Junio está declarado como el mes mundial de la infertilidad. Esto supone 30 días para dar a conocer un problema cada vez más común, que impide a hombres y mujeres alcanzar fácilmente lo que para muchos es uno de los sueños de su vida. Existen muchas causas que pueden conducir a la infertilidad, desde genéticas hasta anatómicas. Muchas de ellas no pueden prevenirse. Sin embargo, sí que existen ciertos factores que pueden evitarse para tratar de reducir en la medida de lo posible la probabilidad de desarrollar infertilidad.
Algunas afectan solo a un sexo, otras a ambos, pero la mayoría se pueden intentar evitar. Aunque para eso primero hay que conocerlas.
¿Qué es la infertilidad?
No podemos hablar de infertilidad hasta que una persona no pasa al menos un año intentando tener hijos, con relaciones sexuales frecuentes y, obviamente, sin protección. Puede darse desde un inicio, en la que se conoce como infertilidad primaria, o después de haber podido concebir hijos previos. En ese caso, se le llama infertilidad secundaria.
En mujeres esto puede deberse a factores como la edad, lesiones en las trompas de Falopio, endometriosis o algunas otras enfermedades, como la diabetes, el cáncer o la enfermedad tiroidea.
En cuanto a los hombres, puede deberse a causas anatómicas, como alteraciones en el meato urinario o algún tipo de bloqueo en los conductos seminales. Además, es frecuente que haya problemas de erección o de la calidad del semen, siendo ambas condiciones que pueden ser desencadenadas por un gran número de factores.
Evita el estrés
Ante una situación estresante, nuestro cuerpo se prepara para actuar en consecuencia, concentrando sus recursos en huir o luchar contra la supuesta amenaza que nos provoca dicha reacción. Lo último que necesita una persona en una situación de alerta es reproducirse, por lo que a menudo un aumento en los niveles de estrés supone la inhibición del ciclo menstrual de las mujeres o un cambio en la calidad de los espermatozoides de los hombres.
Además, el estrés también puede suprimir la libido y generar problemas de erección, de ahí que, por muy bien que esté el esperma, sea muy complicado lograr la concepción.
Se ha comprobado que los niveles altos de cortisol, también conocida como hormona del estrés, se asocian con más problemas a la hora de conseguir un embarazo y que si se busca una forma de reducir estos niveles también se mejoran las tasas de fertilidad. Pero esta no es la única hormona implicada. También se sabe que el aparato reproductor femenino tiene receptores de catecolaminas, cuyo aumento en sangre interfiere en el transporte de los óvulos y los espermatozoides a través de las trompas de Falopio.
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Finalmente, el estrés desencadena un incremento en los niveles de prolactina, provocando ovulaciones irregulares.
Por todo esto, aunque es fácil de decir, pero complicado de conseguir, es importante intentar reducir a lo mínimo posible las situaciones de estrés si se está buscando un embarazo y, por supuesto, también durante la gestación.
Vigila tu peso
Tanto los índices de masa corporal elevados como los bajos influyen sobre la fertilidad, especialmente la de las mujeres.
En el caso de los bajos, es algo que se ha estudiado mucho en mujeres deportistas o con trastornos de la conducta alimentaria.
Estas últimas reúnen dos factores que actúan muy negativamente sobre la fertilidad. Por un lado, las hormonas sexuales son, en su mayoría, esteroideas. Esto significa que se sintetizan a partir de grasas, por lo que una baja concentración de estas impediría tener unos niveles adecuados para la reproducción. Por otro, en muchas ocasiones el bajo peso es el resultado de un proceso de desnutrición, en el que interviene una hormona llamada leptina. Esta es una de las herramientas principales en la adaptación neuroendocrina al hambre, pues su papel es garantizar que en caso de un déficit de energía la poca que queda se emplee solo en procesos esenciales para la vida entre los que, igual que ocurría con el estrés, no está la reproducción.
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En cuanto al sobrepeso, se ha comprobado que la infertilidad es tres veces mayor en mujeres obesas, que además tienen más probabilidad de que los tratamientos de reproducción asistida fracasen. La razón principal está relacionada también con las hormonas esteroideas, pues un déficit de ellas afecta negativamente a la fertilidad, pero también lo hace un exceso. Por eso, al tener niveles tan elevados de grasa, la síntesis de este tipo de hormonas supera cantidades que dificultan el correcto funcionamiento del ciclo menstrual de la mujer. Además, la obesidad a menudo va acompañada de enfermedades como el síndrome de ovarios poliquísticos, que también tiene una gran relación con la infertilidad femenina.
Finalmente, en el caso de los hombres el sobrepeso se asocia con una reducción en el recuento de espermatozoides en semen, así como de la calidad de los mismos.
