Hace un par de semanas, la comedia de Netflix Vampires vs The Bronx, de Oz Rodríguez, despertó curiosidad por su combinación de humor, terror y el pintoresco contexto del Bronx, algo que la emparenta con el filme ¡Desconectados!, de Alex Huston Fischer y Eleanor Wilson. Tanto una como otra intentan crear una connotación sobre lo terrorífico que subyace al fondo de la historia desde una perspectiva novedosa que termina por ser la principal fortaleza de ambas. No obstante, ¡Desconectados!, con todo su aire de mumblegore pero también una intuitiva percepción sobre el absurdo, el humor negro y la identidad cultural, lleva la premisa de la combinación entre rápidos diálogos y situaciones inverosímiles a un nuevo nivel. Y lo hace además con un buen hacer argumental que sorprende, a pesar de los escasos recursos a su disposición.
Claro está, en la tradición de Zombies Party, de Edgar Wright, esta comedia retorcida, utiliza la idea de una catástrofe imprevisible para poner a prueba la identidad cultural de una generación obsesionada con sus propios dilemas. El acento del guion escrito a cuatro manos por los directores es analizar a los millennials, con su imprevisible y romántica visión sobre el futuro, obsesión por la tecnología y, por supuesto, con la mirada puesta en ideales difusos y, en ocasiones, confusos. Todo mientras una invasión alienígena despliega sus armas y la vida cotidiana se detiene en mitad de lo que parece ser una inminente y devastadora catástrofe.
Hay algo del tono paródico de la ya icónica Juan de los Muertos, de Alejandro Brugués, en esta disparatada versión sobre La guerra de los mundos, de H. G. Wells, construida sobre la posibilidad de una tragedia al margen de nuestra cultura hipercomunicada. No obstante, el dúo de directores toma decisiones inteligentes que le brinda una personalidad poderosa, sin recurrir a otra cosa que una ingeniosa versión de la realidad. Sunita Mani (GLOW) y John Reynolds (Search Party) encarnan a la pareja de treintañeros Su y Jack, que, además de lidiar con sus conflictos personales, deberán hacerlo con un matrimonio en problemas y todas las vicisitudes de su acomodada vida urbanita, convertida en una precisa caricatura a través de docenas de guiños maliciosos sobre lo contemporáneo.
En medio una crisis existencial —Jack insiste en cada oportunidad posible con que “hay que evitar llamarla así”—, la pareja llega a un acuerdo: solo pondrán mantenerse juntos si logran superar sus adicciones, que incluyen, por supuesto, todas las comodidades cotidianas y, en especial, la vida virtual. Para intentar un acercamiento más allá de Alexa, sus teléfonos móviles y portátiles, deciden alejarse de “la civilización” —y resulta hilarante la percepción limitada sobre la naturaleza de nuestra época que la película muestra— y, sobre todo, de Internet, la fuente principal de todos sus desvelos.
Con una serie de diálogos rápidos y naturales y, en especial, una capacidad para resumir lo humorístico con una sofisticada crítica a la absurda cualidad utópica de nuestra época, la película logra establecer de forma muy rápida que tanto Jack como Su están ensimismados en sus propios y superficiales conflictos. Pero, en lugar de caer en el lugar común de la burla, el argumento toma la inteligente decisión de asumir esa concepción del ego actual como algo más complicado, extraño y desconcertante. Por supuesto, no hay nada novedoso en el hilo argumental de la película, a no ser porque esta sátira de las relaciones contemporáneas incorpora un giro de guion que, en manos menos hábiles, habría resultado ridículo, pero aquí logra encontrar el tono justo para sorprender.
Como buenos hipsters de Brooklyn que son, Su y Jack repiten frases de autoayuda a cada tanto, de modo que la semana de aislamiento es una colección de intentos por “convertirse en mejores personas” y “estar más cerca el uno del otro”. Pero, cuando finalmente el breve episodio de paz acaba antes incluso de que la pareja lo sepa, una invasión extraterrestre ocurre mientras Su y Jack luchan con una masa madre de pan y tratan de ponerse a tono “con el nuevo romance”.
Resulta una formidable burla a las pequeñas ambiciones y dolores de nuestra época la forma en que el filme sigue el suceso al margen, y cómo usa las comunicaciones que Su y Jack ignoran para ofrecer al espectador toda la información que necesitan. De pronto, somos testigos de cómo los personajes están sobreviviendo al margen de una situación caótica y lo hacen sin tenerlo del todo claro. Mucho más cuando el guion suelta todo tipo de pistas falsas y situaciones sin sentido en mitad de una serie de sucesos desconcertantes, que incluyen desde la apariencia de los “feroces” alienígenas hasta la confesión a gritos de Jack, que “olvidó cómo ser un hombre”.
Con un cierto parecido a la divertida y surrealista The One I Love, de Charlie McDowell, la película se mantiene en tono y sentido del absurdo, incluso cuando es evidente que no puede hacer demasiado por crear un final a la altura de las expectativas. Con todo, ¡Desconectados! es una parodia que se toma el atrevimiento de usar la burla como una forma entrañable de asumir los pequeños dolores de lo cotidiano, además de llevar la habitual burla a los millennials desde una perspectiva entrañable. Incisiva, brillante por momentos y, al final, solo entretenida, esta comedia inclasificable es quizás una de las pequeñas sorpresas de este año.