conocemos no va a volver. O al menos no a medio plazo. La masificación de turistas no volverán a verse hasta dentro de mucho tiempo; ya sea por la falta de vacunas o inmunidad e grupo o por el miedo que se ha instaurado en la psique colectiva. Queda mucho tiempo para ver los canales de Venecia a rebosar o la Torre Eiffel con largas colas para subir.
También queda mucho para que el turismo internacional pueda volver a conquistar las playas de España. Porque es precisamente la internacionalización lo que ha hecho de Airbnb el negocio que había sido hasta la fecha.
Sobre la mesa, la duda de cómo solventará la tecnológica la falta de movilidad internacional o, incluso, nacional. En un momento de incertidumbre en Europa, en el que la segunda ola de contagios amenaza con restricciones similares a las de marzo, no está del todo claro cómo afrontarán el reto.
Ciudades o casas vacacionales
Las últimas semanas han sido ciertamente positivas para Airbnb; más de lo que ellos tenían previsto al menos. Pero eso no implica que tenga el objetivo de volver a su estado pre pandemia.
La búsqueda de puntos vacacionales más cercanos al lugar de residencia –nacionales en la mayor parte de los casos– para estancias más largas de las que se pueda sacar provecho a la instaurada opción de teletrabajo ha puesto sobre la mesa una disyuntiva para Airbnb. De hecho, las reservas de más de un mes en plataforma forman parte de una nueva estrategia de la compañía para sortear la situación del virus.
Si hasta hace unos meses, las viviendas en ciudades formaban parte del ADN de la compañía, esas mismas que tantos problemas normativos y vecinales han creado, ahora han pasado a un segundo plano: las residencias alejadas de las urbes son ahora lo que domina en la plataforma.
Pese a que Airbnb ya confirmaba que su objetivo, a partir de ahora, es el de volver a los orígenes de su concepción, la realidad es que deja huérfana a toda una serie de negocios paralelos que han surgido tras el boom de las viviendas vacacionales en las ciudades. Los propietarios mismos vivían precisamente del éxito del negocio en las urbes.
En este punto, y no tanto dirigido a Airbnb, cabe preguntarse si los resultados de 2019 y los volúmenes de vivienda vacacional en ciudades vendrán para repetirse o forman parte de un pasado ya lejano.
Airbnb, con el antecedente de Uber o Lyft
Las salidas a bolsa de los últimos dos años no han ido tal y como se esperaba que fuesen. Uber y Lyft se enfrentaron a los mercados públicos con semanas de diferencia, pero con los mismos resultados: decepción por parte de los inversores. WeWork ni llegó a su primer día de cotización. Pero, en cualquier caso, fue Uber el que ocupó todas las atenciones; la compañía tecnológica mejor financiada de la historia, se daba de lleno con la crueldad de los mercados públicos. Un año más tarde y algo más estable, sigue luchando por un modelo de negocio muy sensible a la realidad internacional.
Ahora, Airbnb quiere hacer la salida más grande de la historia del Nasdaq y lograr esos 3.000 millones de dólares. Todo teniendo en cuenta la instabilidad de los propios mercados y de la economía internacional; sumando, además, las dudas que el propio negocio de la tecnológica suscita en un momento de pandemia.
¿Logrará Airbnb mantener el vigor en su salida a bolsa o rebajarán expectativas ante la realidad de la situación?