Algunos parásitos no se contentan con apoderarse de sus huéspedes de forma claramente interesada, llegando incluso a arrebatarles la vida, sino que además los convierten en marionetas a merced de sus deseos. Uno de los casos más conocidos es el del causante de la toxoplasmosis, Toxoplasma gondii, conocido por hacer que los ratones infectados pierdan el miedo a los gatos, y hasta se sientan atraídos por el olor de su orina. Una aterradora y perfecta obra maestra. Pero los hay incluso más teatrales que este.
El caracol zombi no es el único: otros parásitos que incapacitan a sus huéspedes
Es el caso de Entomophthora muscae, un hongo que hace a las moscas infectadas posicionarse bien alto y, una vez allí, las obliga a estallar a cañonazos y lanzar al aire, bien lejos, las esporas que infectarán a nuevos huéspedes, como si de fuegos artificiales mortales se tratara. Como es lógico, este mecanismo no podía ser pasado por alto por los científicos, por lo que algunos se han dedicado a estudiarlo a fondo, publicando sus resultados en un estudio en Journal of the Royal Society Interface.
Esporas a cañonazos
Una vez que el hongo penetra en el organismo de una mosca, poco a poco va “alimentándose” de sus órganos y su grasa corporal, hasta llegar a su cerebro. Podría digerirlo también, pero antes de eso se apodera de él, impulsando al insecto ya moribundo a subir lo más alto posible. Una vez ahí, cuando ya no quedan tejidos de los que el hongo pueda aprovecharse, da inicio al espectáculo de fuegos artificiales.
Todo esto fue descrito por primera vez en 1855, pero no ha sido hasta ahora cuando los científicos han logrado desentrañar por fin el mecanismo empleado por el parásito, gracias una reproducción artificial del proceso. Se sabe que justo antes de estallar se abren una serie de grietas en el abdomen de la mosca ya muerta, a través de las que salen unas estructuras micrométricas, similares a tallos, preparadas para estallar, como los cañones que surgen del interior del casco de un buque de guerra. Para que estos “tallitos”, llamados conidióforos, estallen, se utiliza un mecanismo similar al de una pistola de agua.
Es un proceso muy rápido, que se da a unos 36 kilómetros por hora, por lo que los autores de este estudio reciente lo reprodujeron usando una cámara de velocidad ultrarrápida y un pequeño cañón sintético, compuesto por un barril en miniatura, lleno de líquido y unido a un proyectil. De este modo podían hacer zoom en las partes del vídeo más complejas y extrapolarlo al propio hongo. Fue así como comprobaron que los conidióforos aprovechan la presión de turgencia generada por el fluido, de modo que justo cuando esta se libera las esporas puedan salir disparadas. Comprobaron también que el tamaño de estas es especialmente relevante, ya que deben tener un mínimo de diez micrómetros para atravesar una capa inactiva generada alrededor del cadáver de la mosca, pero también menos de cuarenta micrómetros para que las corrientes de aire puedan levantarlas y llevarlas hasta futuros huéspedes.
El hongo que transforma a las hormigas en zombis cambió su forma de morder
Están todos los detalles más que cuidados, para que sus víctimas se conviertan en lanzadores improvisados de misiles, dispuestos a alcanzar a futuras presas. El apocalipsis zombie de la naturaleza. No lo verás en Halloween, pero es tan real como la vida misma.