Cuentan que en los años 20 el entonces presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, y su esposa Grace se encontraban de visita en una granja experimental cuando la señora Coolidge se percató de la presencia de un gallo que parecía aparearse con mucha frecuencia. Sorprendida, preguntó al encargado cuántas veces al día solía hacerlo, a lo que el trabajador le respondió: “Docenas de veces al día”. Fascinada por la respuesta, ella le pidió que se lo dijera al presidente cuando lo viera. Más tarde, el hombre cumplió su promesa y le contó al político la regularidad con la que el gallo tenía relaciones sexuales. Entonces, Coolidge le preguntó: “¿Siempre con la misma gallina?”. “No, no”, contestó el operario de la granja. “Con gallinas diferentes”. “Dígale eso a la señora Coolidge”, concluyó el presidente.

Esta historia no es más que un chiste, pero sirvió en 1955 al etólogo Frank A. Beach para dar nombre a un fenómeno que todavía a día de hoy sigue dando mucho de lo que hablar: el efecto Coolidge. Esta condición, estudiada en animales de laboratorio, pero más que comprobada en el ser humano, parece encontrarse detrás de hechos tan dispares como el porno o las infidelidades, así como del motivo por el que se suele decir que la monotonía puede acabar con las relaciones de pareja. ¿Pero qué es exactamente? Empecemos por el principio, un poco después del gallo y las gallinas.

¿En la variedad está el gusto?

Beach realizó sus primeros experimentos con un grupo de ratas, dispuestas de una forma muy concreta. Cada macho debía introducirse en una urna cerrada, junto a cuatro o cinco hembras, todas ellas en celo. En cada caso, el macho comenzaba inmediatamente a aparearse con todas sus compañeras, hasta que pasado un rato caía exhausto y perdía el interés por el sexo durante un largo periodo de tiempo, incluso si ellas se acercaban y lo golpeaban o lo lamían en busca de una nueva sesión de apareamiento. Sin embargo, si en ese momento se introducía en el recipiente una nueva rata, el macho parecía recobrarse más rápido e inmediatamente procedía a tener sexo con ella.

Aunque en un inicio esto solo se describió con machos, en 1988 el equipo de Boris Gorzalka y Gillian Lester, de la Universidad de la Columbia Británica, reprodujo el experimento con hámsters hembras, obteniendo resultados muy similares.

En ambos casos, la razón de esta súbita necesidad de sexo ante la presencia de nueva compañía se relaciona con los sistemas cerebrales de recompensa, mediados por dopamina. Se sabe que ante situaciones como tener sexo o comer chocolate, se generan picos en la producción de este neurotransmisor, cuya función es generar placer y perpetuar las conductas que puedan conducir a resultados o recompensas positivas. Para ello se genera en el individuo la necesidad de seguir practicando esa actividad, para recibir de nuevo el estímulo. El problema es que con el tiempo el cerebro se hace cada vez menos sensible a la producción de dopamina, por lo que será necesario realizar el hábito con más frecuencia para poder obtener “resultados”. Esta es la razón por la que se generan las adicciones a sustancias y actividades que actúan sobre esta vía, pero también es la causa de que se produzca el efecto Coolidge. El sexo con una pareja al principio genera altas cantidades de dopamina, pero con el tiempo el cerebro se acostumbra a él, produciendo cada vez menos de este neurotransmisor. Sin embargo, ante la presencia de una nueva pareja vuelve el pico de dopamina, haciendo la sensación mucho más placentera.

¿Por qué se producen las adicciones?

Porno e infidelidad

Aunque los principales estudios al respecto se hayan llevado a cabo en roedores, está más que comprobado que el efecto Coolidge también es aplicable a humanos.

Por ejemplo, en los hombres afecta a su periodo refractario; es decir, el tiempo que debe pasar después de eyacular para que puedan volver a excitarse. Se ha comprobado que este tiempo es mucho más corto ante una nueva pareja, en comparación con una compañera habitual. Además, la producción de semen parece ser mayor ante la excitación de un coito novedoso, en comparación con el que se realiza con la pareja cotidiana.

