El #Yomequedoencasa o #Quedateencasa se ha repetido casi como un mantra durante los últimos días. Incluso antes de que el Gobierno declarase el estado de alarma, y por tanto la obligación de quedarse en los domicilios, una gran parte de la sociedad española ya iniciaba de forma voluntaria su cuarentena sin una fecha límite a la vida. Al menos, aquellos que por su modelo laboral, y preparación de sus empresas, podían permitirse trabajar desde sus casas. Otros han tenido que volver a sus puestos de trabajo, dejando imágenes de estaciones de metro saturadas durante los primeros días de encierro obligado. Una situación ya condenada por los sindicatos ante el incumplimiento absoluto de las recomendaciones de mantener una distancia de, al menos, un metro entre personas en los trayectos.

Decretado el estado de alarma en España por el coronavirus: ¿qué implica para la población?

En un tercer lugar, se encuentra otro grupo de empleados autónomos que siguen operando prácticamente batiendo récord de repartos justo en un momento en el que la asistencia a los locales de restauración está prohibida. Hablamos del gremio de los riders o repartidores a domicilio de compañías como Glovo, Uber Eats o Deliveroo. También en la lista, los operadores de planta de Amazon que, pese a haber registrado positivos en la plantilla, siguen trabajando a pleno rendimiento en un momento en el que las compras por internet se presentan como una única opción viable. Cuestión que, por lo pronto, ya ha sido llevada por CCOO a la Inspección de Trabajo.

Sin embargo, la duda sobrevolaba la continuidad de sus operaciones en ciudades como Madrid como un efecto contagio de todos los sectores del país.

COVID-19: cronología de la enfermedad que tiene en vilo al mundo entero

El viernes pasado, y tras el anuncio del Presidente del Gobierno Pedro Sánchez de cerrar cualquier establecimiento que no fuese esencial por la crisis del coronavirus, los restaurantes del país bajaron persianas hasta nuevo aviso. La mayor fuente de suministros de las compañías de reparto a domicilio quedaba anulada. En este momento, Hipertextual se puso en contacto con las tres plataformas. "No hacemos declaraciones al respecto", argumentaban todas.

Solo Uber Eats apuntaba a que, en ese momento, no se planteaban el cese de operaciones puesto que pese a perder a los restaurante asociados por la obligación de cierre. "Aún quedan las cocinas virtuales", explicaban desde la compañía. Esas que no cuentan con servicio al público, pero sí aparecen en la aplicación con diferentes ofertas de menús. En cuanto a la seguridad de los riders apuntaban a que ya estaban empezando a aprovisionarles de desinfectante y mascarillas –las pocas que quedaban en el país– para que siguiesen trabajando.

También permanecían abiertas las divisiones de compra básica de Glovo, justo en el momento de mayor histeria por el miedo al desabastecimiento. "En Barcelona están trabajando todas las plataformas ahora mismo y, por ahora, no hay ningún aviso de que vayan a cerrar", explicaba uno de los portavoces de los defensores de los derechos de los riders justo en la fecha límite del cierre de los locales. "De hecho, los súper de Glovo tienen colas de repartidores impresionantes", añadía.

Y entonces llegó un respiro para las compañías que se sirven de los restaurantes. Otro anuncio de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, abría un rayo de esperanza: aunque los restaurantes cerrasen en su atención en sala, la Comunidad permitiría que las cocinas permaneciesen abiertas para poder hacer repartos de comida a los confinados en sus hogares. El gremio de los riders, autónomos por naturaleza, se convertía en uno de esos grupos casi obligados a trabajar en el periodo de cuarentena.

En ese momento, todas las compañías recuperaban la voz y emitía comunicados casi parejos respecto a las medidas de seguridad a tener en cuenta para los colectivos de repartidores. De hecho, con un solo vistazo a las diferentes plataformas de delivery, las ofertas para incentivar los pedidos se han sucedido una tras otra con una suerte de humor negro como el #notelajuegues de Uber Eats por la que, horas después pidió disculpas.

Se implementaba la llamada entrega contacless o de contacto cero; en ningún momento habrá contacto entre el repartidor y el cliente. Los restaurantes deberían desinfectar las bolsas de comida antes de la entrega y los riders tendrían a su disposición más mascarillas y un seguro de cobertura en caso de contagio. Desde las plataformas de defensa si bien han recibido esos comunicados, también cuentan con la versión de los riders de que no se están cumpliendo las medidas y el riesgo sigue siendo muy grande.

Es entonces cuando, a través de las redes sociales, se alarmaba del peligro que esto implicaba para todas las partes de la ecuación. Pese a las medidas de seguridad impuestas por el Estado para evitar el contacto y contagio, el incremento de los pedidos, y por lo tanto del negocio, dejan imágenes que se alejan mucho de la situación de seguridad:

Aglomeraciones en los puntos de recogida de los pedidos de plataformas como Glovo –sin el metro de distancia obligado–. Ante esta situación, el miedo entre el colectivo es palpable ante el elevado riesgo de contagio a lo largo de la cadena de entregas y ya son muchos los que piden que se paren los pedido a domicilio por una cuestión de empatía. La clásica historia sin fin: si aumentan los pedidos hay demanda y, por lo tanto riders en las calles para lo que, desde las plataformas se ha defendido una cobertura de pedidos de primera necesidad. Un servicio que –pese a estar realmente solicitados por un gran grupo de población– da paso a los productos de lujo –que ahora son prácticamente todos aquellos que funcionen para sustituir la mermada vida social– con ofertas de grandes cadenas de restaurantes de comida rápida.

El debate entre incrementar los ingresos o jugársela en las calles en una época de crisis sigue muy abierto.

https://twitter.com/RMadArtur/status/1239863662124380165

YouTube video