La marihuana es la droga recreativa más consumida por las mujeres en periodo de lactancia, especialmente en países en los que su consumo está legalizado.

La certeza de esta realidad ha llevado a muchos investigadores a analizar en qué medida puede llegar hasta la leche y, como consecuencia, qué efectos puede causar sobre la salud de los bebés. Por eso, desde finales de los años 70 se han llevado a cabo un gran número de estudios en busca de respuestas a esta cuestión. El más reciente acaba de ser publicado en la versión online de la revista Pediatrics y da datos suficientes para que las madres consumidoras actúen con cautela por la salud de sus pequeños.

Estudios anteriores

En 1990, un estudio publicado en Neurotoxicology and Teratology alertaba del desarrollo de deficiencias psicomotoras en bebés cuyas madres tomaban frecuentemente marihuana en cualquiera de sus vías de administración. Esto contradecía un estudio anterior, de 1985, en el que no se encontró ningún tipo de relación entre el consumo de esta droga por parte de las madres y la salud neurológica de los bebés.

Por otro lado, algunos estudios anteriores habían establecido que se hallan más cannabonoides en la leche materna que en el suero sanguíneo de las mujeres consumidoras de marihuana. Esto tiene sentido, si se tiene en cuenta que estos compuestos tienen mucha afinidad por las grasas, muy abundantes en la leche humana.

Pero la cosa no quedaba ahí, ya que al analizar las heces de los lactantes se hallaron cantidades de estas sustancias mayores que las presentes en la leche de sus madres, por lo que se deduce que su organismo las había absorbido y metabolizado.

En busca de nuevas conclusiones en torno a este tema, recientemente un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de California ha llevado a cabo un estudio en el que se analiza en qué medida llegan a la leche cuatro tipos concretos de cannabinoides.

Para comprobarlo, se utilizaron 54 muestras de leche, procedentes de 50 madres diferentes. Todas ellas habían donado las muestras al biorepositorio Mommy’s Milk, de la Universidad de California, entre 2014 y 2017.

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Al ser encuestadas sobre sus hábitos de consumo, el 64% aseguraron tomar la droga sólo por inhalación, siendo mucho menos frecuentes las vías oral y cutánea. En cuanto a la frecuencia, el 88% reconocieron consumir marihuana al menos una vez al día.

Análisis de cuatro cannabinoides

Las muestras de leche se analizaron en busca de *cuatro tipos de cannabinoides distintos: el Δ-9-tetrahidrocannabinol (Δ9-THC), el 11-hidroxi-Δ-9-tetrahidrocannabinol, el cannabidiol y el cannabinol***.

El cannabinoide más frecuente resultó ser el *Δ9-THC*, que se encontraba en 34 de las 54 muestras, seguido por el ***11-OH-THC y el cannabidiol*, de los que se detectaron niveles medibles en 5 muestras. En cuanto al cannabinol, no se halló en ninguno de los casos.

Estos niveles de cannabinoides disminuían a medida que pasaba el tiempo de la última exposición a la droga. En la mayoría de casos, se reducía su concentración un 3% por hora, desapareciendo totalmente a las 27 horas. Sin embargo, en algunas muestras se seguía detectando 144 horas después, lo que supone un total de seis días.

La cantidad de grasa en la leche materna es muy variable**, por lo que podría ser uno de los factores responsables de las diferentes concentraciones de cannabinoides halladas en cada muestra.

En cuanto a los efectos que todo esto podría implicar sobre la salud de los bebés, este estudio no se ha centrado en ellos. Sin embargo, se sabe que **el cerebro de los niños se desarrolla muy deprisa durante los meses en los que la leche materna es su principal alimento, por lo que vale la pena ser cautos al respecto.

Según Christina Chambers, autora principal de este estudio, a menudo esta incertidumbre lleva a que muchas mujeres opten por no amamantar a sus hijos. Sin embargo, ésta sería una mala idea, ya que la lactancia aporta un gran número de beneficios a la salud de los recién nacidos. De hecho, la Organización Mundial de la Salud recomienda que sea la fuente exclusiva de alimento durante los seis primeros meses**, debiendo complementarse con otras opciones a partir de ese momento.

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Está claro que una madre siempre quiere lo mejor para su bebé y por eso son necesarios estudios como este, que aporten datos sobre los posibles perjuicios de este tipo de hábitos para la salud de los lactantes. A falta de más información en torno a los efectos directos sobre su desarrollo cerebral, Chambers y su equipo han ayudado a que la decisión de estas madres sea más fácil de tomar.