Confieso que yo también viví una etapa en mi adolescencia en que me dejaba llevar por el gusto sanguinolento de las películas de terror y casquería, es decir, acerca de personajes que la cascan a manos de asesinos con pocos miramientos y ninguna intención de debatir la conveniencia de usar instrumentos afilados a la primera de cambio. Por supuesto y como no podía ser de otra manera, **Wes Craven, director de cine especializado en el género de terror, tenía mucho que ver con ello. Y ahora que, tristemente, ha fallecido es un momento idóneo para hacer un repaso de su trayectoria. Por los viejos tiempos.
Una carrera llena de sangre y metanarrativa
No mucha gente se ha preocupado por saber de dónde salieron las inclinaciones del licenciado Wes Craven por el cine de terror. Él, que había entrado en la industria como editor de sonido, cuenta que no tenía tales inclinaciones, que comenzó a realizar películas de ese estilo porque un pequeño productor al que conocía le pidió ayuda para escribir “algo de miedo”, que acabó rodando; y fue de esta forma como se percató de su buena mano para el terror, una sorpresa para sí mismo, y el inicio oficial de su truculenta filmografía fue con The Last House on the Left Comenzó en el cine de terror porque un pequeño productor le pidió ayuda para escribir “algo de miedo”
(1972)*. Pero hasta la siguiente, The Hills Have Eyes (1977), se vio varios años de sequía laboral, por lo que aceptó rodar The Fireworks Woman (1975), una película pornográfica que firmó con el seudónimo de Abe Snake y de la que también formó parte del reparto.
Estos dos primeros filmes de terror contaron con sus respectivos remakes de Dennis Iliadis (2009) y el conocido Alexandre Aja (2006), así como la secuela de la segunda, de 1985, recreada por Martin Weisz (2007), está claro que más por el hecho de quién es el autor de las originales que porque mereciesen ser rehechas. Las siguientes cuatro películas de Craven, Stranger in Our House (1978), Deadly Blessing (1981), Swamp Thing (1982) e Invitation to Hell* (1984), no son de relevancia, ni siquiera porque la tercera sea la adaptación del cómic homónimo de Len Wein y Berni Wrightson sobre un perverso doctor que se convierte de manera accidental en la Cosa del Pantano.
Hubo que esperar a 1984 para que Craven, después de pasear su guion por un buen número de productoras y de que lo rechazaran por su surrealismo y su falta de credibilidad, pudiese rodar por fin, con New Line Cinema, **A Nightmare on Elm Street, que supuso un éxito arrollador** y que le consagró a él como director del género, al filme, como obra de culto, y a su villano, el terrible Freddy Krueger, como icono del cine de terror moderno. Es clara *heredera de la corriente comenzada con The Texas Chainsaw Massacre (Tobe Hooper, 1974)*, por el slasher 'A Nightmare on Elm Street' le consagró como director del género, al filme, como obra de culto, y a Freddy Krueger, como icono del cine de terror
adolescente, *y Halloween (John Carpenter, 1978), por introducir el horror en la cotidianidad de los tranquilos barrios residenciales estadounidenses. Y suele decirse que la única película sobre Krueger que merece la pena es la primera porque la dirigió Craven, y se suele obviar que él fue guionista de la tercera, Dream Warriors (1987), nada menos que con Frank Darabont (The Shawshank Redemption, 1994), y que también dirigió Wes Craven’s New Nightmare una década después de la original.
Y ahora me vais a permitir que obvie la mayoría de sus demás películas de terror, como Chiller (1985), Casebusters y Deadly Friend (1986), Shocker: No More Mr. Nice Guy (1989), Night Visions (1990), The People Under the Stairs (1991), Vampire in Brooklyn (1995), Cursed (2005) y My Soul to Take (2010), que carecen de atractivo excepto The Serpent and the Rainbow (1988) para cierto sector de la crítica, y que me limite a mencionar su única incursión en el melodrama, Music of the Heart (1999), con Meryl Streep y un par de nominaciones a los Oscar, y en el puro thriller, Red Eye* (2005). Porque lo que deseo abordar en este punto es la metanarrativa en la obra de Craven, que es lo único que verdaderamente puede interesarme de su carrera.
La última pesadilla de Freddy Krueger es cine dentro del cine, una reunión de los actores que trabajaron en la película original, interpretándose a sí mismos en una ficticia última entrega, y Heather Lagenkamp, la protagonista, empieza a soñar con Freddy, etcétera.
Por otra parte, toda *la saga Scream*, que devolvió el éxito de taquilla a Craven, es un replanteamiento consciente y autoparódico de los códigos del slasher como subgénero de terror, y los personajes hablan directamente de lo que les puede ocurrir si tienen en cuenta las reglas de las películas de dicho género**, tanto para la primera (1996), su secuela (1997) y el cierre de una trilogía (2000), y para lo que se suponía que sería el inicio de otra (2011): el personaje de Randy, encarnado porLa saga 'Scream' es un replanteamiento consciente y autoparódico de los códigos del slasher como subgénero de terror
Jamie Kennedy, es el oráculo que lo explica en los tres primeros filmes, y encuentra un sustituto para la cuarta con Charlie Walker, al que da vida Rory Culkin; todo ello siempre jugando y trastocando los roles identitarios clásicos del género.
Y eso por no hablar de que *en todas las secuelas de Scream hay también adaptaciones ficticias de lo ocurrido en la original con sus respectivas secuelas: más cine dentro del cine; y de hecho, los asesinatos de Scream 3* ocurren durante el rodaje de una de esas secuelas, con los personajes interactuado con los actores que les encarnan. Si bien en ello probablemente tenga gran responsabilidad el guionista Kevin Williamson, y Ehren Krueger siguiendo su estela.
En cierta entrevista, Wes Craven contó lo siguiente: “Crecí en una familia muy religiosa y me pasé toda la vida controlando mi comportamiento. No podías decir malas palabras ni beber alcohol, y creo que las películas de terror son un poco lo contrario, la libertad de ser salvaje y hablar de cosas que los buenos chicos no hablan”. Así que quizá no sea cierto que no tuviese, en verdad, inclinaciones por el cine de terror y la casquería. Que todos hemos sido adolescentes y sabemos lo que nos gustaba.