Este confinamiento ha servido a muchas personas para iniciarse en nuevas aficiones: el yoga, la pintura, la escritura… las hay de todo tipo; pero, sin duda, si hay una que ha unido a buena parte de los españoles en esta etapa histórica que estamos viviendo se trata de la repostería. No hay más que ver el estante de las harinas y la levadura tiritando sin existencias, en casi cualquier supermercado del país.

Es cierto que algunos han comprado esos ingredientes para hacer pan, pero también abundan los que se han lanzado a innovar con todo tipo de bizcochos, galletas y pasteles. Y si no los cocinan, los compran ya hechos. Parece que durante esta época, en la que hemos tenido que dejar aparcados hasta más tarde muchos de nuestros proyectos e ilusiones, comer es una de las pocas acciones que sentimos tener bajo nuestro control: podemos comer lo que queramos y cuando queramos, eso nadie nos lo va a impedir. Sin embargo, es cierto que esto puede ser contraproducente a medida que pasan los días en los que comemos más de lo que solíamos, manteniendo mucha menos actividad física, en la mayoría de los casos.

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Llevamos ya mes y medio confinados y los efectos que esto está teniendo sobre nuestra alimentación empiezan a notarse. Son especialmente conscientes de ello los nutricionistas, que observan cómo muchos de sus pacientes empiezan a perder el control en lo referente a la alimentación. Entre estos especialistas se encuentra Marta Tejón, quien ha explicado a Hipertextual cómo está afectando este confinamiento a nuestra alimentación y qué podemos hacer todavía para solucionarlo.

Comer para olvidar

Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, tras el inicio del confinamiento se dio en España un incremento en la compra de alimentos del 29’8% con respecto al año anterior. “Podríamos pensar que la gente, ante la incertidumbre de la situación, buscaría llenar los congeladores y despensas para este período en casa”, narra Tejón. “Sin embargo, la cifras muestran que este no ha sido el objetivo principal del consumidor español”. Por ejemplo, hubo un incremento del 33% en la compra de tabletas de chocolate y un 15% en snacks o frutos secos. “Lo más sorprendente han sido las harinas, que han aumentado su venta un 196%”. En el otro extremo, la venta de pescado congelado descendió un 18% con respecto a la semana anterior del confinamiento. “En casa, encerrados y con una disminución de la actividad física, no son buenos datos para la salud y dan la apariencia de que nuestros hábitos han empeorado”.

Esto es algo que está afectando a la población general, pero que se vuelve especialmente peligroso en algunos grupos más vulnerables, como los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria. “Las personas con TCAs suelen tener relaciones complicadas con la comida derivando en un empeoramiento bajo ciertos estresores”, explica la nutricionista. “Estar encerrado en casa puede ser uno de estos estresores por muchos factores; de modo que, aunque tendremos que verlo posteriormente, en mi opinión como dietista-nutricionista, en base a la experiencia personal con los pacientes, están teniendo lugar numerosos empeoramientos y recaídas”.

Dame más azúcar

La pasada Semana Santa fue un periodo atípico. El confinamiento nos dejó sin viajes de vacaciones ni procesiones, pero no impidió que pudiéramos comer las famosas torrijas, así como otros dulces típicos de la época. De hecho, durante esa semana hubo un incremento en la venta de harinas (+18% con respecto a la semana anterior, que ya era casi superior en un 200%), azúcar (+ 11’6%) y huevos (+12’8%). Todo esto puede verse como algo normal, que por lo general solo sucede durante unos pocos días. No obstante, parecemos estar sumidos en unas vacaciones de Semana Santa perpetuas, en las que la elaboración de dulces se ha convertido ya casi en una rutina. “Los alimentos ricos en hidratos de carbono, sobre todo azúcares, nos estimulan los centros de recompensa, dando una sensación efímera de felicidad”, relata Marta Tejón. “Comerse un dulce no es malo, comer todos los días un trozo de bizcocho junto a una baja actividad física durante el confinamiento es un cóctel molotov. En este caso sabemos que, debido al estrés, comerse una torrija es casi obligatorio, pero el problema es que estamos viendo que la repostería, aunque sea casera, se consume casi a diario”.

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En este punto, no debemos olvidar que, por mucho que se haya elaborado en casa, no deja de ser un ultrprocesado y que, si bien comer estos de forma consciente y esporádica no debe considerarse como algo malo, convertirlo en una rutina sí que conlleva consecuencias para la salud.

La descuidada lista de la compra

Los niños ya pueden salir a dar paseos controlados con sus padres y, si todo va bien, los adultos también podremos salir pronto a caminar o hacer deporte. No obstante, el fin del confinamiento aún no ha llegado, por lo que debemos seguir minimizando nuestras salidas y, por lo tanto, pasando mucho tiempo en casa. Aún quedan días de ese estrés que solo parece solucionarse comiendo. Es algo lógico; pero, ya puestos, estamos a tiempo de intentar que eso que comemos sea saludable.

