Netflix parece muy interesado en la comedia romántica, aunque no siempre se le da del todo bien. Ha tenido éxitos considerables, como el que obtuvo con la adaptación de la novela de Jenny Han, To All the Boys I’ve Loved Before de 2018 y Set It Up de Claire Scanlon del mismo año. El canal no siempre parece saber muy bien cómo lograr que sus intenciones de crear un género simple que sea digerible a todos los públicos también tenga una considerable calidad argumental.

Algo semejante ocurrió con la película del 2018 The Kissing Booth, adaptación de la novela del mismo nombre de Beth Reekles y que bajo la dirección de Vince Marcello se convirtió en un éxito, siempre según el canal que no suele revelar cifras de audiencia. Cualquiera sea el método que el canal usó para calcular la acogida de la película de Marcello, dejó claro que cautivó al difícil mercado adolescente y además se convirtió en el film preferido de una considerable porción de suscriptores. Un motivo más que suficiente para una secuela, que sin embargo tardó demasiado en llegar.

Tal vez por ese motivo, la comedia protagonizada por Joey King tiene algo de extemporánea y un argumento que no las tiene todas consigo. El film no supera los momentos bajos de la primera —acusada de fomentar la misoginia, de ser blanda y superficial— y parece muy interesada en recordarle a la audiencia los muy debatidos elementos que provocaron una mediana controversia alrededor del film. De nuevo, hay una cierta retórica sexista, la predilección por la figura del “chico malo” y una insistencia en mostrar toda una serie de giros de guion como para resultar debatibles.

Marcello no está preocupado por la polvareda que pueda levantar su percepción banal sobre la adolescencia y la escuela secundaria estadounidense.

The Kissing Booth 2 y su recurso de los clichés

Hace poco, la serie Yo nunca, de Mindy Kaling (también ambientada en el tradicional high school norteamericano), se tomó el atrevimiento de subvertir los roles habituales de los personajes de historias semejantes, convirtiendo la visión de una adolescente sobre su vida y los trastornos aparejados a los primeros años de la juventud, en una cuidadosa reflexión sobre el duelo, la pérdida, la identidad y al final, cierta redención inocente.

Al contrario, Marcello utiliza todos los trucos habituales del género para crear un argumento predecible, aburrido y la mayor parte del tiempo tal edulcorado como para resultar levemente incómodo.

El director parece haber olvidado el paso del tiempo y el hecho de que el discurso alrededor de las relaciones románticas y de amistad entre adolescentes, se han hecho mucho más extrañas y significativas en la televisión actual de lo que nunca lo fueron. En una época en la que la serie Euphoria no sólo exploró el mundo de un grupo de jóvenes educados por las multipantallas y la internet, la propuesta en apariencia inocentona y sin ningún riesgo del director no sólo roza lo directamente desagradable, sino por momentos, la mera caricaturización.

La película además, es muy cauta al momento de enlazar la historia original con su secuela, como si no se atreviera a dar un paso en falso para restar interés a lo que antes provocó emoción, controversia o simple interés. La trama comienza 27 días después de la conclusión de “The Kissing Booth”, algo que el guion se apresura a sanjar con una serie de escenas explicativas más o menos rápidas, pero sin otra intención que brindar un contexto básico. Sin perder el tiempo, también nos narra como el antiguo chico malo Noah (Jacob Elordi), ahora es un hombre nuevo, muy lejos de las habladurías, trampas y peleas a puño limpio. Esta nueva versión de Noah tiene un objetivo y es el de ir a Harvard, dejando atrás a Ellen (King), después de lo que parece haber sido un espléndido verano.

Nueva película, nueva trama

A diferencia de la original, que se basó en un romance prohibido, The Kissing Booth 2 intenta brindar cierta madurez a sus personajes con el recurso simple — y poco efectivo — de agregar la tirantez de una relación con algunas dudas, un par de rivales y la presión del entorno.

Todo mientras King, que es una brillante comediante y quizás, el centro medular de la trama, hace considerables esfuerzos por sostener sobre los hombros un guion que se alarga en exceso y añade todo tipo de vueltas de tuerca para reforzar el interés. Pero con una duración de 132 minutos, The Kissing Booth 2 resulta demasiado larga incluso en esta época en que el promedio de los film en pantalla suelen rebasar la media. Pero en el film de Marcello pasan demasiadas cosas a la vez, todas disparadas y sin un sólo elemento de unión que permita comprender a la película como un conjunto, en lugar de una serie de partes que no encajan demasiado entre sí.

Como no podía ser de otra forma, todo parece indicar que la historia aspira a una secuela, por lo que algunos hilos quedan abiertos y otros, parecen señalar a una conclusión sin mucho sentido, que apunta a lo que podría ser una tercera adición a la ya franquicia. ¿Es necesaria? Por supuesto que no.

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