La adaptación de La materia oscura a cargo de HBO y la BBC parecía prometer el cielo a los fans de la saga literaria de Philip Pullman. Desde el anuncio del reparto —liderado por Dafne Keen, Ruth Wilson, James McAvoy y Lin-Manuel Miranda— y el estreno del primer tráiler, la cosa pintaba excepcionalmente bien para una historia que ya había tenido una oportunidad en la gran pantalla y había fracasado.

Sin embargo, los resultados no están convenciendo a buena parte del público, que ven más de un error imperdonable en la serie. Aunque se alza con una buena puntuación por parte de la crítica, le han dado un 80% en Rotten Tomatoes y un modesto 66 de 100 en Metacritic, los tres capítulos que ha estrenado ya la plataforma dejan un sabor de boca agridulce.

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Jack Thorne, a cargo de la adaptación, ha afirmado recientemente que el guion del capítulo piloto se reescribió unas 45 veces para estar a la altura de las expectativas y del relato de Pullman. No parece, sin embargo, que se hayan esforzado tanto en los siguientes. De ahí que las reacciones del público durante la primera semana fueran bastante positivas, pero que hayan ido decayendo con los siguientes episodios.

¡Cuidado! A partir de aquí hay spoilers de los tres primeros episodios de La materia oscura.

Una adaptación que pierde fuelle

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La primera temporada de La materia oscura adapta la primera novela de la trilogía, La brújula dorada, una historia que debería sonarle a quienes vieron la cinta de 2007 con Nicole Kidman y Daniel Craig. Pero la serie ha decidido dar un giro con respecto al libro y se está adelantando a los acontecimientos. Así, el segundo episodio nos muestra cómo uno de los personajes, Lord Boreal, cruza un portal interdimensional hacia nuestra Tierra, algo que en las novelas no se desvela hasta el segundo tomo.

El motivo por el que la serie ha tomado este rumbo se debe, sin ninguna duda, a un afán por alejarse del enfoque más infantil y a la intención de enganchar al público con grandes misterios, ya que de por sí no es una historia que beba mucho de los cliffhangers o finales de capítulo que terminan en suspense. Las novelas de Philip Pullman están narradas en tercera persona, pero es un narrador que va siempre pegado a Lyra (Dafne Keen), la joven protagonista. Por tanto, el lector descubre los secretos, tramas y enigmas a medida que lo hace la niña. En la serie, han querido mostrar una visión más global de lo que está sucediendo mostrándonos qué hacen otros personajes cuando Lyra no los ve.

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Esto trae consigo varias problemáticas que no están sabiendo manejar del todo bien. Por un lado, desvelar según qué aspectos antes de tiempo, como el tema de las realidades paralelas, le quita algo de magia al relato. La brújula dorada debería servir como introducción al mundo de las corrientes ambáricas, los osos acorazados y los daimonions, y solo cuando estuviéramos familiarizados con ellos, darnos la sorpresa de los otros mundos en La daga. Por otro lado, ese desvelar sin desvelarlo todo nos deja escenas del todo absurdas, en las que los personajes hablan en clave entre ellos cuando no deberían, con el único objetivo de darle pistas al espectador, pero sin hacer spoiler. Un despropósito de guion que les está pasando factura.

Además, corren otro riesgo: crear expectativas con grandes misterios que no van a ser para tanto. A no ser que se salieran por completo de la historia original —algo difícil de creer—, algunas de las incógnitas que han planteado no tienen una resolución tan grandilocuente en los libros como la serie nos quiere hacer creer.

¿Qué ha pasado con mis personajes?

Otro cambio notable que no ha pasado desapercibido para los fans de la trilogía es el de la propia Lyra. La niña, a la que se describe en los libros como inocente, poco ingeniosa, alegre y energizada, se ha convertido aquí en una heroína de manual, seria y siempre dispuesta a salvar el día. Uno de los puntos fuertes de las novelas era la maestría con que Pullman sabe plasmar la infantilidad de Lyra: los problemas y el drama adulto pasan por ella sin que le afecten. Su gran ambición es viajar a tierras lejanas y rescatar a Lord Asriel; le asusta la señorita Coulter y está preocupada por su amigo desaparecido, pero todo son penas que se le pasan en seguida cuando encuentra cualquier distracción.

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En cambio, la serie nos presenta a una Lyra mucho más madura, que entiende la gravedad de los eventos y se cuadra ante las adversidades, más valiente de lo que sería cualquier niña de su edad. Por ejemplo, lo vemos claro en el momento en que descubre que Lord Asriel es su padre, y no su tío, y cuando le cuentan que la señorita Coulter es su madre. Según Pullman, esto apenas le afecta en un primer momento, no le da casi importancia. En la serie, sin embargo, monta una escena dramática en ambas ocasiones y muchos fans hacen bien en preguntarse qué ha pasado con el personaje que conocían.

Algo similar ocurre también con Ma Costa (Anne-Marie Duff). La giptana que asume el cuidado de Lyra cuando huye de Marisa Coulter se describe en las novelas como una mujer fuerte, imponente y maternal; una pilar fundamental en la sociedad giptana y en su familia. Sin embargo, la serie ha acabado con todo esto y nos ha traído a una mujer consumida, que se pasa la mayor parte de su tiempo en pantalla llorando y que apenas tiene peso en las decisiones ni en la vida de Lyra. En lugar de tratarla como la figura de autoridad que debería ser, Ma Costa queda relegada al estereotipo de la madre histérica que no sabe lo que hace porque le pueden sus emociones.

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Aunque si hay un grupo de personajes esencial para La materia oscura esos son los daimonions. En el mundo de Pullman, el alma humana toma forma fuera del cuerpo con el aspecto de un animalillo —cambiante durante la niñez, estable en la edad adulta—. Esos daimonions son la base del argumento de la trilogía y lo más importante que hay que saber de ellos es que no pueden estar alejados de sus humanos, ni siquiera un par de metros más allá. La separación física les produce tanto dolor a ambos que es insoportable y, de hecho, cuando un humano muere, también lo hace su daimonion, y viceversa.

Por tanto, no es comprensible que, en muchas escenas, no haya ni rastro de los animales que acompañan a los personajes. En un plano amplio, donde podemos ver a varias personas de cuerpo entero, tienen que verse los daimonions necesariamente para que la adaptación sea creíble. Si bien entendemos que la producción de estos acompañantes es bastante cara —cada episodio ha costado más de seis millones de libras—, es un elemento que resta mucha calidad a la historia y que los fans no han dejado pasar.

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Todos estos pequeños detalles hacen de La materia oscura una adaptación que no ha sabido cumplir con las expectativas de su público, ansioso por una buena versión cinematográfica de esta saga literaria infantil que tantos éxitos y polémicas ha cosechado desde hace décadas. No obstante, quedan aún muchos episodios para terminar la temporada y esperamos que el resultado global sea bastante más favorecedor.