La expansión del coronavirus es cada vez más rápida y agresiva: prácticamente buena parte de Europa y algunos países de América ya han reportado sus primeros casos confirmados y se espera que el número no haga más que aumentar.

Buena parte de los expertos en distintas áreas están dedicando tiempo en analizar cuál podría ser el impacto de la epidemia en la vida cotidiana de los ciudadanos del mundo y, sobre todo, en actividades que se relacionan de manera directa con grandes multitudes. Por supuesto, el cine y la cultura que le rodea son unos de los rubros más afectados en medio de una circunstancia que implica aislamiento y medidas de cuarentena. Hasta este momento, la situación en diferentes países ha ocasiones cierre de salas de cine tanto en China como en Venecia y la suspensión de rodajes, como el de Missión: Imposible en Venecia.

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La gran pregunta es qué ocurrirá una vez que el contagio del virus alcance cifras apreciables en Norteamérica y en cuánto podría esa situación afectar tantos los próximos estrenos y filmaciones, como los resultados del año en cifras. ¿Será el coronavirus el responsable de algún cambio significativo en planes y estrategias de mercado que involucren no solo los grandes estrenos de temporada sino también, la misma dinámica del cine como forma de entretenimiento? ¿Será 2020 el año sin festivales o se transformará la dinámica en algo distinto debido a la influencia del virus?

Por supuesto, se trata de un aspecto muy específico que no refleja en absoluto la emergencia mundial que el mundo atraviesa ahora mismo. De hecho, el 25 de febrero pasado, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades advirtieron en una conferencia de prensa que los estadounidenses deben estar preparados para una posible suspensión de sus actividades cotidianas debido a las posibles consecuencias inmediatas del coronavirus en el país.

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Por supuesto, los teatros, cines y otras formas de entretenimiento públicas serán vulnerables y se analizarán desde la percepción inmediata de la protección al público asistente. ¿En qué puede afectar las ganancias, grabaciones, cronogramas de estudios y otros tantos temas el coronavirus? Para comprenderlo, resulta primordial analizar escenario por escenario lo ocurre y su impacto a corto plazo.

Un mapa complicado

China es el segundo mercado de taquilla más grande del mundo y durante el último lustro ha sido también la razón por la cual gran parte de producciones, que fallaron en taquilla en el mercado occidental, consiguieran recuperar la inversión de forma más o menos considerable. De hecho, el mercado del gigante asiático es la variable de mayor importancia al analizar las cifras de taquillas internacional.

El cierre parcial o total de cines no solo influye de forma notoria en cómo se calcula en la actualidad las ganancias de cualquier producción, sino también en cómo se sostienen incluso proyectos pequeños que alcanzan un número considerable de taquilla gracias a su proyección en un mercado especialmente grande.

Así que el cierre inmediato de ciudades y todo tipo de centros de reunión pública (que incluye cines) es una acción que repercute de inmediato en una taquilla especialmente tibia y baja de los meses de febrero y marzo, momento en el que suelen estrenarse secuelas de bajo presupuesto y que se capitalizan aún las secuelas de las temporadas de premios; sería el reciente aumento de ganancias de Parasite de Bong Joon — ho después de ganar la estatuilla como mejor película del año. La pérdida del mercado chino implica que producciones de bajo presupuesto y de las que se esperaba alta rentabilidad quedarán en medio del nada deseable limbo de un posible fracaso financiero.

Como si eso no fuera suficiente, está el hecho que el comienzo del año es el período vacacional en China, meses en los cuales no se estrenan películas extranjeras salvo contadas excepciones y contratos previos. Pero en esta ocasión, el calendario de películas internacionales y las locales se modificó por entero, lo que puede provocar que los estrenos de películas norteamericanas como The Invisible Man, A Quiet Place 2, Mulán e incluso el comienzo de la fase cuatro del Universo Cinematográfico de Marvel, Black Widow, queden aplazados, cuando no cancelados por las nuevas fechas.

El mercado chino está dominado por las decisiones políticas de su gobierno, por lo que las cuotas gubernamentales de estrenos de películas se mantienen intactas incluso si deben atrasarse por motivos ajenos a la voluntad o al control de los distribuidores. Según las leyes chinas, solo 35 películas extranjeras pueden estrenarse por año en el país. Esto hace más que probable que las productoras occidentales deban tomar decisiones sobre el camino acerca de las producciones que llegarán a la pantalla grande del gigante asiático.

