No es nada nuevo y muy seguramente nada que no vuelva a pasar en un corto espacio de tiempo. La noticia del hackeo en Twitter, mediante el cual han conseguido entrar en cuentas de famosos y empresarios para pedir transferencias de Bitcoins, es un timo de toda la vida disfrazado de sofisticación. Una estafa que, pase el tiempo que pase, seguirá funcionando tal y como lo hizo Forum Filatélico en su momento o el timo del nigeriano.
Pero esto no quita importancia y gravedad al asunto. Ya no solo por los casi 116.000 dólares que se han visto comprometidos, ha sido la velocidad y lo masivo del ataque lo que pone esta situación como punto central en lo que a seguridad se refiere en este momento.
No hay que olvidar un hecho innegable: las redes sociales, y Twitter a la cabeza, se han convertido en un elemento central de la sociedad actual. La empresa que Dorsey tiene entre manos es, sin riesgo a caer en grandilocuencias, la fuente de información más grande a nivel internacional. Desde ella se dirigen países e incluso empresas; es, antes que cualquier otro soporte, el altavoz por excelencia.
Twitter y el su poder
Es de sobra conocida la afición de Donal Trump por publicar los pormenores de sus decisiones sobre el país que dirige– vinculantes en la mayor parte de los casos– a través de su cuenta personal. Elon Musk, que incluso llegó a ser avisado por la junta de su propia empresa sobre el uso de su cuenta personal en los peores momentos de Tesla, sigue el mismo patrón que el Presidente de los Estados Unidos.
Hace tiempo que Twitter dejó de ser una red social inocente, pero que sigue jugando con las reglas de sus hermanos menores. Aquí se abre el debate sobre su seguridad, principalmente en un país que contiene la respiración por las elecciones a presidente del Gobierno. Las teorías de la conspiración ya apuntan a que los hackeos a Twitter sean una constante a partir de ahora que tengan el objetivo de desacreditar la imagen de la red social.
No son pocos los que apuntan al hecho de que, dado el incremento de la influencia de la red en los últimos tiempo, ¿acaso no debería contar con sistemas de seguridad equivalentes al sistema bancario o militar? Sería, de hecho, una situación similar a la que Facebook, y su ya histórica injerencia en los procesos electorales, lleva enfrentándose desde hace años.
Después de todo, llevan años en la diana y este último hackeo bien podría ser un aleteo de mariposa que al otro lado del mundo genere un colapso. La situación generada por la crisis sanitaria por el coronavirus, una inevitable crisis económica mundial y las tensiones entre Estados Unidos y China no necesita más ingredientes.
Sin duda, el hackeo de esta semana en Twitter es el peor de su historia, pero no el único. Tampoco el único que implica a empleados de la compañía como causantes directos del caos y el acceso a las cuentas de la red social. De hecho, en primera instancia, Twitter ha puesto el teletrabajo –ahora en piloto automático por el coronavirus– como causante directo: las malas redes de seguridad en los hogares o poco control de la empresa sobre sus empleados. Pero, ¿cómo es posible que un solo empleado tenga tanto poder dentro de la red? En este punto, Ofelia Tejerina experta en este área, apunta a "que este es el eterno dilema del informático: centralizar o descentralizar. Esta claro que el fallo ha sido humano, pero también hay una dimensión tecnológica que no ha funcionado bien y que Twitter debería revisar añadiendo más medidas de seguridad". Un punto que apoya el abogado especializado Sergio Carrasco: "La discusión que debería realizarse ahora es cómo se controlan las actuaciones de los mismos trabajadores, qué pueden hacer", mucho antes de si los datos se han visto comprometidos o no.
A estas alturas, y sabiendo las dimensiones de poder que maneja la empresa de Dorsey, las brechas de este calibre no deberían ser la excusa. Expertos apuntan, además, a que la situación en Twitter debería ser tomada con atención por el resto de empresas tecnológicas como un toque de atención a lo que estaría por venir.
Pese a todo, Tejerina se muestra confiada en el ejercicio de Twiiter. "La compañía se encuentra en California, donde se tiene una normativa de protección de datos muy similar a la de Europa", apunta, "tienen muy en cuenta que si no cumplen la ley de datos de Europa no pueden trabajar aquí, por lo que eso debería tranquilizar a la gente"; lo que no quiere decir que no tengan que mejorar en su actividad. Lo que para la experta sí que es preocupante es la percepción de los usuarios: "Cada día vemos brechas de seguridad en servicios tecnológicos y la percepción del usuario es que es consciente de lo que pasa, pero no toma medidas de precaución", comenta, "no es deseable que la seguridad pase de largo".
Y luego, ¿qué?
Hoy son bitcoins, el equivalente a unos 100.000 dólares, pero qué será mañana. Ya el King`s College London ha teorizado sobre la idea de que, en algún momento de la historia, una guerra comience a través de un tuit desafortunado de la mano de un líder mundial. Las conclusiones del estudio apuntaban a que era "improbable que un tuit iniciase una crisis mundial", siendo un conjunto de factores los que generan ese tipo de circunstancias. Pero, "sí que pueden acelerar una crisis en curso". El propio Josh Harley, del Estado de Missouri, se mostraba preocupado por el impacto que la crisis de Twitter tendría sobre la seguridad y la privacidad. Si a este coctail le sumamos la importancia de los datos en la actualidad, mejor moneda de cambio y control, un tuit puede ser el desencadenante de algo más que una riña.
Después de lo acontecido, apuntan en The Verge, el mundo podría estar en una balanza. No es un comentario desafortunado, ni mucho menos, ya que nunca el mundo había estado tan pendiente de 240 caracteres.