Ni un cigarro más
En 2018, un equipo de investigadores italianos llevó a cabo una revisión de la literatura científica de los últimos años en torno al efecto del tabaquismo sobre la fertilidad masculina. Concluyen que muchas sustancias presentes en los cigarrillos, como ciertos metales pesados e hidrocarburos aromáticos, tienen un efecto mutagénico que influye sobre la fertilidad de los hombres que los consumen. Además, algunos de los estudios revisados hallan que los parámetros seminales de los fumadores se encuentran alterados en una gran proporción, especialmente a nivel de morfología y concentración de los espermatozoides.
Aunque las causas no están del todo claras, parece ser que se producen anomalías en las colas y los microtúbulos axonémicos. Además, se ven afectadas la reacción acrosómica y la capacitación, siendo estos dos procesos esenciales para que el espermatozoide sea capaz de introducirse en el óvulo.
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Finalmente, también la hipoxia característica de los fumadores podría conducir a anomalías en la síntesis de espermatozoides.
En cuanto a las mujeres, están más que demostrados los efectos que el tabaco puede tener sobre el feto durante el embarazo, pero los problemas pueden empezar antes, complicando que se pueda producir la concepción. De hecho, se ha comprobado que las mujeres que fuman más de 10 cigarrillos al día tienen más dificultad para lograr un embarazo espontáneo e incluso se les puede adelantar la menopausia en un mínimo de 2 años, en comparación con las no fumadoras. De nuevo las razones no están del todo claras, aunque parece ser que ciertas sustancias presentes en los cigarrillos afectan a la secreción de hormonas reguladoras de la ovulación, impidiendo que esta se produzca correctamente.
Otra razón para dejar el alcohol
La misma revisión italiana de 2018 analizaba también cómo influye sobre la fertilidad masculina el consumo de alcohol. Concretamente, esta se ve afectada a dos niveles: el metabolismo de la testosterona y la generación de espermatozoides.
Se ha comprobado que los bebedores habituales tienen niveles más bajos de testosterona, además de un volumen bajo de líquido seminal y una concentración de espermatozoides significativamente más baja que la de los hombres de la misma edad que no consumen alcohol con frecuencia. Además, la motilidad de los espermatozoides también resulta ser peor, por lo que tienen más problemas para llegar hasta el óvulo.
Incluso algunos estudios muestran que los hijos adultos de mujeres que bebieron durante la gestación muestran concentraciones más bajas de espermatozoides, especialmente en los que habían estado expuestos a una mayor cantidad de alcohol durante la gestación.
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Pero no solo la fertilidad masculina sufre los efectos del consumo del alcohol. También las mujeres disminuyen la posibilidad de concebir un hijo por este motivo. Algunos estudios encuentran alteraciones en el ciclo menstrual de las bebedoras crónicas sin ninguna otra patología reproductiva asociada. En el caso de que sí exista otra razón que pueda conducir a la infertilidad, sumar el alcohol es aún más contraproducente, ya que también se ha comprobado que podría afectar negativamente a los resultados de los tratamientos de fertilidad, disminuyendo las posibilidades de éxito.
No sobrecalientes los testículos
Al contrario que las mujeres, que tienen los ovarios en el interior de su abdomen, las gónadas masculinas están expuestas al exterior. El motivo de esta diferencia es que el correcto funcionamiento de los testículos se da por debajo de la temperatura corporal, concretamente a 35ºC. Por eso, es importante evitar situaciones que puedan aumentar de forma prolongada dicha temperatura, ya que se dificultaría la correcta formación de espermatozoides.
Este calentamiento puede darse por razones médicas, como el varicocele, que es una dilatación de las venas testiculares, que provoca un aumento del flujo sanguíneo y, con él, un incremento de la temperatura. También puede ocurrir en pacientes con criptorquidia, que se da cuando los testículos no descienden correctamente fuera de la cavidad abdominal.
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Sin embargo, a menudo este calentamiento se puede dar por hábitos evitables, al menos hasta cierto punto. Por ejemplo, se ha encontrado cierta vinculación con utilizar ropa interior muy ceñida, pasar muchas horas sentado, usar el ordenador portátil sobre la parte superior de las piernas o practicar ciclismo durante muchas horas y muy frecuentemente.
Lógicamente, para que cualquiera de estos hábitos llegue a causar un efecto negativo debe llevarse a cabo con excesiva frecuencia. No se debe temer hacerlo ocasionalmente.
De cualquier modo, el efecto del calor sobre los espermatozoides es reversible, ya que se regeneran en ciclos de tres meses, por lo que si estos hábitos llegan a producir daños, en poco tiempo pueden volver a generarse nuevos espermatozoides en plenas condiciones.