Todo esto se relaciona habitualmente con fenómenos tales como el éxito de la pornografía o las infidelidades. En el primer caso, resulta fácil acceder a vídeos con protagonistas muy diferentes, por lo que se ofrece un abanico de posibilidades inmenso, con el que el pico de dopamina se puede mantener fácilmente elevado.

En el segundo, es una de las causas por las que muchas personas tienden a cometer infidelidades. Sin embargo, aquí es necesario ir más allá del simple hecho de tener relaciones sexuales, ya que también el enamoramiento pasa por etapas, en las que la dopamina empieza igualmente elevada, pero acaba disminuyendo con el tiempo, pudiendo provocar cansancio o indiferencia y poniendo en peligro la relación.De cualquier modo, usar este fenómeno como excusa para cometer una infidelidad sería demasiado simple. "Si solo nos dedicáramos a la cuestión procreadora quizás sería incluso recomendable, pero en la cuestión personal o psicológica es otro tema", cuenta a Hipertextual el psicólogo y terapeuta de pareja Miguel Arranz. "Además, sería un argumento muy machista".

La dopamina del enamoramiento

Evolutivamente, el efecto Coolidge puede tener sentido en animales que buscan perpetuar la especie con el mayor número posible de descendencia y riqueza genética. Por el contrario, si se extrapola a humanos la cosa se complica bastante; ya que, independientemente del debate sobre si somos o no monógamos por naturaleza, está claro que los sentimientos son especialmente relevantes en las relaciones de pareja.

A pesar de todo, estos aumentos en los niveles de dopamina también juegan un papel muy importante, que debe tenerse en cuenta para que la relación perdure. “Cuando una pareja entra en fase de rutina, la dopamina comienza a disminuir y más que estar contento con la otra persona estás tranquilo”, añade Arranz.

¿Estamos hechos para ser monógamos?

Por eso es tan importante sorprender a la pareja. “A las personas que acuden conmigo a terapia les suelo recomendar que recuerden el periodo de noviazgo, que se suele olvidar bastante, y sorprendan a su pareja con algo como un viaje inesperado o cualquier detalle especial”.

De este modo se consigue obtener picos de dopamina que pueden ayudar a evitar el hastío típico que sienten algunas parejas después de varios años juntos. Dentro de la propia pareja también se puede innovar en el sexo, y es muy beneficioso, pero no se deben olvidar el resto de cuestiones de la relación. “En el enamoramiento la recompensa es más continuada, porque se va renovando sin la situación sexual puntual”, aclara el psicólogo. “Es lo que hilvana que mantengas un estado, no como al principio, pero sí con brotes de esa sensación placentera cuando descubres que tu pareja aún es alguien que te pueda sorprender. El cerebro lo recompensa bien”.

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En cuanto al género, el efecto Coolidge afecta tanto a hombres como a mujeres, al igual que cualquiera de ellos puede llegar a ser infiel en un momento dado. Sin embargo, Arranz sí que apunta a una diferencia entre ambos sexos, en lo referente a la selección de pareja. “Las mujeres tienden a ser más selectivas, aunque depende mucho del momento de su vida en el que se encuentren”, explica. “No es lo mismo escoger a una pareja porque quieres que sea tu compañero en la vida, que hacerlo para que se convierta en el padre de tus hijos”.

Esto lleva a que las mujeres sopesen más la elección y finalmente lo hagan con más seguridad. “Teóricamente esto indicaría que después son menos propensas a ‘aburrirse’, aunque siempre pueden equivocarse”, añade. “Conoces realmente a alguien cuando empiezas un proyecto con esa persona y puede que finalmente el resultado no sea el esperado”.

Si la historia de los Coolidge fuese real, hubiese sido mucho más beneficioso para la relación que el presidente hubiese cambiado a última hora la granja experimental por un paseo en globo o a un picnic tranquilo y romántico lejos del bullicio de la Casa Blanca. Pero entonces no sería un chiste, sino un sano consejo para parejas que quieren que su relación perdure. Tampoco está nada mal.