Se espera que el cambio obligatorio de calendario debido al coronavirus vendrá con películas como Mulán, la película número 25 de James Bond No Time to Die y F9. Todos los anteriores films se estrenarán a fines de marzo, mediados de abril y mayo, respectivamente, lo que hace más que probable que deban enfrentar el nuevo calendario de estrenos que forzó la cuarenta del coronavirus en China. De ser así, las películas locales tendrían prioridad cuando se vuelvan a abrir los cines, lo que quiere decir que los estrenos norteamericanos tendrán que esperar, seguramente, para llegar a la pantalla grande asiática con la consecuente pérdida de público e interés.

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De vuelta a América

Claro está, el coronavirus ya es una condicionante a tener en cuenta en los meses futuros con respecto a la proyección en suelo norteamericano de los estrenos más esperados de la temporada. Si la pandemia aumenta, según las proyecciones de la OMS, hay alta probabilidad que para mitad de año haya una buena cantidad de estados cuarentena, lo que significaría además el cierre temporal de cualquier lugar en que puede proyectarse un film, un fenómeno sin precedentes que todavía no ha sido contabilizado de forma concreta por la industria estadounidense.

De suceder, lo más probable es que haya cambios de calendario — que también influyan en los estrenos fuera del país — y que además, se sostengan sobre la posibilidad de conservar las grandes producciones de temporada para fechas más propicias.

Pero, ¿puede funcionar un truco semejante? De hecho, la gran pregunta es cómo se llevaría a cabo una cuarentena en un país que, a diferencia de China, tiene gobiernos locales que tomarían la decisión de manera separada y además, dependiendo de lo que ocurra en sus respectivos estados, condados y pueblos.

¿Podría ocurrir que el mapa de estrenos deba adecuarse a la forma en cómo fluctúa y se analiza lo que está ocurriendo? El único precedente a la circunstancia es la que ha provocado el clima — tornados, tormentas y otros tipos de fenómenos atmosféricos de envergadura — y aún así, es imposible de predecir si el comportamiento del coronavirus es también una condicionante que podría afectar desde una estratificación específica — ¿Por estados? ¿Por zonas? ¿Por lugares concretos en ciudades muy grandes? — y la manera en que eso se traduce en las proyecciones de cine.

Por supuesto, en terreno norteamericano, los teatros y cines han permanecido abiertos durante crisis públicas de considerable importante. Durante la Segunda Guerra Mundial, la industria del cine se consideró un reflejo del optimismo y la esperanza. Esto se tradujo en una producción cinematográfica enfocada a salvaguardar la moral colectiva. Algo semejante ocurrió durante el fin de semana del asesinato de John F. Kennedy e incluso, durante circunstancias de seguridad masiva y de pertinencia interna como el 11 de septiembre. Para buena parte de la cultura estadounidense, el mundo cinematográfico es una forma de apoyo y también, un sostén emocional en momentos especialmente críticos.

¿Ocurrirá de la misma forma con el coronavirus? Lo más probable es las salas se mantendrán en funcionamiento durante la cuarentena, pero dependerá de la forma en que el Gobierno de Washington analice el riesgo que podría suponer la pandemia, una condición inédita más relacionada con la salud pública que con la condición de seguridad efectiva.

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Hasta ahora, los riesgos que podría sufrir la población norteamericana guardaban un vínculo directo con la capacidad del gobierno para reaccionar y proteger a los ciudadanos de amenazas concretas. Pero un virus de propagación rápida y por contacto no es una amenaza terrorista que puede ser cuantificada de forma directa y, mucho menos, una versión de la concepción y la percepción la protección que puede ofrecer el gobierno central norteamericano, lo que supone deducir que su reacción sobre el cierre de espacios será por completo distinta.

Resta esperar para comprender el verdadero movimiento económico, financiero y social que puede provocar una pandemia en un siglo hipertecnificado y comunicado. ¿Cómo reaccionará occidente a una variable inesperada e incontrolable? Todavía no hay una última palabra al respecto.