La cerveza, como el café solo, no suele resultar agradable para nadie en un principio. Sin embargo, algunas personas desarrollan un gusto especial por estas bebidas a medida que siguen probándolas. Otras, en cambio, no llegan a tolerarlas nunca, normalmente porque no aguantan el sabor amargo.
Esto es algo bastante frecuente, separar a las personas según si prefieren sustancias dulces o amargas. ¿Pero a qué se debe realmente esta “clasificación natural”? Y lo que es más importante: ¿Está regida por los genes? Para contestar a estas cuestiones, un equipo de científicos de la Universidad de Northwestern ha llevado a cabo un estudio, publicado hoy en Human Molecular Genetics, en el que se comparan las preferencias de 336.000 personas del biobanco de Reino Unido, teniendo en cuenta datos de su genoma extraídos del mismo.
No va de sabores la cosa
Lo lógico sería pensar que el principal factor que diferencia a las personas que prefieren las bebidas amargas serían los genes implicados en el sentido del gusto. Sin embargo, estos científicos, dirigidos por Marilyn Cornelis, comprobaron que en realidad se trata de otros genes, implicados en los sistemas de recompensa.
Por lo general, estas bebidas suelen tener algún efecto psicoactivo, como el del alcohol de la cerveza o la cafeína del café. Es por este motivo que pueden llegar a crear adicciones, mediadas por los sistemas de recompensa cerebrales, que generan cada vez más placer con su consumo. Por este motivo, no es sorprendente que se hayan detectado en las personas más propensas a los sabores amargos genes que potencian este efecto. Es decir, no se sienten atraídas por el sabor, sino por las sensaciones derivadas del consumo de estas sustancias.
De hecho, las bebidas cuyo consumo se analizó para el estudio fueron café, té, vino tinto, cerveza, licor o zumo de pomelo, todas salvo la última con ingredientes psicoactivos en su composición. Al contrario, las opciones dulces escogidas eran bebidas azucaradas o endulzadas artificialmente y zumos de otras frutas diferentes al pomelo.
Aparte de esto, los investigadores analizaron el papel de FTO, un gen que anteriormente se había vinculado con la obesidad y que ahora también parece tener una relación con el consumo de sustancias con un sabor concreto. Pero lo más curioso es que, al contrario de lo que cabría pensar, los individuos con una variante del gen relacionada con un menor riesgo de padecer obesidad son precisamente los que prefieren las bebidas azucaradas.
¿Por qué se producen las adicciones?
Todo esto lleva a pensar a los autores del estudio que el gen podría estar relacionado de un modo u otro con comportamientos concretos que llevan a controlar mejor la dieta.
Falta mucho que investigar, pero los datos obtenidos en el estudio son especialmente importantes; ya que, más allá de la simple curiosidad de entender por qué hay quien prefiere un sabor sobre otro, puede ayudar a intervenir de forma individualizada en las dietas de las personas que lo requieran. ¡Cuántas cosas podrán hacerse en un futuro con una simple secuenciación del genoma!