ready player one el resplandor

Warner Bros.

Incuestionable fue la alegría que se llevaron los que adoran la novela más afamada de Ernest Cline, **Ready Player One (2011), al saber que iban a adaptarla al cine y que, para rematar, el gran Steven Spielberg** la dirigiría. Según el resultado, debieran decir ahora o haber dicho antes que están de lo más satisfechos con él pese a los múltiples cambios introducidos, que aprobó el propio Cline como coguionista, y que se revelan de una indiscutible sensatez cinematográfica. Uno de ellos, el más relevante, son los acertijos y las pruebas para los que quienes buscan el Huevo de Pascua de James Halliday (Mark Rylance) en OASIS, y algunos no dudamos ni un poquito en señalar como la mejor secuencia del filme a una en la que los protagonistas se afanan para pasar una prueba y conseguir la Llave de Jade, la segunda de la competición.

La pista específica hablaba de “un creador que odia su propia creación”: a Stephen King no le trajo demasiada felicidad **la estupenda y libre adaptación cinematográfica que Stanley Kubrick hizo en 1980 de esa novela maravillosa que es El resplandor (1977). De modo que, tras averiguar que debían ir al cine en el que Halliday se había citado con Karen Underwood, luego esposa de Ogden Morrow (Simon Pegg), y no había tenido el valor de “dar el salto” y besarla, Parzival (Tye Sheridan), Art3mis (Olivia Cooke), Hache (Lena Waithe), Daito (Win Morisaki) y Shoto (Philip Zhao) se adentran en la recreación de la película de Kubrick que el genio de la realidad virtual había elaborado en OASIS**. Y el gozo es indescriptible para un cinéfilo al que le encanta tanto el libro como el filme cuando escucha la inolvidable banda sonora de Wendy Carlos y Rachel Elkind-Tourre.

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Y ese gozo se acentúa al revisitar el Hotel Overlook: la sala enorme donde Jack Torrance (ídem Nicholson) escribía a máquina, sus pasillos malrolleros, la terrible habitación 237, el laberinto nevado del jardín, la cocina desierta y el salón de baile; todo ello en una secuencia vertiginosa que enlaza todos estos escenarios y otros ingredientes de la película con una gran imaginación visual y de montaje, alterándolos un pelín. Si bien nada de esto aparece ni ocurre en la novela de Cline, sino que el reto planteado por Halliday tiene que ver con videojuego Zork (Tim Anderson, Marc Blank, Bruce Daniels y Dave Lebling, 1977-1979) y el arcade de plataformas Black Tiger (Masayuki Akahori, 1987). La razón principal del cambio fue conseguir secuencias más cinematográficas, pero ¿por qué Spielberg escogió este filme de Kubrick para la segunda prueba?

“Fue la nostalgia”, reconoció el director californiano en una entrevista para *Entertainment Weekly*, “porque fue en ese set que recreé para Ready Player One donde me encontré por primera vez a Stanley Kubrick. El salón principal con la chimenea enorme es donde vi por primera vez a Stanley en 1979 cuando fui a ver los escenarios donde iban a montar el ser de rodaje de *En busca del Arca perdida*. Cuando supe que Stanley había montado un set completo y estaba planeando las tomas, pedí poder conocerle”, y continuó así: “Stanley era muy afectuoso, muy adulador. Había visto algunas de mis películas y me invitó a cenar esa noche en su casa”. Y, desde entonces, fueron “amigos durante diecinueve años, hasta su muerte”, ocurrida en marzo de 1999 y motivo por el que Spielberg asumió el proyecto de Inteligencia artificial (2001), que había ideado Kubrick.

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No obstante, lo verdaderamente curioso de su elección para esta secuencia de Ready Player One es que, según supimos por el corto documental *Spielberg sobre Kubrick (Paul Joyce, 1999), al primero *no le gustó mucho El resplandor tras su primer visionado, y así se lo confesó durante una cena a su amigo en Childwickbury Manor, su casa del condado de Hertfordshire, al norte de Londres. Pero ahora es una de sus películas favoritas, porque las aportaciones al séptimo arte de Kubrick “tienden a crecer en ti, tienes que verlas más de una vez”**, y por aquellos tiempos se había zampado El resplandor unas veinticinco veces. Así pues, el significado verdadero de la mejor secuencia en Ready Player One, su fin más hondo, es un formidable homenaje a una obra que le chifla a Steven Spielberg y un sentido tributo a su talentoso amigo muerto.