Si la cara es el espejo del alma, ¿el pelo es el marco del espejo? Chistes y divagaciones filosóficas aparte, el cabello puede decir mucho sobre nosotros, desde lo que comemos, hasta nuestro nivel socio económico. Es la conclusión de un curioso estudio, llevado a cabo por científicos de la Universidad de Utah, que se acaba de publicar en PNAS. En él, originalmente se quería analizar qué información sobre la dieta se puede encontrar en el pelo. No obstante, resultó dar muchos datos, incluso algunos que originalmente no buscaban los autores.

Información sobre tu dieta en el pelo

Cuando comemos, las proteínas se descomponen en los diferentes “ladrillitos” que las forman, llamados aminoácidos. Estos, que a su vez están constituidos por átomos como el carbono, el oxígeno o el nitrógeno, viajan hasta nuestros tejidos, donde se quedan almacenados, aportando ciertas pistas sobre lo que comimos. ¿Pero qué pistas son esas?

En general, son las que nos aporta su composición de isótopos. Los isótopos son átomos de un mismo elemento, con una masa ligeramente diferente. Por ejemplo, es conocido el caso de los isótopos de carbono, llamados C-11, C-12, C-13 y C-14, en función de cuál sea su masa atómica.

Comprobando cuáles son los isótopos más ricos en muestras de tejidos, como el pelo, se puede tener una información muy valiosa sobre el pasado reciente de una persona. Y es lo que hicieron estos científicos. Para ello, el primer paso estaba claro: excursión a las peluquerías.

Ciencia en la peluquería

Para la realización del estudio, los científicos hablaron con los profesionales que más pelo ven a lo largo de su jornada: peluqueros y barberos.

Concretamente, acudieron a establecimientos ubicados en 65 ciudades de Estados Unidos. Además, con el fin de centrarse en un solo núcleo urbano, recogieron muestras de 29 códigos postales dentro del Valle de Salt Lake, en Utah.

Al tratarse de pelo desechado por los peluqueros, no tenían información sobre individuos concretos, como la edad, el sexo, su estado de salud o sus ingresos. Solo sabían a qué lugar de los Estados Unidos habían ido a cortarse el pelo. Y, en realidad, para lo que lo necesitaban, con eso era suficiente.

De las plantas al pelo

Si nos centramos precisamente en el carbono mencionado con anterioridad, cabe destacar que este elemento entra en la cadena alimentaria de los animales a través de la fijación de CO2 que las plantas que se comen llevan a cabo mediante la fotosíntesis.

Así, en base a este dato, nos encontramos con plantas C3 y C4. Las primeras, entre las que se encuentran árboles, arbustos y herbáceas, tienen una composición mayor de C-13 que las segundas, en las que se incluyen juncos y otras hierbas.

Al analizar la composición de este isótopo en el pelo humano, podemos saber qué tipo de vegetales comió y, en caso de comer carne, con qué plantas se habían alimentado los animales en vida.

Por ejemplo, en este estudio se comprobó que las personas en lugares con un nivel socioeconómico más bajo tenían una menor proporción de C-13, puesto que suelen alimentarse de ganado alimentado con maíz, que es una planta C4.

Así, encontraron información importante sobre la dieta en el pelo de las personas en cada uno de los puntos de los que se obtuvieron las muestras. Esto aporta datos sobre hábitos alimenticios mucho más objetivos que los que se obtienen mediante encuestas, de modo que se podría utilizar como predictor de ciertas condiciones, como la obesidad.

Pero eso no fue lo más interesante. Curiosamente, comprobaron también que la dieta se correspondía con el precio del corte de pelo. Es decir, que las personas cuyo pelo se obtuvo de barberías más baratas habían consumido más carne de ganado alimentado con maíz.

Desde luego es un dato con mucho sentido, pero no por eso deja de ser especialmente curioso. Y es que, si la cara es el espejo del alma, quizás el pelo sea el espejo de nuestra cuenta bancaria. Menos mal que, por lo menos, no se ve a simple vista.