Joaquín y Mugu no son fans acérrimos del cine de superhéroes. El primero lo disfruta, mientras que el segundo no suele verlo. Sin embargo, los dos estaban deseando ver la película del Joker cuando se estrenó en 2019. La percepción al salir del cine fue la misma: les había encantado. Aún no han visto Joker 2: Folie à deux. Sin embargo, con lo que vieron en la primera les sobra información para opinar sobre la representación que se hace acerca de la salud mental.
Ambos son psicólogos y divulgadores científicos. El doctor Joaquín Mateu-Mollá es muy activo en redes sociales y colabora en diversos medios de comunicación, especialmente en Psicología y Mente. Mugu también desarrolla buena parte de su actividad divulgadora en internet y redes sociales. No se trata de un público cualquiera. Los dos disfrutaron como espectadores de la primera película. Por eso, en Hipertextual hablamos con ellos para preguntarles qué opinan de la historia desde el punto de vista de su profesión.
Además, les preguntamos su opinión sobre las quejas acerca de la supuesta estigamtización que hace la película sobre los trastornos mentales. Esto es lo que cuentan.
Una enfermedad real
Tanto en Joker como en Joker 2 se ve a Arthur Fleck como un hombre desequilibrado, con aparentes alucinaciones y cambios de humor, al que todo el mundo trata mal. Pero sin duda el síntoma que más llama su atención, y que ayuda a entender mejor al Joker definitivo, enemigo de Batman, es su risa incontrolada.
En varias escenas de ambas películas puede verse cómo ríe a carcajadas, para después cambiar a un semblante serio o incluso atormentado por la tristeza. Tal es la situación que en la primera entrega se ve obligado a llevar siempre con él una tarjeta que enseña a las personas que le rodean cuando le da uno de estos ataques, explicando que tiene un trastorno neurológico y que, al contrario de lo que podría parecer, no se está riendo de ellos. Ahora bien, ¿es ese trastorno real o también procede de la ficción?
Estas son sus opiniones
“Pese a que los accesos de risa inapropiada o carente de relación con los hechos que se viven pueda ocurrir en algunos problemas mentales, el caso del Joker es distinto”, explica Mateu-Mollá. “Su problema tiene una base neurológica, tal y como él avisaba a través de la tarjeta que entregaba a quienes pudieran sentirse contrariados por esta conducta. Posiblemente se trata de una epilepsia gelástica, en la cual se presentan momentos de risa abrupta asociados a tensión emocional, y que la persona percibe como intrusivos e indeseados. Además, esta patología puede cursar con episodios de ira e irritabilidad”.
Mugu coincide con él “en el diagnóstico” y añade que hay otro trastorno que podría estar relacionado, pero que no es el caso, pues también incluye otras expresiones emocionales que no se ven en la película. Además, recuerda que Arthur muestra varias alucinaciones a lo largo de la historia, como las relacionadas con su vecina, por lo que también podría tener algún tipo de esquizofrenia. Aunque también es cierto que, como cuenta en un análisis del personaje el psiquiatra ruso Valentín Yurievich Skryabin, parece que no son alucinaciones, sino imaginaciones conscientes. Evoca en su mente a su vecina porque le gusta.
Durante la primera película no se da nombre en ningún momento al trastorno que padece, ni tampoco al tratamiento que debería tomar. En Joker 2 tampoco se hace directamente, aunque se habla sobre trastorno disociativo de la personalidad.
Ojo a la medicación
En Joker puede verse cómo consume en repetidas ocasiones algunas píldoras de un frasco, aunque no debe sentir que le hagan efecto, porque termina pidiéndole a su terapeuta que le dé más. Esta no solo le niega aumentar la dosis, sino que le explica que pronto tendrán que cerrar el centro en el que trabaja y no podrá seguir atendiéndole. Este podría ser el punto de inflexión en el que el personaje es consciente de que la sociedad no hace más que darle la espalda a las personas como él y que no puede contar con ella para que mejore su situación. ¿Pero habría sido posible? ¿Hubiese hecho algo por él un aumento en la dosis de fármacos?
