Desde luego, más difícil que descubrir una serie sobresaliente en esta edad de oro televisiva es toparse con alguna cuya extravagancia sea lo más llamativo y que, a la vez, no se trate de lo que la eche por tierra. *Liz Flahive y Carly Mensch han creado GLOW* para Netflix* con la producción ejecutiva de Jenji Kohan, responsable de Orange Is the New Black* (desde 2013), y si bien no es de lo mejor que se puede ver ahora mismo, sí podemos señalarla como una producción agradable que destaca por la singularidad de su propuesta: contarnos libremente cómo se forjó el programa sobre lucha profesional femenina de las Gorgeous Ladies of Wrestling, estrenado en 1986 en la televisión estadounidense.
Los títulos de neón brillante y la banda sonora nos dejan clarísimo que la estética que se pretende ofrecer está acorde con el momento histórico en que se desarrolla la trama, los años ochenta del siglo pasado, de los que se aportan detalles políticos y culturales en no pocas ocasiones, desde la presidencia del republicano Ronald Reagan, pasando por la Guerra Fría, hasta algún estreno notable en las salas de cine, tanto en emisiones de televisión como en los diálogos entre los personajes o las referencias de su espectáculo. El término inglés ‘glow’ significa “brillo”, por lo que merece la pena advertir que el acrónimo real de estas insólitas luchadoras sirve a los creativos de la serie para conceptualizar la presentación de la misma.
Desde el comienzo se muestra con humor o cierto melodrama la desigualdad de las mujeres en diversos ámbitos, como en los papeles que se reserva a los hombres en el cine y la televisión, con lo que ya nos sobreviene la primera carcajada gracias a Ruth Wilder (Alison Brie), o la disyuntiva entre la mujer trabajadora y la que se queda en casa al cuidado de los hijos y del hogar, y lo culpable que se podían sentir entonces todas aquellas que escogiesen remangarse y subir al ring laboral, intentando la conciliación de los distintos aspectos de su vida, como Debbie Eagan (Betty Gilpin). Por otro lado, tanto la selección entre las candidatas a luchadoras, potestad del cineasta Sam Sylvia (Marc Maron), como la elaboración de sus alter egos para el cuadrilátero no podía ser más hilarante.
En GLOW se repite la fórmula que ya habíamos visto en Orange Is the New Black de cómo interactúa un grupo de mujeres algo excéntricas, algunas inadaptadas o con el rumbo perdido, que se reúnen por una razón en un entorno con hombres al mando, su amistad y sus enfrentamientos. No obstante, ni la trama luce tanta fuerza como la de la segunda, ni los dieciséis personajes que constituyen el reparto principal, una idiosincrasia verdaderamente vigorosa. Pero quizá haya que tener presente que lo se cuenta en esta temporada es la forja de su espectáculo de lucha libre y, pese a que de ninguna manera da la sensación de que sucedan pocas cosas durante sus diez episodios, sí parece que esto no es más que el inicio o, digamos, la presentación de la serie.
Todavía disponen de tiempo y oportunidades Flahive y Mensch para hacerla crecer en el futuro y reivindicar más a sus seres de ficción. Por lo pronto, su humor mayormente ácido funciona, y la cutrez consciente del programa en el que actúan estas púgiles de mentirijillas, cuyo elenco completan Sydelle Noel (Cherry Bang), Britney Young (Carmen Wade), Britt Baron (Justine Biagi), Kate Nash (Rhonda Richardson), Gayle Rankin (Sheila, la Loba) o Chris Lowell (Bash) entre otros intérpretes, no puede menos que encandilar al público que añora los años ochenta, le seduce las proposiciones extrañas y gusta de contemplar cómo un nutrido equipo de mujeres lo dan todo de sí mismas.