Cuando se estrena una nueva adaptación al cine de la novela más célebre del irlandés Bram Stoker tras tantos antecedentes, parece inevitable que echemos la vista atrás para reconocer sus posibles logros frente a los de las que la precedieron. Si la miniserie *Drácula* de Mark Gatiss y Steven Moffat (2020) para la BBC y Netflix es la última ocasión en que hemos visto al Conde inmortal hacer de las suyas, *la primera de las más de 200 traslaciones a la gran pantalla o a la ficción televisiva fue el largometraje húngaro Drakula halála (Károly Lajthay, 1921), hoy perdido* y con el checo Paul Askonas como el chupasangre; y esto pese a la reivindicación de uno ruso de 1920 cuya existencia no se ha confirmado.

Con la gran cantidad de encarnaciones del vampiro más famoso, lo razonable es que nos ocupemos de las de mayor importancia, aquellas que han ejercido una influencia más notable y han perdurado en el recuerdo y en las que participaran cineastas o intérpretes de renombre. Para empezar, uno de los guionistas de la película húngara es nada más y nada menos que Michael Curtiz, director de Robin de los bosques, Ángeles con caras sucias (1938) o Casablanca (1942), por la que obtuvo un Oscar. Pero la primera de enorme impacto fue la alemana **Nosferatu (F. W. Murnau, 1922), con el berlinés Max Schreck** como Graf Orlok, un trasunto del Conde brutal porque no contaba con los derechos de adaptación de la novela, en manos de su viuda, Florence Balcombe.

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'Nosferatu' (1922) y 'Drácula' (1931) | Kino Lorber, Universal

Más tarde, Murnau rodaría filmes como El último (1924), Fausto (1926) o Amanecer (1927). Por otra parte, el húngaro-estadounidense Bela Lugosi, al que luego vimos también en la comedia Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939) o en El ladrón de cadáveres (Robert Wise, 1945), nos brindó otra de las versiones más conocidas del susodicho en **Drácula (Tod Browning, 1931)*, personaje del que volvió a vestirse por su icónica metamorfosis en Abbott y Costello contra los fantasmas* (Charles Barton y Walter Lantz, 1948). Y no fue hasta el primer filme homónimo protagonizado por el londinense Christopher Lee (Terence Fisher, 1958) que llegó otra película destacada sobre el Conde, con su compatriota Peter Cushing en el rol de Abraham van Helsing.

Ambos actores repitieron sus papeles más adelante: Lee, a quien después encontraríamos en La vida privada de Sherlock Holmes (Billy Wilder, 1970), *Gremlins 2 (Joe Dante, 1990), Sleepy Hollow (Tim Burton, 1999) o la trilogía de El Señor de los Anillos* (Peter Jackson, 2001-2003), regresó a Drácula nueve veces, dos de ellas a las órdenes del canadiense Alan Gibson; y Cushing, aparecido antes en Hamlet (Laurence Olivier, 1948) y, tras veinte años casi, en *La guerra de las galaxias* (George Lucas, 1977), en cuatro, pero las tres últimas en la piel de descendientes de Abraham; y los dos coincidieron en un par más. Y su conciudadano Fisher dirigió otras dos aventuras del vampiro, una con Cushing y otra con Lee.

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'Drácula' (1958) | Universal

El germano-británico Ferdy Mayne, que previamente había asomado la cabeza en películas como El mar no perdona (Richard Sale, 1957) o Nuestro hombre en La Habana (Carol Reed, 1959) *narró El baile de los vampiros* (Roman Polanski, 1967) como el Conde von Krolock, nuevo trasunto de Drácula*. Por supuesto, su realizador franco-polaco no necesita que lo presenten; todos saben muy bien que La semilla del diablo (1967), Chinatown (1974) o El pianista (2002) son obra suya. Y dijo hola, igual que el cineasta italiano Vittorio De Sica, en el filme Sangre para Drácula* (Paul Morrissey, 1974), protagonizado por el prolífico Udo Kier, actor fetiche de Lars von Trier por roles como los que desempeñó en Rompiendo las olas (1996) o Bailar en la oscuridad (2000).

El alemán Klaus Kinski, al que se había reconocido antes en La muerte tenía un precio o *Doctor Zhivago (Sergio Leone, David Lean, 1965), a lo Graf Orlok pero ya como Drácula, estrenó Nosferatu, vampiro de la noche (Werner Herzog, 1979), con la batuta de su mencionado enemigo íntimo, el incombustible autor de El enigma de Gaspar Hauser (1974) o Fitzcarraldo (1982). Y lo hizo en compañía de la francesa Isabelle Adjani, actriz principal de Diario íntimo de Adela H. (1975) o El quimérico inquilino (Polanski, 1976), y del suizo Bruno Ganz, previamente en el reparto de Los niños del Brasil (Franklin J. Schaffner, 1978) y, cuarenta años después, en el de La casa de Jack* (Von Trier, 2018), como Lucy y Jonathan Harker.

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'Drácula de Bram Stoker' (1992) | Sony

El yanqui Frank Langella, a quien conocemos por su trabajo en Superman Returns (Bryan Singer, 2006) o El desafío: Frost contra Nixon (Ron Howard, 2008), **fue el villano de Drácula (John Badham, 1979)*, y compartió escena con Sir Laurence Olivier en la piel de Van Helsing, una eminencia shakespeariana e incuestionable que se curtió en proyectos como Rebeca* (Alfred Hitcock, 1940), Espartaco (Stanley Kubrick, 1960) o La huella (Joseph L. Mankiewicz, 1972). Y no hubo ninguna aportación relevante hasta **Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992)*, a la que se considera la adaptación definitiva. Lo cual no puede resultar extraño si su director es el de la trilogía de El Padrino (1972-1990) o Apocalypse Now* (1979).

Y su lujoso reparto no se queda atrás, con **Gary Oldman* (Hannibal) transformándose en el obsesivo Conde, Sir Anthony Hopkins (Leyendas de pasión) como Van Helsing, Keanu Reeves (Matrix) en los zapatos de Jonathan Harker, Winona Ryder (Eduardo Manostijeras) como Mina Murray, Richard E. Grant (La edad de la inocencia) interpretando al doctor Jack Seward o Cary Elwes (Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio) como Lord Arthur Holmwood, y una de las novias del vampiro transilvano no es otra que Monica Bellucci (La pasión de Cristo*). Y, aunque con el tiempo vendría el de Richard Roxburg, Thomas Kretschmann, Jonathan Rhys Meyers, Luke Evans o Doug Jones, sólo el de Claes Bang (The Square) para Mark Gatiss y Steven Moffat ha resultado también memorable.