Apple, Samsung, Xiaomi o Huawei, fabrican los teléfonos más populares de Europa. Sus ciudadanos están conectados a Facebook, Twitter o Instagram. Usan Whastapps para comunicarse, suben sus fotos a Amazon Web Service o Azure de Microsoft. Por supuesto, buscan en Google todo lo que necesitan y más… Y así hasta completar la práctica totalidad de servicios digitales que usan los ciudadanos de la Unión.

Bruselas lleva años quedándose muy atrasada en la carrera tecnológica frente a Estados Unidos y China, dos países ahora con tiranteces más que palpables por su guerra comercial y que ha acabado dejando al viejo continente en una especie de tierra de nadie.

Durante los últimos años, y para frenar o al menos tener un mayor control de las tecnológicas extranjeras, sus usos de datos y los nulos beneficios que dejan al ser empresas extranjeras, la Unión ha impulsado distintas medidas. Desde el conocido GDPR hasta la famosa ‘Tasa Google’, todavía sin concreción debido a las tensiones que ha generado con la administración Trump.

Todo ello son respuestas por parte de la UE para recuperar parte de su “soberanía tecnológica”, algo que ya parece muy complicado de afrontar, especialmente después de la caída de los otrora gigantes continentales como Nokia. Un desierto de grandes Big-Tech frente a las famosas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft).

"Queremos encontrar soluciones y empresas europeas en la era digital", dijo Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión en una conferencia de prensa en febrero cuando se presentó una hoja de ruta para la mejora tecnológica de Europa y frenar su dependencia más plagada de intenciones que de medidas concretas. De hecho, muchas de ellas, como que los países de la UE puedan impedir o al menos poner cortapisas a la compra de start-ups europeas por parte de empresas extranjeras, dependen de un análisis legal que se espera que aún dure un año.

En una entrevista en abril con Financial Times, Margrethe Vestager, la vicepresidenta de la Comisión Europea que supervisa la política digital, comentaba que "es muy importante darse cuenta de que hay un riesgo real de que estos negocios sean adquiridos porque se encuentran en una situación especialmente vulnerable", añadiendo además que "la situación que vivimos en estos momentos hace necesario que trabajemos de forma intensa en ese sentido; esta es una de nuestras mayores prioridades".

El problema ha ido a más en los últimos años no solo por quedar patente que la mayoría de servicios que se usan en la Unión son extranjeros, sino porque con el despliegue del 5G Huawei ha tomado un papel preponderante a pesar de los vetos intencionales que malas caras que han puesto algunos estados miembros.

También aparece en el terreno tecnologías ligadas a la propia seguridad, como la de reconocimiento facial o el desarrollo de la I.A., donde Europa tampoco cuenta con grandes desarrollos.

¿Pero por qué Europa ha llegado así encarando el final del primer tercio del siglo XXI? Los análisis son muy variados y van desde la presencia de un sector industrial muy fuerte, la menor iniciativa privada frente a Estados Unidos – o pública frente a China- o la excesiva permisividad con la que se abrió las puertas a las Big-Tech americanas en los primeros 2000 en un momento de crecimiento económico global y cierta despreocupación. Otras opiniones, como la que expresaba Kevin Allison, analista del sector en Berlín, a The New York Times incidía en que el liderazgo de Europa en regulación en internet -fake news, sanciones anti-monopolio, privacidad- ha servido también para alejar las grandes iniciativas tecnológicas.

Spotify, una excepción en crecimiento

De los únicos grandes nombres tecnológicos que se vienen a la cabeza cuando uno abre las aplicaciones que la mayoría de usuarios tienen instaladas en su smartphone de origen europeo es, Spotify.

La plataforma de música y contenido en streaming sueca ha tenido un crecimiento formidable en bolsa justo durante la crisis de la COVID-19, a la vez que redoblaba su apuesta e inversión por los podcast para añadir nuevos negocios al de la música, donde es amplio dominador.

Todo ello redundó en que Spotify superara por primera vez en su historia hace unas semanas los 50.000 millones de dólares de valoración, una cifra que solo han conseguido superar otras dos tecnológicas europeas: la alemana dedicada al software estadístico, de gestión y big data SAP, y la holandesa proveedora de semiconductores ASML.

En las siguientes líneas se puede ver el TOP-10 de empresas tecnológicas europeas por su valoración, con Spotify ahora ocupando el tercer lugar.

La suma de la valoración de estas diez empresas, eso sí, no superan de forma conjunta las cifras de valor de mercado que tiene cualquier de las GAFAM norteamericanas, y empresas como Intel, Cisco, Oracle o Adobe también superan a la más potente de las del viejo continente, según un análisis llevado a cabo por Start-up Book.

Europa está intentado fomentar un nuevo ecosistema digital por medio de estrategias como el Mercado Digital Único Europeo, aún en implantación, o la inversión en sus propios unicornios tecnológicos.

Eso sí, hasta ahora, y más allá del mercado de las Fintech donde compañías como la sueca Klarna, TransferWise o Revolut han conseguido encontrar sus propios espacios, el resto de aspirantes a grandes tecnológicas europeas se han basado en muchos casos en competir en sectores con rivales ya fuertes, como el delivery o el transporte. Casos como la española Glovo, la británica Deliveroo, la española Cabify o la estonia Bolt en el segundo subsector llevan años sumando rondas de financiación y expansión en su camino por algún día aspirar a ser una actor global.

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