El sexo aporta un gran número de beneficios a la salud. Y no es una excusa. Mejora el estado de ánimo, contribuye a la salud cardiovascular, ayuda a disminuir el estrés e incluso algunos estudios lo vinculan con el fortalecimiento del sistema inmunitario. Pero eso no es todo. También ayuda a conciliar el sueño, especialmente a los hombres.

Esto puede ser una bendición para ellos, pero en ciertas ocasiones un fastidio para sus parejas femeninas, que pueden observar frustradas como ellos caen rendidos nada más experimentar el orgasmo. ¿Pero a qué se debe exactamente este curioso efecto? La razón, como casi siempre, está en el cerebro y ha sido muy estudiada por numerosos investigadores.

Un cóctel somnífero

En 2012, el neurocientífico francés Serge Stoléru llevó a cabo una revisión en la que se analizaban varios estudios, dedicados a escanear el cerebro de un grupo de voluntarios durante un orgasmo y antes de experimentarlo. De este modo pudieron comprobar que durante el clímax se activaban zonas cerebrales como la amígdala, implicada en la percepción de las emociones y el placer, pero a continuación disminuía la actividad en la corteza prefrontal, que se encarga normalmente de procesos como la atención, la cognición y la acción. Esto indicaría que el cerebro recibe señales para entrar en un estado de relajación, que se va potenciado por la acción de ciertas hormonas secretadas durante el orgasmo.

Entre ellas destaca el papel de la serotonina, la vasopresina, la oxitocina y la prolactina. Pero son estas últimas las que han mostrado tener un papel esencial en la aparición del sueño después del sexo. La oxitocina, conocida como la hormona del apego, es la que más predomina en una relación de pareja cuando esta se consolida, dejando atrás la euforia de la dopamina y dando paso al cariño de dos personas que llevan mucho tiempo compartiendo sus vidas. Pero no solo es una hormona fruto del enamoramiento, también alcanza niveles muy elevados durante el orgasmo, tanto en hombres como en mujeres. Su función parece ser reproductiva, ya que promueve las contracciones de la vagina, que facilitan el movimiento del semen hacia el tracto uterino, mientras que en los hombres ayudan a contraer la próstata y las vesículas seminales. Pero también hay estudios que demuestran que, en ausencia de estrés, la secreción de oxitocina ayuda a conciliar el sueño. Y lo cierto es que el sexo puede ser muchas cosas, pero la que menos estresante. Además, se ha comprobado que su secreción ayuda a controlar los niveles de una hormona relacionada con el estrés, llamada cortisol. Esto es algo que también hace la vasopresina, por lo que se puede decir que ambas relajan.

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En cuanto a la prolactina, esta hormona es conocida por su papel en la lactancia materna, pero también es producida por los hombres y tiene diversos efectos sobre ellos. De hecho, se ha observado que tanto en hombres como en mujeres sus niveles aumentan durante el sueño, por lo que su secreción durante la vigilia conduce a un estado de somnolencia. Curiosamente, se ha comprobado también que en hombres se potencia notablemente la secreción de esta sustancia durante el sexo, pero no ocurre lo mismo tras la masturbación, algo que explica por qué suelen tener más sueño después de una relación de pareja que al estimularse ellos mismos.

Becca Tapert/Unsplash

Segunda clave: el periodo refractario

Aunque los niveles puedan variar, las hormonas antes mencionadas aumentan también en las mujeres, por lo que esta diferencia entre ambos géneros puede vincularse también con un fenómeno conocido como periodo refractario.

Cuando un hombre tiene relaciones sexuales pasa por varias fases, según sus niveles de excitación. Al principio esta va aumentando súbitamente, hasta llegar a un punto, conocido como meseta, en el que se estabiliza. Después, vuelve a aumentar hasta su punto álgido, que suele coincidir con la eyaculación: el orgasmo. Una vez superado este, la excitación cesa de forma brusca en un paso conocido como resolución, tras el que llega el periodo refractario, consistente en un tiempo, más o menos largo, durante el cual no pueden volver a sentir excitación. Existen excepciones, en las que este tiempo es prácticamente inexistente, pero por lo general todos los hombres tienen. En cambio, el caso de las mujeres es diferente; ya que, siempre que se sigan estimulando, pueden repetir el orgasmo varias veces seguidas. Además, si bien pueden haber perdido algo de deseo tras el periodo de resolución, no tardan tanto en volver a excitarse. Por este motivo, se puede decir que al finalizar la relación el hombre se encuentra mucho menos activo.

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Todo esto, sumado al hecho de que el sexo no deja de suponer un ejercicio físico más o menos intenso, da lugar a una gran sensación de cansancio, que suele terminar con el hombre dormido poco tiempo después de terminar. En cuanto a la mujer, la mayoría de encuestas apuntan a que ellas no suelen padecer esta reacción de un modo tan intenso, aunque algunas sí experimentan cierta somnolencia después del sexo. Y es que, por lo visto, las hormonas imperan sobre el antaño famoso cigarrito de después. Teniendo en cuenta que el sueño es esencial para la vida y el tabaco atenta contra ella, dormir es la mejor opción.

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