No podemos saberlo con seguridad
“Desconocemos el tipo de fármacos y su dosis, por lo que sería arriesgado hacer una afirmación al respecto”, aclara el doctor Mateu. “No obstante, su epilepsia tiene un curso crónico, y los medicamentos únicamente actúan como prevención de los episodios que se le asocian, por lo que no creo que resultara posible una curación completa.”
Tampoco Mugu cree que hubiese sido la solución: “Probablemente la medicación extra que pide en esa escena no podría solucionar gran cosa, solo serían más dosis, tanto para estar más aletargado, como para evadirse de la realidad”.
En cuanto a los fármacos concretos, si bien incide igual que su compañero en que no se pueden hacer afirmaciones, teoriza con algunas posibilidades: “Quizá estuviese tomando algún antiepiléptico como la lamotrigina, que suele adelgazar y también se usa en el trastorno bipolar como estabilizador del ánimo, algo que no le vendría nada mal. Probablemente otros medicamentos que estuviese tomando podrían ser algún tipo de antipsicótico, como quetiapina, olanzapina, risperidona...a saber. Es cierto que estos tienden a engordar, aunque me temo que debido a la mala alimentación de Arthur podría estar esquelético igualmente”.
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A falta de ver Joker 2, la 1 es una gran película
Ambos profesionales coinciden en que Joker es una gran película y que Joaquin Phoenix hace un papel magistral. “Considero que es un papel extraordinario”, relata Joaquín Mateu-Mollá en referencia a su tocayo. ”No resulta sencillo buscar el equilibrio entre una sonrisa en los labios y la tristeza en la mirada, de modo que ambas parezcan convincentes por separado, pero perturbadoras al unirse. Además de eso, es evidente que el actor se informó en profundidad sobre las consecuencias emocionales del rechazo social y de la marginación”.
Es algo en lo que está de acuerdo el otro psicólogo consultado por este medio; quien, además, realza la profundidad del personaje interpretado por Phoenix. “La película está bastante guay”, comienza. “El personaje es una persona con problemas psiquiátricos que pueden tener una base biológica y un fuerte componente ambiental (sufrió maltrato y ha crecido en un ambiente hostil ). Mala suerte que lo presenten como adoptado, pues quitamos la influencia genética de la madre, que según la película sufría de trastorno narcisista de la personalidad y algún episodio de psicosis alucinatora. Supongo que esos brotes psicóticos querrían decir que la madre podría sufrir de esquizofrenia, aunque no sabemos si esas alucinaciones o esos brotes podrían haber sido causados por drogas u otras circunstancias”.
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Finalmente, al igual que Mateu, considera que hay una buena profundización en las consecuencias sociales del rechazo y el crecimiento en ambientes desfavorecidos: “El personaje de Arthur parece muy infantilizado y con pobres habilidades sociales, cosa acorde con la estimulación recibida en el seno de su familia (no sabemos qué pasaría antes de la adopción, pero no tiene buena pinta y podría venir de una institución, estos niños muchas veces presentan alteraciones o retrasos en su desarrollo)”.
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No es más que ficción
La polémica sobre las consecuencias que podría tener Joker sobre la sociedad estaba muy extendida por las redes sociales mucho antes del estreno. No obstante, se siguió incendiando aún más después de este.
Comenzaban las disputas entre quienes consideran que la cinta de Todd Phillips es una obra maestra y quienes apuntan más bien a que se trata de un alegato incel. Los pertenecientes a esta segunda opinión se basan en que se presenta al Joker como un personaje que se rebela contra una sociedad injusta que lo ha tratado mal durante toda su vida y que eso podría avivar las consignas del movimiento incel, que justifica la violencia precisamente por ese motivo. No obstante, ninguno de los psicólogos a los que hemos consultado está de acuerdo con esto.
