Las época navideña ha llegado, y con ella, el terror de las básculas. Este es el mantra que de una u otra forma nos han ido repitiendo a lo largo de todos estos años. Todo, presuntamente, por culpa de los polvorones, turrones, mazapanes, las comidas copiosas... En enero, los gimnasios y los dietistas hacen su agosto. Pero ¿realmente la Navidad es la época del año en la que más se engorda?
No todos piensan así. Juan Revenga, dietista-nutricionista y autor del libro Adelgázame, miénteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento", indicó que no hay datos objetivos sobre el aumento de las calorías en esta época del año. "Es una sensación general, un 'feeling', pero no tenemos datos", dijo en entrevista con Hipertextual.
5 mitos sobre la comida que vuelven por Navidad
En primer lugar, el experto recuerda que, en realidad, la Navidad se reduce a cinco o seis comidas y cenas. Además, tenemos la teoría de que estas son muy calóricas pero la verdad es que este argumento era válido hasta hace 20 o 30 años. Revenga sostiene que hoy en día los alimentos que ingerimos durante las épocas navideñas no son excepcionales y que el problema radica en las calorías de la alimentación no solo en estos meses, sino durante todo el año.
"A día de hoy, desde el punto de vista energético, no hay excepcionalidad por ningún lado. Quizá comes foie de pato que no lo comes todos los días pero en su lugar te estás metiendo 3 donuts con chocolate en un día normal. La sobreabundancia calórica es anual y constante y lo que se hace actualmente en Navidad es cambiar productos más o menos del montón por más o menos selectos".
Para llegar a este proceso, el experto apunta al término transición nutricional, que tiene lugar cuando un país pasa de tener una situación de carencia alimentaria a una en la que el problema es el exceso de los alimentos.
Revenga argumentó esta transición poniendo de relieve que, en la década de los años 50, el porcentaje de los ingresos que una familia media destinaba al carro de la compra era el 52%. Hoy, este porcentaje está entre el 14 y el 16%.
Un ejemplo son los langostinos. Si le preguntas a tu abuela, te dirá que cuando ella era joven los comía en Navidad y no volvía a ver el bigote de un langostino hasta el año siguiente. Ahora los tienes a 9 euros el kilo en el supermercado.
Por otro lado, tenemos que tener en cuenta que estamos hablando de épocas de vacaciones, en las que nos relajamos más, tanto para lo bueno como para lo malo. Malo porque normalmente dejamos de hacer deporte y se suele mantener una actitud más sedentaria.
Además, varios estudios han demostrado que en invierno aumentamos de peso, entre otras cosas, porque el frío provoca que salgamos y nos movamos menos.
Sin embargo, los pocos ensayos que se han realizado sobre la ingesta de calorías en Navidad sostienen que los que más engordan son en realidad los que ya sufren de sobrepeso u obesidad. Aunque el verdadero problema radica en que esta enfermedad no es caso aislado en España. En 1987, el porcentaje de la población española con obesidad o sobrepeso era del 39.4%. En 2017, la cifra aumentó hasta el 54,7%. Y eso no es culpa de la Navidad.
No todo está perdido
Pero hay maneras de hacer que, al menos, en el mes de diciembre y enero no ayudemos a que estas cifras aumenten aún más. El paso número uno es hacer una previsión del disfrute. Juan Revenga tiene la mejor manera de ejemplificarlo.
"Te imaginas que vas al cuartel de la Guardia Civil y le dices a un policía que vas a viajar en coche de Madrid a Barcelona a 300 kilómetros por hora y encima bebido. Y le preguntas qué recomienda para paliar los posibles contratiempos que pueden surgir. Milagros, en Lourdes".
Por lo tanto, no vale comer turrones como si no hubiera un mañana para luego quejarse. Pero ojo, tampoco es necesario prescindir de ellos completamente. Así lo apunta Javier Miguel Hernández, dietista y coach nutricional, quien detalló en entrevista que una de las claves para muchas personas es llevar un registro de todo lo que comen o intentar ir más o menos saciado a las comidas.
"Una buena merienda o media mañana suele ir muy bien así como beber dos vasos de agua y tomar algo de verdura antes de empezar a comer. Así el descalabro será menor", dijo para Hipertextual.
La táctica de Hernández con sus pacientes se centra, más allá de una dieta específica, en enseñarles a comer bien. En la consulta, aborda diferentes temas como claves para comer fuera de casa, cómo hacerlo más espacio, o distinguir entre el hambre real y emocional.
Y el último consejo que da es que no hay de nada de provechoso en demorar los buenos propósitos. Se puede disfrutar de todo con moderación para que luego no haga falta hacer el doble de trabajo en enero. "Siempre van a haber obstáculos, pero cuanto antes se empiece, mejor".