A lo largo de nuestras vidas nos topamos con situaciones que sabemos que pasarán a la historia y que, por lo tanto, algún día alguien nos preguntará dónde estábamos cuando sucedieron. Lamentablemente, la mayoría de ellas fueron días tristes, como el atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre. Aquel momento quedó grabado en la retina de todos los que teníamos suficiente edad para recordarlo, por lo que posiblemente hayamos contestado alguna vez a la típica pregunta: “¿Dónde estabas el 11S?”.
Por suerte, no todos los días históricos son malos, también los hay muy positivos, como el que estamos celebrando esta semana, con motivo del 50 aniversario de la llegada del ser humano a la Luna. Fue un gran día, que tuvo a familias de todo el mundo pegadas a los televisores, con los dedos cruzados y a la espera de que todo fuera bien. Millones de personas respiraron por fin cuando “el águila” tocó la superficie de la Luna y más aún cuando sus dos tripulantes pudieron bajarse y caminar sobre ella. Fue un gran día que recuerdan con mucho cariño todos los que lo vieron. Por eso, en Hipertextual nos hemos puesto en contacto con algunas de esas personas, que todavía recuerdan con ilusión lo que vivieron aquel día.
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¿Dónde estabas cuando el ser humano caminó sobre la Luna?
Solo una de las personas con las que hemos hablado era adulta en aquella época. Se llama Luis y entonces tenía 22 años. Los demás eran niños, algunos muy pequeños, como Fina, de tan solo 3 años. Otros eran algo mayores, como Enrique y María Isabel, con 7, Juanjo, Mark y Blanca, que tenían 9, o Loli, que ya había cumplido los 11. También los había rondando ya la adolescencia, como Paco, de 13, y Carmen, de 14. Pero todos recuerdan con la misma ilusión lo que vieron aquel día y cómo la percepción que tenían sobre el espacio cambió radicalmente.
Blanca lo vio junto a sus padres y su hermana en su casa, en Vilches, un pueblecito de Jaén. “Hacía mucho calor. Mi padre sacó la televisión al pasillo, que daba a la terraza, y puso un colchón para que todos nos tumbáramos y esperáramos”, recuerda. “Me costó mucho mantenerme despierta, pero aguanté hasta que finalmente el hombre llegó a la Luna”.
Mark también recuerda que era tarde cuando pisaron el satélite, a las 2:56 de la madrugada en Reino Unido, y que por eso muchos padres no dejaron a sus hijos quedarse despiertos, pero los suyos sabían que a él le apasionaba el espacio, así que le permitieron quedarse despierto para verlo junto a ellos, en su casa de Bristol. “En la BBC pusieron un programa especial que empezó muy temprano y yo lo estaba viendo apasionadamente”, cuenta con emoción al otro lado del teléfono. “Tenían una cámara de televisión que habían acoplado a un telescopio y decían que con ella podrían filmar la llamarada del motor del módulo lunar cuando se produjera el aterrizaje, así que yo salí corriendo al jardín con mis prismáticos para intentar verlo también. Claro que yo no lo vi y la BBC tampoco, pero de alguna forma sentía que estaba participando”.
¿Dónde está la bandera que Estados Unidos clavó en la Luna?
Paco aún no tenía televisión en su casa, en un pueblo de Almería llamado Berja, por lo que su padre y él fueron a verlo a casa de una vecina al día siguiente, cuando lo volvieron a poner en las noticias. “Desde que lo vimos ya nuestra forma de mirar la Luna no era la misma. Antes era solo un astro que estaba en el cielo, pero después de ese día era un lugar al que habían viajado los seres humanos en una nave espacial”, narra. “Pensar en eso es lo que más recuerdo de aquel momento”.
La familia de Loli sí que tenía televisión ya, en Santo Tomé de Zabarcos, en Ávila, por lo que pudo verlo en su casa, con su madre y su abuela. “Quienes no tenían televisión se reunieron para verlo en el cineclub, que estaba en la casa del cura”. Todo el mundo quería presenciar aquel momento.
Algo similar ocurrió en la urbanización de Carmen, en Valencia, pues todos los vecinos que no tenían televisor fueron a su casa. “Todos nos aprendimos de memoria los nombres de los tres astronautas, y la frase que dijo Armstrong”, recuerda con cariño. “También pensábamos que en pocos años todos podríamos ir a ver la Luna, que lo difícil era solo la primera vez. ¡Qué ilusos!”.
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A casa de María Isabel, en Madrid, también fueron varias familias de vecinos sin televisión. Todo era una fiesta de expectación primero y júbilo después. "Desde que llegaron a la Luna hasta que se bajó el primer astronauta pasó mucho tiempo, pero fue muy emocionante", explica. "Lo hizo de espaldas, agarrado a la barandilla, y luego comenzó a caminar, dando como saltitos, y clavó la bandera de Estados Unidos. Después recuerdo muchos aplausos de los que estábamos allí". Además, dice que pudieron oír la voz de Armstrong, aunque se entrecortaba mucho.
En cuanto a Juanjo, al igual que Blanca, recuerda que le costó mantenerse despierto, pero que lo consiguió. “Era de noche y estaba delante de la tele con sueño pero me gustaba lo que estaba viendo, aunque no era consciente de su importancia”. También cuenta que en su vecindario, en Madrid, durante los días previos era un tema de conversación habitual, aunque él, como niño que era, lo vio como algo normal.