“Es un tema delicado”, empieza Mateu-Mollá. “El movimiento incel ha sido asociado a desgraciados episodios de violencia que la sociedad ha atestiguado en los últimos años, especialmente de parte de adolescentes cuya integración resultó imposible, y que acabaron precipitando masacres dolorosas. Por suerte se trata de un fenómeno aislado, que a menudo se articula sobre otros problemas emocionales o de la personalidad, y que no puede ser explicado solo por ser víctima de este indeseable ostracismo”. Por lo tanto, no considera que el Joker pueda dar lugar a sucesos de este tipo:
No apoyo la hipótesis de que las películas puedan precipitar este tipo de situaciones. Únicamente cuentan el modo en que una persona transitó del rechazo a la reivindicación de la locura, atrayendo a su causa a otras personas que también habían sufrido una situación similar. Se trata de la base sobre las que se erige el personaje del Joker, un icono clásico del sector. Este tipo de polémicas solo conducen a la censura del arte, el cual debe ser accesible a todas las personas y mostrar el modo en que la realidad (por cruda que sea) puede manifestarse.
“Las películas no fomentan nada de eso: son solamente películas, en una ciudad que no existe y con personajes que no existen”, opina Mugu, por su parte. “La ficción debe ser libre".
¿Es que nadie piensa en los niños?
Que no sea más que ficción no significa que las película no incluyan imágenes muy violentas, que podrían impresionar a un sector determinado del público. El estreno de la primera película estuvo seguido de numerosas publicaciones de usuarios que se quejaron de haber visto a padres entrar libremente al cine con niños pequeños, muchos de los cuales tuvieron que irse a mitad de la proyección, por no soportar escenas concretas. Todo eso sin olvidar que, más allá de la violencia explícita, la trama de ambas películas también cuenta con una carga emocional muy fuerte.
La ficha técnica de la primera película aclara que no debe ser vista por menores de dieciocho años. Joker 2, en cambio, solo desaconseja su visionado a menores de 16 años. Esto deja claro que las personas que decidan verlas con sus hijos menores de edad lo hacen bajo su propia responsabilidad y no porque no estuviesen avisadas de lo que podría ocurrir.
¿Y en las personas con problemas de salud mental?
Ahora bien, ¿deberían restringirse las cintas a un público más amplio, incluyendo a personas con trastornos mentales? Joaquín y Mugu creen que no. “La clasificación escogida me parece adecuada por su elevado contenido en violencia (no solo física)”, indica el primero. “Por otra parte, no deberían restringirse a personas con trastornos mentales, pues no se trata de un colectivo más susceptible a cometer actos de agresión que la población general, y supondría una afrenta a sus derechos como individuos”.
El segundo opina exactamente lo mismo: “La clasificación por edades me parece correcta y no, no creo que deba restringirse a ninguna persona con trastornos mentales. Vaya, como cualquier otra película. Quizá no es buena idea ponérselas a alguien que esté ingresado en una unidad psiquiátrica en medio de un brote psicótico con síntomas delirantes, pero nada más”.
En definitiva, para los expertos restringir las películas del Joker a personas con trastornos mentales o incluso considerar que puedan conducir a la violencia puede generar estigmas que no harían más que empeorar las cosas.
De hecho, el propio Mugu encuentra dentro de la primera película una frase desacertada en este aspecto. “Creo que una de las frases de la primera película no es acertada y contribuye al estigma”, recuerda. “Decía algo como que esto es lo que pasa cuando la sociedad abandona a un enfermo mental, y en mi opinión no es así. Que la sociedad o el sistema te marginen no te tiene por qué convertir en un asesino o sociópata, y además, si así fuese, no creo que esté relacionado con tener o no tener un trastorno mental. Pero en fin, que es una película. Nada más. Una buena película”.
Es una cuestión de opinión
Quedémonos con eso. La primera es una buena película. Sobre Joker 2, tendremos tiempo de opinar cuando la vayamos viendo. Cada cual es libre de decidir si quiere o no verla y si puede o no impresionarle. No olvidemos que el cine es el séptimo arte y que censurar el arte, en cualquiera de sus formas, siempre es un error.