“Gracias a la tecnología alimentaria, disponemos de alimentos con gran fecha de caducidad que se catalogan como saludables: conservas de pescado en aceite de oliva, verduras ultracongeladas o en bote de cristal, legumbres cocidas en bote de cristal…”, recuerda la experta consulta por este medio. “Muchos de los alimentos que hemos visto en los carros, como los flanes o las natillas, tienen una corta caducidad, algo que provoca que al poco tiempo se deba salir de casa. Creo que se ha quedado un poco grande eso de hacer una lista de la compra para el confinamiento”. Por eso, da algunas recomendaciones para intentar que nuestras visitas al supermercado queden más espaciadas en el tiempo y que, de paso, salgamos surtidos de alimentos más saludables que los que se están adquiriendo en mayor cantidad. “Las recomendaciones no van más allá de lo que siempre recomendamos los dietistas-nutricionistas”, expone. “Debemos priorizar las verduras como ingrediente principal en el plato, rebajar el aporte de hidratos, debido a que nuestra actividad física ha descendido, e intentar aportarlos de calidad con variedades integrales. El consumo de proteínas debe venir de legumbres, pescados, huevos y carnes magras”.

¿Es seguro comer alimentos tras su fecha de caducidad?

Ahora bien, ¿cómo podemos comer fruta y verduras y visitar poco el supermercado si son alimentos perecederos, que se echan a perder si los compramos en gran cantidad? Recientemente, la nutricionista y doctora en farmacia Marián García, más conocida como Boticaria García, contestaba a esta cuestión en su intervención en el ciclo de charlas virtuales “Las que cuentan la pandemia”. En ella, hablaba de la existencia de dos tipos de frutas, las climatéricas y las no climatéricas. Las primeras son aquellas que pueden seguir madurando una vez que se cogen del árbol, como el plátano, mientras que las segundas, entre las que se encuentran los cítricos, son las que se mantienen en el estado en el que se recogen. Su recomendación, por lo tanto, es recurrir principalmente a las primeras, ya que se pueden adquirir unas cuantas piezas maduras, para comer antes, y otras más verdes, que seguirán madurando en casa, de modo que nos durarán más tiempo.

También se puede recurrir a frutas y verduras congeladas. Las hay que ya se venden de este modo, pero también podemos hacerlo nosotros en casa. En este punto hay que distinguir entre las que se pueden congelar y luego comer directamente, como los frutos rojos, las que se congelan pero luego adquieren cambios en su textura que obligan a procesarlas en la elaboración de recetas, como las manzanas, o las que se deben congelar ya procesadas. Entre estas últimas se encuentran, por ejemplo, los tomates, que por ejemplo se pueden conservar congelados en forma de salsa. Finalmente, hace referencia también al escaldado como método para procesar algunos vegetales, como el puerro, antes de su congelación.

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¿Significa eso que absolutamente todo lo que llevemos en nuestro carrito debe ser saludable? No necesariamente, pero sí debería ser lo mayoritario. “Yo opino que la base está en hacer una buena compra”, expone Marta Tejón. “Si todas las materias primas que compramos son adecuadas nos ayudará a preparar recetas con elementos saludables. Tener alimentos poco saludables en casa provoca estrés por la necesidad de comerlos y, además, como no tenemos visitas, acabarás tomándolos tú”.

¿Y cuando salgamos qué?

Una vez que pasemos a esta nueva normalidad de la que tanto se habla últimamente, llegará el momento de volver a los bares, quizás con mamparas de vidrio, camareros con mascarillas y mesas que permitan una separación adecuada entre clientes.

Esto es algo que sabremos con el tiempo, pero si hay algo que está muy claro es que la nostalgia llevará a muchas personas a querer acudir en masa y, quizás, comer todas las tapas que no han tomado en tres meses. Por eso, debemos ir mentalizándonos para no tener que lamentarnos después. “Yo soy una nostálgica de los bares”, admite la nutricionista. “Los bares van en la identidad de los españoles y el coronavirus nos ha robado parte de nuestra identidad nacional. Yo creo que, efectivamente, habrá un efecto llamada; porque, en los comentarios de la gente, es lo que más se echa de menos”. Reconoce también que esto puede acarrear problemas, pero que existen formas de evitarlos. “Ir a un bar supone muchos peligros, creo que todos tenemos más de una anécdota, pero sobre todo es importante reducir el consumo de alcohol cuando estos vuelvan. Claro que uno puede tomarse una cañita o un vermut, aunque sabiendo que no es saludable, pero ocho es el desastre”. Además, recuerda que se debe seleccionar bien con qué comida se acompaña. “Lo bueno es que la gastronomía española es muy variada, tenemos muchos platos con base de vegetales (pipirrana, ensalada de patatas...), además de carnes y pescados a la plancha o brasa. Yo invito a llenar los bares, pero con cabeza”.

Esto es algo que oiremos mucho en los próximos días y que deberíamos ir interiorizando. Para la desescalada tendremos que tener en cuenta muchos factores, pero sobre todo hay uno que jamás debemos olvidar: actuar usando la cabeza.

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