Afortunadamente, el conocimiento que se tiene hoy en día sobre los peligros que supone el consumo de tabaco durante la gestación ha llevado a que cada vez más mujeres decidan dejar de fumar durante el embarazo y la lactancia. Sin embargo, muchas lo retoman pasado este periodo de tiempo, convirtiendo a sus hijos en fumadores pasivos. Otras no lo retoman nunca, pero conviven con otras personas que sí que fuman, por lo que el humo del tabaco llega igualmente hasta los pequeños.

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Muchos estudios científicos analizan cómo influye el consumo pasivo del tabaco en niños pequeños. Por ejemplo, recientemente la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) ha llevado a cabo uno en el que se concluye que los pequeños cuyos familiares fuman en casa acumulan a lo largo de un año los efectos equivalentes al consumo de entre 60 y 150 cigarrillos. Otros investigadores han relacionado la presencia del humo de tabaco en el entorno de los niños con un aumento en las tasas de problemas de conducta e hiperactividad. Sin embargo, ninguno de ellos arrojaba evidencias suficientes para inferir causalidad entre ambos fenómenos. Por eso, un equipo de investigadores de la Universidad de Hong Kong ha llevado a cabo un nuevo estudio en el que solo se seleccionan hijos de mujeres no fumadoras, con el fin de evitar que los efectos del tabaco durante la gestación influyan en los resultados.

Tabaco e hiperactividad

Para la realización del estudio, que ha sido publicado recientemente en Scientific Reports, reclutaron a 692 madres, que habían sido atendidas junto a sus hijos entre abril y agosto de 2012, en cuatro hospitales materno-infantiles de Hong Kong. Sin embargo, finalmente solo utilizaron los datos de 301 parejas madre-hijo.

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El primer paso del protocolo fue extraer muestras de saliva de los bebés, todos ellos con menos de 18 meses de edad. El objetivo era medir los niveles de cotinina, una sustancia generada durante el metabolismo de la nicotina, que se suele usar como biomarcador de la exposición al humo del tabaco, tanto activa como pasivamente. Es mejor indicador que la propia nicotina por permanecer mucho más tiempo en el organismo. De hecho, la vida media de la nicotina en fluidos corporales es de unas tres horas, tras las cuales se metaboliza a cotinina, que puede permanecer en el organismo hasta 17 horas, según un estudio publicado en Epidemiologic Reviews en 1996. Además, puede medirse fácilmente en fluidos como la saliva, sin tener que recurrir a técnicas más engorrosas de realizar a bebés, como las analíticas de sangre. A pesar de realizar la recogida del mismo modo con todos los niños, solo 189 aportaron muestras correctas para poder incluirse en todos los pasos del procedimiento.

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Tres años después de la recogida de muestras, se contactó por teléfono con los padres de los niños, que contestaron a las preguntas de un Cuestionario de Fortalezas y Dificultades, destinado a analizar las competencias de los pequeños durante ese periodo de tiempo. De este modo, y aun teniendo en cuenta otros factores, como la edad y el sexo del pequeño, los ingresos familiares o la educación y los síntomas depresivos de la madre, se establecía una correlación clara entre la presencia de altos niveles de cotinina en la saliva del bebé y una mayor tasa de problemas de conducta e hiperactividad durante la infancia temprana.

Por lo tanto, para mantener a los niños a salvo del tabaco no basta con dejar de fumar durante la gestación. También se les debe mantener alejados del humo.