Consiguió plantarle cara a los grandes del patinete en los primeros albores del sector. Poco tiempo después, logró enfadar al sector del taxi con su irrupción en la movilidad con pasajeros. Ahora –coronavirus mediante– quiere enfrentarse a las renovadas bicis eléctricas en Europa. Bolt, en apenas unos años –y no sin falta de financiación– se ha posicionado en España y África para plantarle cara a los gigantes de la movilidad.

Anteriormente conocida como Taxify, Bolt fue fundada por Markus Villig –un estonio de 19 años–. Hoy, la compañía ya ha conseguido cerrar 9 rondas de financiación con más de 400 millones de euros sobre la mesa para crecer en los mercados internacionales. Ahora, en sus diferentes modalidades de transporte, Bolt opera en 30 países y 100 ciudades en Europa, África, Asia occidental, América del Norte y Australia.

Su último movimiento, presentado esta misma semana en Barcelona, ponía un total de 470 bicis eléctricas en la capital catalana reguladas bajo la normativa del Ayuntamiento. ¿Su estrategia? Ya estrenada en su primer destino en París, Bolt busca ser el servicio más barato del mercado. En el caso de Barcelona, Bolt propone 0,15 euros por minuto, sin costes de desbloqueo.

Así se crea un competidor europeo

El caso de Barcelona es solo el último de una larga lista, pero la realidad es que Bolt es un espejo de las decisiones que el gigante de la movilidad Uber ha ido tomando a lo largo de su historia.

Comenzaron con los patinetes eléctricos justo en el momento en el que el auge de la movilidad de dos ruedas tomaba tracción. Desde entonces, y pese a los claroscuros del mercado del patinete, Bolt se mantiene presente en Portugal, España,
Suecia, Noruega, Rumania, Polonia, Eslovaquia, República Checa, Estonia, Letonia y
Lituania. Era el quebradero de cabeza de las grandes y bien financiadas multinacionales del transporte logrando más unidades en activo.

Han sobrevivido, incluso a uno de sus competidores directos: Jump. La bandera de patinetes eléctricos de Uber fue una de las caídas durante este 2020. La crisis sanitaria ocasionada por el coronavirus ha sido determinante para las cuentas todas las compañías de movilidad. Bolt no ha sido diferente en este sentido. Pese a que aseguran que no han tenido que proceder a ningún despido –masivos en las tecnológicas de Estados Unidos–, sí que confirman que han recortado los salarios en un 20-30% entre abril y mayo.

Al igual que Cabify en España, Uber se lanzó a soltar lastre de divisiones no estratégicas. Siendo los patinetes un pozo sin fondo de gastos, Uber cedió toda su división a Lime –de la cual forma parte de su accionariado–.

De esta manera, y gestionando bicis y patinetes en las principales capitales europeas, quedaban dos de las principales verticales de la movilidad actual: repartos y transporte con pasajeros.

Dos sectores polémicos en los que Bolt busca su lugar

La entrada en el negocio de los repartos, sostenido por los riders, se anunció en verano de 2019. Poco a poco se extenderían por todas las geografías, iniciando su estrategia en Tallín bajo la promesa de ser más baratos y gestionar mejor la operativa del personal. Ahora, en España, precisamente, el sector rider mantiene la respiración ante la decisión del Tribunal Supremo que marque la pauta de la laboralidad y a la esperada Ley Rider prometida por Trabajo y que, de momento está a la espera de su aprobación; no sin ciertos repatos desde el propio Gibierno.

Después llegó el negocio de las licencias VTC o transporte con pasajeros para el resto de Europa. Alemania y España estaban en su listado de ciudades operativas. El segundo de ellos coincidía con uno de los momentos más convulsos para el sector del transporte privado y el negocio del taxi.

Aún con la resaca de las huelgas generales del sector y normativas para todos los gustos en las diferentes comunidades autónomas, Bolt aterrizaba en un momento sensible para el colectivo. En poco tiempo, la compañía eslovena se sumó a una larga lista de rivales VTC contra los que luchaba el taxi. Ya no era solo la competición contra su actividad, es precisamente la financiación de Bolt lo que no gusta al área pública de la movilidad.

Con Nauta Capital, Didi –en varias operaciones que no han trascendido–o Daimler con 175 millones han posicionado a Bolt como uno de los unicornios más jóvenes de Europa. Pero fue la intervención del Banco Europeo de Inversión lo que no gustó al gremio.

En enero de ese mismo año, la institución otorgaba 50 millones de euros en un crédito que tenía una clara misión: crear una compañía europea de movilidad, al estilo de Uber, para prescindir precisamente de Uber. Sin cifras de operaciones en España, las primeras enseñas de la tecnológica ya pueden verse en los vehículos para disgusto del sector.