El director estadounidense Josh Boone (Un invierno en la playa) ha contado que le vendió a la Twentieth Century Fox el ambicioso proyecto de una trilogía sobre Los nuevos mutantes (2020), y que su idea era acercar la veterana franquicia de los X-Men al género de terror. Solo ha podido realizar la primera de las tres películas que deseaba por el futuro de los mutantes superheroicos en el Universo Cinematográfico de Marvel y, en efecto, supone un giro desde la ficción científica, las aventuras y la acción hacia lo fantástico y lo terrorífico. Hasta el punto de que entraña un homenaje a cierta obra del horror muy conocida.
En una escena de Los nuevos mutantes y por los poderes psíquicos descontrolados de Danielle Moonstar (Blue Hunt), unas pesadillescas figuras se extienden a través de los muros de una habitación del hospital de Milbury en la que se encuentra ella como si estos fuesen elásticos. Tal cosa también la habíamos visto en Agárrame esos fantasmas (Peter Jackson, 1996), por ejemplo, pero Josh Boone pretendía hacer una referencia a Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984), en la que el pérfido Freddy Krueger (Robert Englund) hace eso mismo en el dormitorio de Nancy Thompson (Heather Langenkamp).
“Realizaron ese estúpido remake de Pesadilla [Samuel Bayer, 2010] y lo hicieron con CGI, y pensé en cómo lo hicieron en la original”, declaró Josh Boone a IGN: con paredes de goma. “El noventa por ciento de esta película se rodó en ubicaciones reales”, como el hospital psiquiátrico Medfield, en Boston, de siglo y medio, que cerró sus puertas cincuenta años atrás. “Hicimos tantos efectos prácticos como pudimos. También tiene algunos efectos visuales importantes, pero realmente intentamos hacer todo lo que pudimos real para que se sintiera un poco más como esas películas que nos gustaron y nos inspiraron. El diez por ciento del filme fue en pantalla verde y nada más”. La coherencia de Josh Boone.