Luis en el 69 era estudiante de Ingeniería Agrónoma en Madrid, por lo que le interesaba mucho la parte más técnica: “Por mi carrera estaba muy interesado, pero en realidad era algo más general. Todo el mundo quería saber qué ocurría, si lograban llegar a la Luna y si después podían volver”.
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Finalmente, Enrique era un ávido lector, por lo que lo que vio aquella noche en la televisión de su abuelo, en Tenerife, le llenaba de emoción. “El proyecto, en el que había participado también España, me ilusionaba”, explica. “Recuerdo las discusiones con mi abuelo, que decía que nos estaban engañando, que eso no podía ser. Pero yo ya había leído a Julio Verne y aquello me parecía alucinante”.
Desconfianza y propaganda
Al igual que el abuelo de Enrique, muchas personas por aquel entonces, y lamentablemente aún en la actualidad, pensaron que era todo falso. “Recuerdo que al comentarlo con un hombre mayor del pueblo me dijo que eso era imposible, que era un montaje y que lo habían grabado en el desierto de Tabernas”, recuerda Paco entre risas.
Luis comparte una anécdota muy similar, con la asistenta que ayudaba en las tareas domésticas de casa: “Al volver de clase al día siguiente le dije que ya había llegado el hombre a la Luna y me preguntó cómo podía creerme eso. Ella decía que no podía haberse llegado tan lejos y que todo era un montaje”.
También Loli cuenta que en su pueblo había muchas personas que no se lo creían y Carmen evoca las palabras de su abuela, diciendo que no podía ser verdad y preguntándose quién había grabado la película.
Pero en realidad, creyesen lo que creyesen, la cuestión es que había ocurrido. El ser humano había caminado por primera vez sobre la Luna. Lo habían hecho dos hombres, pero detrás de su logro había muchas personas más, algunas de ellas españolas. Y, por supuesto, la televisión española se encargó de recordarlo con insistencia.
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“La transmisión la presentaba Jesús Hermida”, relata Blanca. “Tenía un verbo muy florido y le daba mucho énfasis a las cosas, por lo que lo hacía muy emocionante. Además, insistían mucho en que España había participado desde las estaciones de Robledo de Chavela y Fresnedillas de la Oliva. Así nosotros nos sentíamos también un poco orgullosos”.
Este detalle lo ha referido también Enrique en su relato. “Recuerdo perfectamente el machaqueo de las noticias recordando la participación de España y cómo Franco hacía publicidad de todo eso para mejorar la imagen de España dentro de España”.
Sin embargo, todo aquello sirvió también para que los españoles se diesen cuenta de lo lejos que estaban de alcanzar a otras potencias, como Estados Unidos. Lo cuenta perfectamente la más joven de los entrevistados, Fina, de Valencia. “Yo solo tenía 3 años, así que no lo recuerdo, pero pensándolo con el tiempo me impacta lo que se logró hace 50 años con la escasa tecnología que teníamos. Por ejemplo, por aquel entonces en mi casa aún no había ni lavadora ni televisión y en América ya habían logrado llevar a humanos hasta la Luna”.
Una primera vez para recordar
Una compañera de Hipertextual, Aglaia, recuerda cómo su abuela le contaba que aquel día fue también la primera vez que en Venezuela se emitía algo en directo. Además, el suceso dio lugar a un récord en las ventas de televisores.
Sin embargo, ni las televisiones más nuevas pudieron transmitir imágenes nítidas, pues aquel directo desde la Luna llegó a las pantallas con una calidad de la que han hablado también algunas de las personas con las que hemos contactado.
Es el caso de Mark, quien insiste en que ni siquiera el hecho de ver lo que sucedía de una forma tan borrosa logró enturbiar su emoción. “Ver a Neil Armstrong bajar las escaleras hacia la superficie de la Luna es algo que no se olvida, pese al hecho de que la calidad de las imágenes era horrible. Era difícil distinguir lo que pasaba y había que usar un poco la imaginación, pero seguía siendo impresionante”.
Los padres de Blanca habían comprado hacía muy poco la televisión. “Aún estábamos pagando los plazos”, recuerda con una sonrisa. Sin embargo, también cuenta que la imagen se veía muy mal.
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Pero era un detalle que no importaba en absoluto, porque todos ellos estaban viendo algo sin precedentes. “El ser humano ha vuelto a la Luna en otras ocasiones, pero solo hay una primera vez”, sentencia Mark Kidger, quien ahora es astrofísico en la Agencia Espacial Europea. “En unos años podremos ver a la primera mujer sobre la Luna, e incluso podría ser que se trate de una mujer de color. Eso también será una primera vez y será muy emocionante. Pero solo hubo una primera vez en la que el ser humano llegó hasta la Luna”.
Por eso se puede leer la emoción en las voces de algunos de ellos al evocar aquellos recuerdos, porque pueden decir orgullosos que estuvieron allí, presenciando uno de los pedazos más emocionantes de nuestra historia, y dando junto a Neil Armstrong aquel pequeño paso de una carrera en la que todavía falta mucho por caminar. Además, todos ellos lo hicieron con esas gafas que lo tiñen todo de positividad e ilusión cuando todavía somos niños. Ojalá nunca nos quitáramos esas gafas. Probablemente así habría muchas más historias bonitas que contar.