Uno de los consensos más obvios entre la crítica especializada es, sin duda, que el Universo Extendido de DC no está siendo llevado con la misma lucidez, estándares de calidad y, por consiguiente, eficacia que el Cinematográfico de Marvel. Como su mejor propuesta quizá debamos señalar a Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017), y uno de sus puntos menos inspirados aunque aceptables fue Escuadrón Suicida (David Ayer, 2016), que James Gunn (Guardianes de la Galaxia) rebuteará con otra película homónima en 2021. Pero si hay algo rescatable de la primera versión, y que afortunadamente permanece en la segunda, es la chalada adorable de Harley Quinn de la actriz australiana Margot Robbie (El lobo de Wall Street), nominada para los Oscar este 2020 por su actuación como Kayla Pospisil en El escándalo (Jay Roach, 2019).
Su encarnación juguetona e irresistible de la ex pareja de Joker, el mayor villano de Gotham —al que Jared Leto (El Club de la Lucha) da vida en ese filme de un modo tan olvidable como icónico es el de Joaquin Phoenix, posible ganador del correspondiente Oscar por el mismo personaje que el difunto Heath Ledger (Brokeback Mountain) en El Caballero Oscuro (Christopher Nolan 2008)—, le ha valido a Robbie el protagonismo absoluto en Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn. La oriental Cathy Yan se ha encargado de realizarla para su lanzamiento en breve este 2020, no solo porque a Warner Bros. le haya parecido la cineasta adecuada para ello, sino también por cumplir con el propósito de que, como Jenkins, más mujeres accedan a las labores de dirección en los grandes estudios de Hollywood.
Venía de haber recibido el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance por la comedia dramática Dead Pigs (2018), su debut en el largometraje, imposible de encontrar a día hoy. Y, después de haber visto el resultado, podemos decir que su elección para unirse al UEDC fue acertada: la película de Yan se revela como un espectáculo bufo y muy entretenido, más cercano a las intrigas criminales cómicas de Guy Ritchie, como Snatch: Cerdos y diamantes (2000), RocknRolla (2008) o The Gentlemen: Los señores de la mafia (2020), que a los filmes de superhéroes o supervillanos al uso; y hasta sus estupendas coreografías de lucha con cámara lenta no andan lejos de la de Sherlock Holmes (2009) y su primera secuela, Juego de sombras (2011), también de Ritchie.
Y es que el guion de la británica Christina Hodson (Bumblebee) y la voz en off narrativa en el efectivo montaje del experimentado Jay Cassidy (Albino Alligator) y de Evan Schiff —que no por casualidad había asumido el de cuerpo a cuerpo de John Wick: Pacto de sangre y su continuación, Parabellum (Chad Stahelski, 2017, 2019)— se asemejan en su estilo dinámico al del director inglés. Excepto por ese ingenio tan singular que proporciona la chispa hilarante, que en Aves de presa solo surge de verdad en ocasiones pese a que se la persigue a cada rato. Pero esto no importa mucho: el hechizo funciona a la perfección, sin maravillar a nadie pero tampoco sacando al espectador agradecido de la colorida violencia más bien blanda de esta frenética aventura en Gotham sin el hombre murciélago. Uno no mira nunca a los lados, únicamente a la pantalla.
Margot Robbie no merece ni un pío, ni Jurnee Smollett-Bell (Lovecraft Country) como Dinah Lance, Rosie Pérez (Human Nature) en la piel de Renée Montoya, Chris Messina (Heridas abiertas) como Victor Zsasz o Ewan McGregor (Big Fish) de Roman Sionis, un villano poco memorable. A la correcta Mary Elizabeth Winstead (La señal 2), sin embargo, se la ve bastante desangelada como la Asesina de la Ballesta. Tanto la banda sonora de Daniel Pemberton (Steve Jobs) —quien, oh, había escrito la partitura de dos películas de Ritchie, Operación U.N.C.L.E. (2015) y Rey Arturo: La leyenda de Excalibur (2017)— como las canciones escogidas le sientan como un guante a cada una de las secuencias, y ayudan lo suyo a que resulte un auténtico gustazo contemplar a Harley Quinn, sobre todo, y a sus amigas repartiendo leña a quien haga falta.