El viernes 21 de junio, se anunció que la casa editorial dedicada en exclusiva al mundo adulto, cerraría para dar paso a un nuevo sistema que uniese a todas las publicaciones realizadas por Vértigo (incluso las más recientes) bajo el sello de DC. La decisión también pone fin a DC Zoom y DC Ink.

La nueva organización de ventas —que se hará efectiva a partir del año 2020— hará más sencillo a los lectores escoger qué material leer de la amplia selección de DC. Aun así, el cierre de Vértigo significa la pérdida de un espacio editorial único, que permitió la publicación de todo tipo de historias audaces. Una casa que se puso a la vanguardia del nacimiento de un nuevo tipo de cómic que superó las expectativas — y también los prejuicios— de las historias gráficas y sus personajes. Para la editorial, el objetivo era una audiencia más compleja, por lo que creó relatos complicados, con alto contenido cultural e, incluso, social.

Ya DC había dado pasos en esa dirección con la publicación de Dark Knight Returns de Frank Miller en 1986, una de los cómics emblemáticos del género y que se convirtió en un clásico inmediato. Con Watchmen de Alan Moore, la casa editorial alcanzó un nuevo nivel en la complejidad de las historias que ofrecía. De modo que la llegada de Vértigo fue una forma de capitalizar el fenómeno y crear una percepción duradera sobre la calidad del material a publicarse.

La mente detrás de Vértigo

La historia de la casa editorial, está estrechamente ligada a la de Karen Berger, una de las mentes más brillantes del cómic actual y bajo cuya supervisión, Vértigo alcanzó su mayor esplendor. Esta filóloga prestada al mundo de las historietas llegó a DC casi por casualidad, cuando su amigo y dibujante de DC J.M. DeMatteis le insistió optara por un empleo como asistente editorial del sello.
El trabajo de Berger para DC siempre estuvo enfocado en la búsqueda de historias completas, antologías y, sobre todo, un tipo de narraciones más allá de las descafeinadas y grandilocuentes de los superhéroes tradicionales. Su empeño de inmediato le hizo destacar en DC, a pesar que también provocó uno que otro encontronazo con la censura tácita del Comic Code, el sistema que rige en cierta medida el mundo del cómic en Norteamérica.

Se puede hablar de una época “Pre Vértigo” en la que para para elevar el estándar argumental de la editorial, Berger escogió de entre el catálogo DC lo que sería más tarde la vanguardia en las publicaciones de Vértigo: desde la ya clásica Sandman de Neil Gaiman —publicada por DC entre 1988 hasta 1996, y posteriormente por Vértigo—  hasta la extrañísima Doom Patrol de Bob Haney y Arnold Drake, Berger llevó el lenguaje tradicional del cómic en una dirección por completo nueva.

Unos inicios complicados

Vértigo nació en una coyuntura especialmente comprometida para el cómic norteamericano: en 1993, el mercado atravesaba un momento especialmente bajo. Y fue Berger la que propuso la creación de un sello editorial, alejado del universo interconectado de DC y que permitiera historias antológicas con contenido individual. La intención de Berger era crear un movimiento en una dirección por completo distinta al desgastado mercado del cómic estadounidense y los torpes intentos de DC por capitalizar sus personajes más antiguos.

En sus veinticinco años de funcionamiento, Vértigo disfrutó de un tipo de mercado que no se interesaba precisamente por lo heroico, sino algo más controversial y extraño. El catálogo de la editorial contiene una amplia selección de historias de terror, fantasía y ciencia ficción, lo que captó un mercado de lectores que se obsesionaron con las referencias históricas y mitológicas en los cómics.

Con el transcurrir de los años, la variedad de la oferta de Vértigo se amplió a todo tipo de registros: The Preacher de Garth Ennis y Steve Dillon, mostró la ultraviolencia a través de una extraña versión de la amistad, la complicidad y la identidad cultural, mientras que Warren Ellis y Darick Robertson analizaron el futuro desde una distopía inquietante en Transmetropolitan. Las controvertidas Fábulas de Bill Willingham y Mark Buckingham, le dieron una interpretación novedosa a los cuentos de hadas que sirvió como origen para todo tipo de trabajos posteriores sobre el tema.

100 Balas incursionó en el género negro bajo el guión y la pluma de Brian Azzarello y Eduardo Risso. V de Vendetta permitió a Alan Moore analizar la posibilidad del futuro con un acento anárquico y brutal. Hellblazer — el más largo y complejo de los cómics de la casa— reivindicó la magia y la fantasía desde una perspectiva tenebrosa.

‘V de Vendetta’ y otras adaptaciones al cine de los comics de Alan Moore

El éxito de Vértigo siempre fue apuesta a las transiciones entre sus pequeñas historias y las que podrían sustituirlas: quizás por ese motivo, la primera década del siglo XXI supuso una pequeña crisis con la culminación de Sandman y Preacher. Además, de pronto la fórmula de Vértigo de ir en contrarriente en el mercado no era tan novedosa: Marvel había aprendido la lección de la década pasada y, de pronto, los cómics de la casa rival comenzaron a probar todo tipo de nuevas formas de narrativa.

El principio del fin

La decadencia no se hizo esperar: con la salida de Berger en 2012, el sello entró en una etapa deslucida y sin el brillo de la década de los noventa. Y aunque siguió publicando obras de importancia como Saucer Country y Punk Rock Jesus, el apogeo de creatividad del sello había terminado. Para 2015, ya había preguntas sobre su futuro que finalmente han desembocado en un cierre anunciado.

Cuando la autocensura cambió para siempre los cómics de superhéroes

A pesar de eso, como cantera de toda una nueva generación de guionistas y dibujantes, la influencia de Vértigo se extendió en las décadas siguientes de manera notoria: Scott Snyder y Rafael Albuquerque comenzaron en la casa editorial con American Vampire. Brian K Vaughan ya era un talento reconocido gracias a Y: The Last Man antes de darle vida a Runaways en Marvel.

¿Cuál es el legado de Vértigo luego de veinticinco años de existencia? Una industria del cómic abierta a la transgresión y, también, a una búsqueda de historias que no se limitan al superhéroe tradicional. Un catálogo que aún resulta fresco y sobre todo, con abundante material para adaptaciones y base para buena parte de la mitología del mundo editorial contemporáneo. De modo, que, a pesar de su retiro forzoso, Vértigo continuará siendo una pieza en el engranaje de la cultura popular. Una muy importante.

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